Leiqui del Carmen Uriana es la primera mujer indígena del país con estudios formales en cine. En medio de sus constantes viajes entre Maracaibo, Venezuela, y Riohacha, La Guajira, ha sido curadora del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci), creó la productora Anakaa Films, fue cofundadora de la Red de Comunicaciones Wayuu y asistente de dirección de actores en la película Pájaros de Verano. Recientemente hizo parte del Encuentro Nacional de Críticos y Periodistas de Cine, en Pereira. También fue ganadora de la convocatoria de estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico en 2020 y con el dinero del premio empezará a rodar su próxima película: La Memoria de la Avispa.
Se trata de un documental sobre la pandemia y el encierro que se desarrolla en una interlocución entre ella y su abuela, quien murió hace unos días y la había acompañado en sus momentos más importantes, incluyendo varios rodajes. A Leiqui del Carmen Uriana le ilusiona la posibilidad de que cada vez haya más indígenas que estudien cine y produzcan sus películas.
Motivada con esta idea, decidió liderar procesos como el Wayuu Lab, un espacio en el que se promueve que jóvenes de la comunidad realicen sus propias producciones, y la Muestra de Cine Wayuu, que tiene como objetivo socializar las piezas que se han producido en el territorio con la comunidad. “La idea es que tengan consciencia sobre qué es lo que se está contando del pueblo wayuu y manifiesten si están de acuerdo o no con esa narrativa, estamos formando públicos y propiciando un espacio de interlocución y encuentro”, explica.
David Hernández Palmar, uno de los amigos más cercanos de Leiqui del Carmen Uriana, también miembro de la comunidad wayuu, cineasta, fotógrafo y productor, asegura que esa movilización permanente entre Colombia y Venezuela le ha permitido a Leiqui formar una visión compleja del mundo. “Viene de haber estudiado enfermería, es la primera mujer con estudios completos y formales en cine en ambos países, es un referente del cine indígena latinoamericano”.
Cuando eran más jóvenes, Leiqui y David hicieron cine en Maracaibo para visibilizar las luchas ambientales de los pueblos indígenas. Fueron censurados. Sin embargo, pronto volverían a reencontrarse con la industria cinematográfica. En el caso de Leiqui esto sucedió mientras trabajaba como enfermera. En uno de sus turnos en la clínica un grupo de jóvenes comenzó a filmarla para un documental y ella se animó a proponerles ideas para los planos y la narrativa de la historia.
Esa reacción espontánea le abriría las puertas como asistente de dirección en uno de los canales nacionales de Venezuela. Se animó a estudiar comunicación y una vez finalizó la carrera lideró la participación de un grupo de mujeres wayuu en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Ahí completó sus estudios como cineasta y motivó a otras líderes indígenas para que se formaran en la industria cultural.
Hernández Palmar asegura que Leiqui “es tan importante en la comunidad que sus ideas ya cuentan con el apoyo de los fondos cinematográficos más importantes de Colombia y Latinoamérica, con ese respaldo espera estrenar su película en 2022”.
Mileydis Polanco, comunicadora social y compañera de trabajo de Leiqui en la Red de Comunicaciones Wayuu, reconoce que su liderazgo ha despertado el interés de muchos jóvenes por la producción audiovisual. “Ella lleva el cine a las comunidades, promueve procesos culturales en los territorios y discusiones sobre las distintas narrativas de la industria”, detalla.
Leiqui explica que las comunidades wayuu normalmente no pueden ver las películas que han producido los realizadores indígenas, porque es muy difícil que logren acceder a una sala de cine, “el que está en la frontera tiene que viajar hasta Riohacha, por eso nace la necesidad de crear una ventana que muestre las producciones de nosotros. Hace 15 años era inconcebible que yo pudiera trabajar en televisión y mucho menos en cine, ahora este sueño se lleva a cabo de la mano de mis compañeros”.
Daniel Maestre, miembro de la comunidad kankuamo del Cesar, asegura que además Leiqui les ha enseñado a superar las representaciones viejas. “La forma en la que muestra a las comunidades demuestra que hay otra forma de ver el mundo”.
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