Cada año, el halcón de Swainson recorre hasta 19.000 kilómetros para pasar el invierno en el sur de América Latina, donde tiene los recursos y alimentos garantizados. En su viaje de regreso a Norteamérica, su casa, durante la primavera, es muy común avistarlo desde el territorio colombiano.
“En un fin de semana puede pasar un millón de individuos sobre nuestras cabezas, especialmente sobre los valles interandinos. En Ibagué (Tolima), se reconocen como las águilas cuaresmeras, pues es durante la época de cuaresma que esta ave migratoria de larga distancia realiza su trayecto de vuelta”, explicó Miguel Moreno, presidente de la Asociación Colombiana de Ornitología (ACO).
Por su ubicación geográfica y biodiversidad, Colombia es una parada obligatoria para las aves migratorias como el halcón de Swainson, que provienen de la región boreal, una vasta zona geográfica que abarca principalmente Canadá, Alaska, Escandinavia, Rusia y Siberia. Las condiciones ambientales de las regiones Pacífica, Caribe y Andina son particularmente atractivas para estas especies de aves que viajan en busca de alimentos.
“Las aves migratorias realizan dos desplazamientos estacionales al año. Cuando el invierno comienza en sus hábitats, buscan otras áreas para encontrar alimentos. Estos movimientos permiten una circulación de actividades ecológicas esenciales. Las aves migratorias actúan como enlace entre los ecosistemas y facilitan la circulación de nutrientes, así como la dispersión de diversos organismos”, explicó Noemí Moreno Salazar, bióloga de la National Audubon Society.
Existen dos tipos de migraciones de aves: la migración boreal (norte a sur) y la austral (de sur a norte). En el caso de Colombia, el país recibe las aves boreales, que llegan especialmente a la Sierra Nevada de Santa Marta, la selva del Darién o al Pacífico.
“Lo que hacen las aves, en realidad, es seguir el sol. A medida que estos animales se acercan a él, hay mayores probabilidades de conseguir alimentos que mejoren sus condiciones. Cuando el sol se mueve, que es lo que provoca el cambio de estaciones, las aves se mueven alrededor”, precisó Santiago Aparicio, director sénior de Americas Flyways Initiative.
Este proceso es un fenómeno decisivo para la conservación de la biodiversidad y la sostenibilidad de los ecosistemas. Su contribución encadena una serie de servicios ecosistémicos como el control de población de insectos, la polinización de los cultivos y la dispersión de semillas.
“Cuando las aves llegan a un sitio, van inmediatamente a depredar su comida preferida y reducen las poblaciones de insectos, que en muchos casos son insectos plaga. Al controlarlos, las aves permiten que las plantas subsistan y así se articula el ecosistema. Si las aves migratorias desaparecieran, tendríamos aumentos inimaginables de insectos como los zancudos”, señaló Miguel Moreno, presidente de la Asociación Colombiana de Ornitología (ACO), quien agregó que además dispersan semillas en los bosques cuando se alimentan de frutos. “Al cumplir estos roles, generan equilibrio en los ecosistemas. Se mantiene ese banco de semillas”, indicó el especialista.
Hábitat seguro
En 2023, el Comité Colombiano de Registros Ornitológicos confirmó la presencia de 1.968 especies de aves en Colombia, una cifra que corresponde a cerca del 20 % de las aves reconocidas en el mundo: unas 10.000, de las cuales 1.660 viven en territorio nacional y al menos 84 son endémicas, es decir, que solo habitan en el país. De este número, 275 especies presentan comportamientos migratorios internos o externos.
“La migración interna incluye especies residentes que hacen movimientos regionales o en el gradiente de elevación. Sin embargo, Colombia registra cerca de 160 especies migratorias de larga distancia o de migración externa, de las cuales 123 son especies que provienen exclusivamente de la región boreal, como Estados Unidos o Canadá”, agregó el presidente de la ACO.
En un año pueden llegar alrededor de 5.000 millones de aves a Colombia. Por ello es tan importante la calidad adecuada del hábitat para que estas especies puedan subsistir y se mantenga el equilibrio biológico; porque entre las causas más reiteradas de la mortalidad de especies de aves migratorias están la pérdida de biodiversidad, el detrimento de la calidad del hábitat, el cambio en el uso del suelo, la tala indiscriminada de bosques, la introducción de especies invasoras y la caza. Estas circunstancias generan efectos negativos en el engranaje ecosistémico.
El riesgo es mayor si se tiene en cuenta que la destrucción de los hábitats representa amenazas para todos los actores del ecosistema. “Las aves llegan todos los años a estos lugares y si, por ejemplo, un bosque o un humedal no está, ellas se van y los ciclos de nutrientes se pierden. Los ecosistemas se convierten en lugares de mal estado de conservación e impiden que otras especies colonicen y vivan allí”, precisó Moreno Salazar.
“Cuando el ecosistema está bien articulado, nos ofrece beneficios. Unas poblaciones de insectos reducidas, crecimiento de plantas adecuado, ciclo de nutrientes, calidad de aire. Las aves endémicas y migratorias ofrecen todos estos beneficios. Tenemos una responsabilidad como especie dentro del ecosistema, porque necesitamos de esas especies para llevar una calidad de vida adecuada”, finalizó Moreno.