Cada vez que viene a la mente aquella imagen de la Copa Mundial de Fútbol de 2014 uno recuerda al muchachito cucuteño que parecía estar retando a las leyes de la física en una jugada que terminó por convertirse en histórica. Todo ocurrió tan rápido que resultaba incomprensible reconocer la cantidad de movimientos que hicieron parte de semejante pieza clásica de nuestro deporte. Fue como una escena de la serie animada Supercampeones.
El joven jugador, que para entonces tenía 22 años, recibió de espaldas la pelota y decidió ponerse una almohada en el pecho para amortiguar su velocidad. El balón, sumiso, le hizo caso, casi como si el nortesantandereano tuviera una suerte de poderes mentales tipo el ilusionista británico-israelí Uri Gellerl, para lograr que el esférico hiciera solamente lo que él quería. Y como estaba de espaldas, sin la visión ideal para imaginar el arco y con el perro de caza uruguayo llamado Diego Godín persiguiéndolo, lo que vendría minutos después resultaría apoteósico.
En ese instante ese jovencito (nació en Cúcuta el 12 de julio de 1991 mientras su padre, Wilson James, se ponía la camiseta número 10 del Cúcuta Deportivo), bajó el balón hacia su pierna izquierda, se volteó a la portería de Fernando Muslera e impactó la pelota con toda su fuerza. El arquero uruguayo voló, pero le fue imposible atajar semejante misil tierra-aire que lanzó James David Rodríguez Rubio desde su prodigioso botín.
Pocos goles han sido más gritados en nuestro país que ese, marcado además en pleno templo mítico del Maracaná, porque ese muchachito que en silencio supo empezar a destacarse en el fútbol con Envigado, Banfield, Porto y Mónaco, le daba a Colombia su primera y única clasificación hacia los cuartos de final de una copa del mundo; y porque aquella anotación mágica también transportó a un oriundo de Norte de Santander, que soñó con jugar y ser una especie de Zidane en su infancia, a defender los colores del Real Madrid.
Glorias del tenis
No ha sido James (32 años) un soldado solitario, porque si de embajadores que llevan en su corazón los colores sangre y luto –como la bandera del departamento– es imposible no hablar de Fabiola Zuluaga, otra cucuteña, quien llegó por accidente a un lugar que la barnizaría de gloria: era tan inquieta en su niñez que sus padres, con ganas de que enfocara sus energías de una mejor manera, la metieron a hacer deporte. En esa búsqueda, el tenis la acunó, ya no como una especie de techo temporal que sirve para escampar momentáneamente de la lluvia, sino que se transformó en su vida misma. Su potencia en el saque y la fortaleza mental que siempre exhibió cada vez que pisó una cancha en distintos países, la llevaron muy lejos en su empeño.
Entre viaje y viaje, compitió en los torneos más destacados de la Asociación de Tenis Femenino (WTA, sigla de su nombre oficial en inglés Women’s Tennis Association); y para la historia quedó su exhibición en el abierto de Roma, donde le propinó una hermosa paliza a la sexta del ranking, Nathalie Tauziat, además de su sufrida victoria ante Jennifer Capriatti en Roland Garros. También su arribo a la semifinal del Abierto de Australia en 2004, porque ninguna colombiana ha llegado tan lejos como ella en ese nivel de competencia; aunque tras su retiro, una muy destacada coterránea, comparte los sueños de grandeza que llevaron a Fabiola a ubicarse muy arriba: de 16 en el mundo.
Ella es María Camila Osorio, quien, siendo una jovencita de apenas 14 años, fue convocada para el equipo nacional en la Fed Cup. Esa oportunidad resultó clave para exhibir todas sus destrezas, que luego la condujeron a ganar el US Open Junior. Hoy, a sus 21 años no deja de cosechar horas de vuelo que la han encumbrado como el presente nacional en el tenis femenino. De hecho, ya se ubica entre las mejores 50 del mundo. En su caso, había una alta probabilidad de que esta cucuteña dedicaría su vida al deporte: su abuelo fue Rolando Serrano, uno de los grandes héroes colombianos de la selección de fútbol que participó en el Mundial de 1962 y sus padres también fueron profesionales en otras disciplinas.
Qué orgullo
Sin embargo, en Norte de Santander no solamente se vive de la pelota: la gimnasia ha llevado a que se sueñe en grande, gracias al tesón y talento inagotable de Jossimar Calvo (29 años). De niño, Jossimar quedó embelesado cuando vio en televisión a Jean Claude van Damme hacer un split completo apoyando sus pies en superficies de costado en la película Contacto sangriento. En el filme el actor de acción belga también realiza una compleja maniobra de gimnasia en el aire, simplemente con el sostén de sus pies como punto de equilibrio.
Calvo quiso ser como Van Damme (quien hace la rutina siete veces en aquel filme de culto) y su empeño lo ha conducido a ser el gimnasta más importante del país. De diferentes competencias como los Suramericanos, Panamericanos y Centroamericanos del Caribe, ha salido triunfador y con el cuello lleno de preseas; además se ha destacado en varias ediciones de la copa mundo de gimnasia.
Los nombres y las gestas continúan. Jesús Romero, gimnasta que sufrió un gravísimo accidente que lo dejó cuadripléjico y que supo ser una de las figuras que inspiró a Jossimar Calvo en su carrera. No se dejó amilanar por la adversidad y hoy es un destacado deportista paralímpico en la modalidad de boccia, ganador de medalla en los Juegos Paralímpicos de Toronto; Ángel Barajas, joven talento que ya se colgó medallas en los campeonatos mundiales juveniles de gimnasia, así como también en Panamericanos y Suramericanos y de quien la Federación Internacional de Gimnasia dijo que era el “gimnasta más fascinante surgido en Suramérica”; y Daniela Lindarte, oro con Colombia en los 5.000 metros de patinaje en el campeonato mundial en China.
Todos ellos son orgullo nortesantandereano, pero también orgullo colombiano.
*Periodista deportivo.