El poema favorito de Diana Molano se titula Neiva y habla sobre el calor. Lo escribió el 11 de septiembre de 2017. Esta poeta bogotana adora hilvanar sus ideas en la noche: ese estado atmosférico la inquieta. Y quizá es por esa inclinación profunda que su poema preferido cobra todo el sentido: “Neiva, me matas. Muero llena de calor, un calor que desmayo, sofocante, sin piel, sin nada”.
Molano fue la primera poeta con síndrome de Down que publicó un libro en Colombia. Era 2019 y ella tenía 30 años. Desde entonces, la lírica ha sido su pasión. El faro de su vida.
“Me enamoré de la poesía porque formaba parte de mi vida. Siempre leí a Pablo Neruda, a Porfirio Barba Jacob, a Mario Benedetti, a Aurelio Arturo Martínez, a Jairo Aníbal Niño. Y también porque me gusta escribir sobre la luna, las estrellas, la muerte, el amor y el desamor. Con ella, puedo expresar lo que siento. Soy una persona que siente mucho”, confesó Molano.
Junto a ella, otros 20 escritores y artistas en condición de discapacidad participarán en el 13º Festival de Literatura de Bogotá que, para esta edición, se vivirá del 7 al 9 de noviembre en la Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Liderado por la Fundación Fahrenheit 451, este evento busca incentivar reflexiones alrededor de la literatura y la discapacidad, además de ser una ventana para la escritura de estos talentos.
La programación será gratuita e incluirá recitales, conversatorios y puestas en escena con escritores y académicos con discapacidad intelectual, visual, auditiva y sordoceguera. Entre ellos se destacan la chilena Lina Maruane, la poeta Diana Molano, el escritor Jorge Castañeda, el promotor de lectura para personas sordas Andrés Felipe Marulanda, entre otros.
“La fundación comenzó a funcionar en 2005, pero el primer festival ocurrió en 2010. Nos articulamos con la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá para hacer un certamen descentralizado que pudiera llevar la literatura a otros sectores de la ciudad. No queríamos concentrarlo en un auditorio o en una institución, sino aprovechar y llevar la oferta a otras zonas, sobre todo de escasos recursos”, comentó Diego Gama, director de la Fundación Fahrenheit 451.
Desde su séptima edición, la dirección del festival cambió de curso y optó por hacer de este espacio un encuentro temático. Eso, de alguna manera, le otorgó un propósito reflexivo más profundo. Cavilaciones sobre la violencia en Colombia, la diáspora africana, la pluma del poeta llanero Julio Daniel Chaparro o la cultura de Palestina convirtieron al Festival de Literatura de Bogotá en algo más. Un detonador del pensamiento. Este año: el lugar de la discapacidad en las letras.
“Decidimos enfatizar en una línea de trabajo de la Fundación Fahrenheit 451. Nosotros, desde 2008, hemos desarrollado procesos con poblaciones con discapacidades, sobre todo intelectual y visual. Este año unimos las dos con el propósito de visibilizar a la población. Ellos son el corazón del festival”, explicó Gama.
“La inclusión no es algo que se decida. Las personas con discapacidad están en el mundo, creando, contando sus vidas. Lo que falta es la disposición y los espacios para visibilizar su trabajo. En todas las ediciones, hemos tenido al menos un espacio para que estas personas participen y cuenten sus obras”, agregó.
La historia de Diana Molano es también la historia de Fahrenheit 451. Gracias a las enseñanzas que obtuvo de sus maestros en la fundación durante diez años, esta poeta sintió el llamado de la lírica y abandonó su determinación por ejercer otra profesión. Y entonces se refugió en el lenguaje. En la posibilidad de hacer mundo y nombrar.
En 2019 publicó su primer poemario: Anochecer. Con 114 poemas, Molano abordó sus inquietudes por la soledad, lo divino, el amor y la muerte. Fue editado por El Despertar, publicado por Fahrenheit 451 y, además, el primer libro de poesía escrito por una mujer con síndrome de Down en Colombia. Ese mismo año, Molano y su madre, Martha Fajardo, visitaron la Feria Internacional del Libro de Lima.
“Eso me emocionó muchísimo, porque cuando ella nació el pediatra me mostró un panorama triste y desolador. Y mire todo lo que ha sido capaz de hacer. Mi poema favorito es uno que no tiene nombre y que está en la página 49. Dice: “Ya no puedo volver a la niña como antes, como tú quieres que sea, porque yo soy una mujer que ama””, expresó Fajardo.
“Todos somos la historia que contamos y la literatura es la posibilidad que tenemos para contar y ser escuchados. Se genera una comunión en las palabras. El festival y la literatura nos permiten encontrarnos. Además, nosotros les entregamos a las poblaciones herramientas para que ellas mismas sean las narradoras. Es necesario que se conozcan esas voces”, completó el director.
Por supuesto, el Festival de Literatura de Bogotá contará con otras historias sorprendentes. Homenajes a la prosa de Jorge Luis Borges o Arnoldo Palacios —ambos, grandes escritores con discapacidad—, un monólogo sobre la sordera de Pilar Barragan o los conversatorios con Lina Meruane, una escritora chilena de ascendencia palestina ganadora en 2012 del Premio Sor Juana Inés de la Cruz, una de las distinciones más prestigiosas de la literatura latinoamericana.
A los 30 años, Meruane sufrió una hemorragia en ambos ojos que la dejó ciega. Con ciertos tratamientos médicos recuperó la vista y así se originó su novela Sangre en el ojo, que se lanzó en 2012 y examinó la experiencia de la ceguera, las relaciones humanas, el amor, la dependencia y el odio.
A lo largo de sus 12 ediciones, el Festival de Literatura de Bogotá ha convocado a cerca de 22 mil asistentes. Además, en sus programaciones itinerantes (conversatorios y talleres por las localidades de Bogotá) han participado cerca de 800 personas.