Desde hace 50 años los cultivos de amapola en Colombia se utilizan en la producción de insumos para drogas ilícitas. La transformación de esta planta con fines farmacológicos o gastronómicos, explorada en otros países como España y Turquía, aún hace parte de una industria incipiente, pues su uso se asocia únicamente a actividades delictivas. Sin embargo, paulatinamente el sector pastelero comenzó a incluir las semillas de amapola en tortas y postres, y el ramo de la farmacología lleva un buen tiempo produciendo medicamentos como la morfina, a partir del extracto del látex que proporciona la amapola blanca.
Una investigación de la Open Society Foundation detalló que para el año 2019 existían 600 hectáreas de estos cultivos en Colombia. Debido a que la presencia de la flor de amapola en el país es menor en comparación a la hoja de coca (154.000 hectáreas) y las plantas de cannabis (13.500 hectáreas), el camino para su despenalización avanza más lento y las opciones legales para los cultivadores son poco conocidas.
Esta realidad llama la atención sobre la necesidad de separar las siembras que utilizan la goma de opio en alucinógenos, de los pequeños cultivos a través de los cuales se busca aprovechar las semillas de la flor en la gastronomía. Guillermo Andrés Ospina, autor del libro ‘Amapola, opio y heroína: La producción de Colombia y México’, explica que en el país los cultivos se convierten en ganancias para los campesinos cuando venden el látex o goma de opio, porque la variedad que da las semillas se pierde, no se comercializa por ser ilegal.
A pesar de lo anterior, Ospina asegura que los campesinos colombianos están dispuestos y abiertos a la sustitución: “Habría que revisar la compensación del mercado pero sí sería una alternativa incorporar este cultivo que hace parte de las economías campesinas en una economía legal. Trabajar por la descriminalización y desestigmatización de los productores es una forma de cortar el suministro del látex para la producción de heroína”.
La labor que ha realizado este investigador con cultivadores del departamento de Nariño evidenció que en las comunidades campesinas la amapola es un cultivo más que hace parte de la variedad de alimentos que siembran. Así que los esfuerzos, enfatiza Ospina, no pueden centrarse solo en la voluntad de las personas que siembran, debe garantizarse la descriminalización y la apertura del mercado.
En contraste, Alfonso García, magíster en desarrollo rural de la Universidad Javeriana, sostiene que la solución para la legalización de cultivos de amapola está en robustecer una industria nacional de fármacos. “Los derivados de la goma de opio, como la morfina, tienen precios mucho más elevados que cualquier otra actividad lícita que se le quiera dar a esa planta. Lo que ocurre es que en el país se ha intentado mantener la imagen de que luchamos contra algo ilegal en lugar de generar conexiones para que la producción de látex se haga legalmente por los campesinos y casas farmacéuticas y sea controlada por el Estado “.
Por su parte, Nicolás Cabra, economista de la Universidad Nacional, explica que “todavía no existe un sistema de censo remoto que analice de manera sistemática la presencia de cultivos en el país como, por ejemplo, sí existe con los cultivos de coca”. Y agrega que si se quiere apostarle a la transformación y sustitución de cultivos es necesario que el país empiece a unificar cifras y establecer medidas más eficientes a nivel nacional e internacional.
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