Al principio del universo el agua era escasa y hacía mucha falta. ¿Dónde se ocultaba? ¿Cómo hallarla? La comunidad embera la buscaba sin cesar pero los resultados de sus exploraciones no daban los resultados esperados. Solo después de vencer muchas dificultades pudieron encontrarla convertida en un hermoso lago lleno de peces y luego en el árbol janené, tan inmenso que llegaba al cielo. Cuando lo derribaron, del tronco y las ramas salieron los ríos y quebradas. De la tierra donde estaban enterradas sus raíces apareció el mar, y de las flores grandes y redondas surgieron las ciénagas.
Karagabí, creador del ser humano y de todo cuanto existe –según la tradición embera–, les encargó a los mejores hombres el cuidado de las ciénagas y los ríos y les pidió que garantizaran su existencia para el beneficio de todos. Así surgieron el Sinú y sus tributarios: Esmeralda, Verde, Nain, Manso, Antazales y Tigre. Así nacieron las quebradas Cruz Grande, Juí, Las Flores, Tay, Urrá, Caimán, Jaraguay; y las ciénagas Betancí, Martinica, Corralito, Los Negros, Bañó y Grande del bajo Sinú. Este emblemático río nace a 3.940 metros sobre el nivel del mar en Antioquia, entre los municipios Peque e Ituango, tiene una extensión de 415 kilómetros y desemboca en tierras cordobesas, en Tinajones, San Bernardo del Viento.
Estas rutas hídricas les sirvieron de entrada y acceso al departamento a los conquistadores españoles, a los congregadores de pueblos, a los emigrantes y aventureros, y a todos los empresarios, franceses, ingleses, belgas y norteamericanos, que establecieron sus compañías mineras, forestales o agropecuarias en la región. Tiempo después arribaron los italianos, los sirios y los libaneses, quienes por lo general se dedicaban a la explotación de minas de oro y cobre, a la compra y al comercio de caucho, raicilla, zarzaparrilla y copaiba; a la ganadería, la madera y el cacao; a la exploración de hidrocarburos, a la producción de aceites, la cría de cerdos, la fabricación de curtiembres y la exportación de pieles, entre otras actividades.
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La separación
En la zona también surgían los empresarios locales, quienes hacían crecer sus haciendas con diversas innovaciones y tecnologías. Estos se encargaron de la introducción y el fomento de la yerba pará (también llamada “admirable”), de la
intensificación del cultivo de la caña y la construcción del ingenio azucarero. Pero también impulsaron la explotación a máquina de la manteca del corozo del Sinú, la fabricación de drenajes y diques, la navegación a vapor por el río, la exportación de ganado, la expansión de la planta de tabaco, las exploraciones en busca de petróleo, el empleo de dragas para la canalización de los caños, y participaron en el establecimiento del Packing House en Coveñas, entre otros grandes logros.
Todo esto se consiguió en menos de un siglo, entre 1840 y 1930. Con la llegada de la crisis económica mundial muchas empresas extranjeras se marcharon del país, hubo un masivo cierre de locales, las exportaciones se congelaron y el Gobierno central no supo poner en marcha las estrategias necesarias para enfrentar la situación. Los pueblos del Sinú, que pertenecían a Bolívar en aquel entonces, sintieron el golpe de la pobreza durante varios lustros. Años más tarde la dirigencia económica y política promovió el movimiento para separarse de la administración bolivarense, que trajo como resultado el nacimiento del departamento de Córdoba, creado por la Ley 9 del 18 de diciembre de 1951.
El crecimiento cordobés ha estado ligado al histórico río Sinú, que atraviesa los municipios de Tierralta, Valencia, Montería, Cereté, San Pelayo, Lorica y San Bernardo del Viento. Estos ricos territorios ofrecen las posibilidades para la creación de proyectos y programas económicos, sociales, ambientales y culturales de envergadura. En la región han nacido diferentes experiencias de desarrollo integral comunitario que han ayudado a las comunidades para combatir muchos de los males que las afectan, como la pobreza, la inequidad, el conflicto armado, el narcotráfico, la minería ilegal, la inseguridad y la corrupción.
Gracias a su riqueza hídrica, a la biodiversidad de la zona (la mayor parte del Parque Nacional Natural Paramillo) y a las características de sus suelos, aquí se cultivan productos muy diversos. El conocimiento generado por las comunidades indígenas, afro, rurales, académicas y empresariales, y la localización estratégica que le permite al departamento conectarse con el bajo Cauca, el Urabá antioqueño, Sucre, el bajo Atrato y el sur de Bolívar, o la región Urabá-Caribe, facilita la adopción de planes de desarrollo realistas y viables.
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El gen sinuano
Teniendo en cuenta todas esas ventajas que ofrece el departamento, hoy, más que nunca, es posible continuar con aquel fructífero proceso de crecimiento que se vio interrumpido en 1930 por la dura realidad de aquel entonces. Los ejemplos de desarrollo de Montería y de otras localidades de la zona son alicientes para continuar. Para lograrlo es necesario consolidar, valorar y enriquecer la identidad positiva y creadora de los sinuanos, que siempre se han caracterizado por el ingenio, el sentido común, la espontaneidad, la familiaridad, la sencillez, el conocimiento y el liderazgo.
El sinuano es persistente y rebelde. Es colonizador de territorios en el Urabá chocoano y el antioqueño, en el Darién, Nechí y el bajo Cauca. El sinuano se compenetra con la naturaleza, es solidario y comunitario; ‘corroncho’ y fatalista. Y estas características se las debe a su relación con las fuentes de agua de las que hablamos al principio de este texto.
La pérdida, el deterioro físico o la desvinculación de los sinuanos con estos recursos ocasionará el resquebrajamiento paulatino e irremediable de sus valores y sus principios esenciales. No podemos permitirlo. Este es uno de los riesgos que corre el Sinú en la actualidad. Por eso jamás se puede olvidar el testamento de Karagabí.
*Investigador del Centro de Estudios Sociales y Políticos, Universidad del Sinú, Montería.