Una pareja de antioqueños está reinventando la forma de recorrer las calles de Medellín. Su propuesta quiere que despeguemos los ojos del paisaje de cemento para apreciar la biodiversidad que, aunque está a plena vista, resulta invisible para la mayoría. “La expedición botánica comestible tiene como propósito cambiar el paradigma y regresar a la tierra lo que hemos tomado de ella”, precisó Lucas Posada, uno de los creadores de este proyecto que busca “transitar a las culturas regenerativas desde el alimento y evidenciar que la naturaleza también nos habita, en nuestro cuerpo y en las ciudades”.
Según Posada, la ciudad ofrece muy buenas condiciones naturales para el crecimiento de especies alimenticias. Motivado por ello, junto con su esposa Verónica Botero crearon Cocina Intuitiva, una empresa familiar que nació en 2017 como respuesta a la necesidad de reconocer o acceder a los alimentos y a la biodiversidad que hay en Colombia y que normalmente no se encuentra en el mercado.
“Muchos ingredientes nativos no llegan a las grandes superficies o a las plazas de mercado, pero existen en la Colombia profunda o en las calles de nuestras ciudades. Eso inspira las expediciones urbanas gastronómicas, que son recorridos guiados por la ciudad para descubrir árboles, plantas y frutos”, precisó la pareja.
La expedición está conformada por un grupo de caminantes que va recorriendo zonas de Medellín aprendiendo a identificar qué tipo de árboles producen determinados frutos y el uso que se les puede dar. “Es muy gratificante porque es una experiencia ‘multigeneracional’, amigable con las mascotas, que genera felicidad y bienestar en los que la viven. Los mayores recuerdan frutas y sabores de la infancia y los niños empiezan a sensibilizarse frente a la riqueza que hay en la ciudad. Se recorren lugares que todos conocen de siempre. Pero solo en esos momentos salen a la luz frutas como el madroño o polinizadores nativos como las abejas sin aguijón. La naturaleza también habita en la ciudad, y esto nos confronta con la basura porque lamentablemente no todo es belleza. Eso nos pone de frente a una realidad y aprendemos a ser congruentes”, señaló Posada.
Quienes realizan los tours se convierten en “corresponsales” de la naturaleza urbana. “Recibimos llamadas o mensajes de amigos que han hecho el tour y nos avisan que encontraron una especie nativa en algún sector, con frutos que nosotros no teníamos identificados”, recordó Posada.
El recorrido dura dos horas y finaliza con un picnic compuesto por los productos que se conocieron durante la expedición. “Hay que aclarar que nosotros no consumimos lo que encontramos en la ruta porque consideramos que no tienen las condiciones de salubridad necesarias. Debido a que son frutos que están expuestos a la contaminación no cosechamos en la calle, pero tenemos una despensa con todo lo que vemos en los recorridos, entonces lo que comemos al final tiene todas las frutas de temporada y nueces locales (no nativas) como marañón, macadamia y sacha inchi, hacemos unas crispetas de colores que son deliciosas y una novedad para los niños”.
Estas expediciones se viven como viajes sensoriales en los que el transeúnte aprende a mirar mucho más allá de lo evidente. Los participantes están atentos y se convierten en observadores de la flora, agudizan el olfato y siguen con la mirada la fauna porque son las aves las que muestran los lugares de dónde provienen sus alimentos. En el suelo siempre hay muchas pistas de lo que habita la superficie. Hay plantas alimentarias no convencionales que están regadas por toda la ciudad como la guasca.
Verónica Botero explicó recientemente que uno de los productos que más encuentran en las expediciones es la jaca, un enorme fruto saludable y delicioso. “La industria alimentaria siempre nos ofrece lo mismo y nosotros solo queremos comer manzanas verdes y aguacate todo el año, sin entender de dónde vienen ni cuáles son sus tiempos de cosecha. Desconocemos la procedencia de nuestros alimentos, si ves crecer en una acera la flor de la papa o de la lenteja ¿la podrías identificar?”.
Agricultura ancestral
El conocimiento adquirido durante estos años les ha permitido a Lucas y a Verónica crear una despensa biodiversa para ofrecer productos saludables, muchos de los cuales no están disponibles en el comercio tradicional. Arroz criollo semiintegral, maca, harina de sagú, ají de yuquitania, reducción de marañón, amaranto, achiote, fríjol diablito, pipilongo y semillas de milo. A través de su emprendimiento trabajan con comunidades que fomentan la biodiversidad agrícola, cuidan de sus semillas nativas, y una agricultura ancestral, agroecológica, limpia y orgánica.