Durante 12 años el escritor Andrés Ospina se dio a la tarea de investigar las palabras y expresiones que son patrimonio vivo de la ciudad y las plasmó en el Bogotálogo, un diccionario que llega a su tercera edición con el apoyo del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC).
“Es un libro pensado como un acercamiento cariñoso a las palabras, no solo a las bogotanas, también a la manera como nos comunicamos sin importar si somos o no de aquí”, comenta Ospina, quien para esta nueva edición extendió la investigación a más grupos poblacionales y visitó ciudadanos privados de la libertad, jóvenes habitantes de calle y consultó a nuevas personas a través de redes sociales.
El Bogotálogo incluye palabras que hacen parte del hablar de poblaciones heterogéneas y de múltiples actores sociales cuyos lenguajes revelan que el español que se habla en la capital del país es una construcción permeada por los contextos sociales, políticos y económicos, y marcada, a su vez, con tintes de desfachatez, diferenciación y sentido del humor.
“Cuando hacemos este ejercicio nos damos cuenta que el lenguaje es algo cambiante en el tiempo”, afirma Ximena Bernal, coordinadora de Publicaciones del IDPC y agrega que algunas de las palabras que se utilizaban hace cinco años ya no hacen parte de nuestro lenguaje o se han transformado. Aunque en Bogotá se habla castellano, se trata de un castellano diferente al que se practica en las otras latitudes del mundo hispanohablante. “Es dinámico, cambiante, plural y continúa incorporando significantes y significados”.
Para Ospina, el español de la ciudad refleja que somos un pueblo ingenioso, creativo y con capacidad de reírnos de nuestros problemas y desdichas. “La forma como se habla tiene una carga de humor significativa que dice mucho en la manera de cómo se vive en la ciudad”, comenta. Además, precisa que muchas de las palabras y expresiones son heredadas, pero aún sobreviven algunos vestigios de la forma como hablaban los chibchas.
El Bogotálogo es un ejercicio de memoria que no está sólo ligado a las palabras, pues en su interior se pueden apreciar fotos que retratan cómo ha cambiado la vida cotidiana de los bogotanos con el paso de los años, gracias a la colección del Museo de Bogotá y las fotografías donadas por algunos ciudadanos. “A futuro este libro va a ser una herramienta del cómo tejíamos relaciones, porque el lenguaje te permite entender cómo un contexto territorial está mediado por cuestiones económicas, sociales y políticas”, señala Bernal.
Este libro ayuda de manera lúdica, didáctica, nostálgica y desparpajada a comprender esa forma particular del castellano y a salvaguardarlo. Al respecto Ospina detalla que “tiende un puente entre varias épocas y es un mecanismo de comprensión entre generaciones”.
Como novedad, esta versión incluye actividades y juegos como un mazo de 22 cartas llamado Bogoráculo, que a manera de sistema simbólico y mágico invita a consultar y recibir consejos desde el particular universo que constituye el lenguaje bogotano.
El libro puede ser adquirido en las principales librerías de la ciudad, pero también consultado digitalmente en la página web del IDPC (https://idpc.gov.co/publicaciones/producto/bogotalogo-3/)