En medio de la difícil realidad que el mundo enfrenta hoy, hacen falta momentos de calma y sonrisas. A eso le apunta la obra de Juanita Martínez Bahamón, una oda a la felicidad de lo simple y lo cotidiano.
La artista bogotana, de raíces huilenses, lleva varios años abriéndose un prometedor camino en la escena artística del país. Ha expuesto en Estados Unidos, Japón y Canadá, y su nombre suena con frecuencia en subastas solidarias como la de la Fundación A la Rueda Rueda.
No ha sido una travesía fácil. En realidad, Juanita es profesional en administración de empresas. Luego de trabajar en multinacionales en el área de mercadeo decidió dedicarse a lo que más le gusta: el arte. “He sido completamente empírica, trato de estudiar e investigar materiales por mi cuenta, de estar siempre al tanto de todo lo que abarca el mundo del arte. No ha sido fácil, pues hacer las cosas por ti misma te impone más retos y a veces tropiezos, pero creo que con dedicación he logrado grandes avances”, confiesa la artista.
A pesar de la herencia artística por parte de su abuela y de otros miembros de su familia, Juanita se dio a la tarea de encontrar un sello propio. Fue así como descubrió su interés por las miniaturas: “Me gustan los contrastes y decidí poner pequeños personajes frente a grandes mundos y retos. En mis obras puedes ver un personaje de menos de 2 centímetros demoliendo una pared gigante, o un pintor al que se le volteó su balde de pintura y causó un derrame inmenso. Me gusta pensar en lo pequeños que somos, pero en los grandes impactos que podemos causar como seres humanos. Esto, al mismo tiempo, le da un toque de humor y alegría a la obra”.
La cotidianidad, el amor, la familia, los niños, el trabajo y el deporte son temas que Juanita resalta en sus obras, pues “son las cosas esenciales de la vida, las que realmente nos hacen felices”. Para darles vida a estos mundos de pequeños personajes y enormes retos, Juanita ha explorado diferentes técnicas. La madera esmaltada, las miniaturas de plástico y resina y la fotografía impresa sobre acrílico y metal son algunas de ellas.
Escoger una sola obra representativa le resulta difícil. “Todas son como mis hijas y es imposible no quererlas”, explica. Sin embargo, resalta ‘Tree Traffic’, un gran árbol hecho de fotografía impresa sobre acrílico, con toda clase de personajes pasando por debajo de él: familias, personas haciendo deporte y niños jugando, entre otros. ‘Amor amor’ es otra instalación que recuerda con cariño: un gran corazón de madera con una pareja diminuta dentro dándose un gran beso.
Cada detalle de sus obras es el resultado de la disciplina. “Trato de ir al taller todos los días, pero los fines de semana sí son para mi familia. Me gusta, incluso, trabajar de noche, pues encuentro más calma y puedo dedicarme de lleno a lo que estoy haciendo. Normalmente trabajo en varias obras al tiempo. Algunas requieren varios tiempos de secado y más exigencia. Es la obra la que dicta el tiempo y no yo. A veces me gusta hacer pausas de días en una obra para llevarla a una mejor evolución. Me gusta que cada detalle sea perfecto”.
Durante la pandemia, que también ha impactado al sector cultural, la artista ha vivido un periodo de gran inspiración. Curiosamente, cuenta, las ventas se han incrementado. “Pienso que fue porque la gente estaba más tiempo en sus casas y pensó en redecorar, y al mismo tiempo tenía dinero destinado a otros planes que no se pudieron realizar. Esto ayudó a que las personas no dudaran en hacerse a una obra de arte”.
Además, el mensaje que la artista transmite a través de sus instalaciones está más vigente que nunca: “Invito al espectador a que recuerde los aspectos básicos de la vida, los que realmente le dan sentido, a que se divierta y le encuentre el humor a la obra, a que empiece a valorar el arte si aún no lo ha hecho, a que disfrute de espacios alegres y llenos de color. Mis obras sólo evocan aspectos positivos”, concluye.
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