La eficiencia de la movilidad urbana está necesariamente atada a la calidad de la infraestructura, su sostenibilidad y al número de personas que usan los diversos medios de transporte, en especial en las grandes ciudades.
Según Naciones Unidas, se estima que para 2050 la población mundial rondará los 9.700 millones de habitantes. A menos que factores de crecimiento como la tasa de fecundidad, la longevidad y la migración se vean afectados de forma drástica y lleven las estadísticas a la baja, para el año 2100 la cifra será de 11.000 millones.
La Nueva Agenda Urbana presentada por ONU Hábitat señala que el transporte se convertirá en una prioridad cada vez más apremiante en la medida en que las poblaciones y las huellas espaciales de las ciudades se expandan. “Los residentes de las ciudades están conectados al empleo, los recursos y la educación a través de las redes de transporte”, indica la investigación.
En ese sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible señalan que para 2030 las ciudades del planeta deberán proporcionar “acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos”. Esto, con la meta de mejorar la seguridad vial gracias a la ampliación del transporte público.
Pero ¿es viable alcanzar todas las metas propuestas? Según la ONU, sí. No obstante, dependerá no solo de la inversión en infraestructura y de la planificación de los sistemas de transporte, sino de la gestión del uso del suelo y de la densidad. Por eso, pensar en promover el desarrollo económico fuera del núcleo urbano para disminuir la congestión, así como darle prioridad al transporte público por encima del particular deberían ser las premisas.
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