Por: Jaime Arteaga*

Es una gran paradoja: mientras que los directivos de empresas mineras, petroleras y de gas muestran los niveles más altos de pesimismo de los últimos años, el sector extractivo nunca había tenido un nivel de favorabilidad tan alto ante la opinión pública como el que registran las últimas ediciones de la Brújula Minera y el Barómetro Petrolero, estudios que son hechos con la rigurosidad técnica y seriedad del Centro Nacional de Consultoría.

Ambos estudios muestran un aumento en el número de directivos de empresas mineras, petroleras y de gas que afirman que, manteniendo las condiciones actuales, creen que sus empresas reducirán sus operaciones en los próximos cinco años. Esta opinión también es compartida por los funcionarios gubernamentales, cuyo pronóstico para las empresas es aún más pesimista. La principal razón, según explican los grupos informados, es la falta de apoyo del Gobierno: sin una cooperación armónica entre las empresas y las autoridades mineras, la actividad se hace inviable.

Las proyecciones de la industria no son lo único en lo que los directivos de las empresas y los funcionarios gubernamentales coinciden: ambos grupos de interés son más escépticos respecto a la posibilidad de lograr acuerdos con aquellos que se oponen a la minería. Es evidente que el debate público ha tenido un efecto significativo en el estado de ánimo de quienes trabajan en la extracción de recursos no renovables, tanto en el sector público como en el sector privado, y así mismo ha afectado negativamente la disposición a buscar acuerdos con quien esté en la otra orilla. Como siempre, el primer damnificado de la polarización será el diálogo entre quienes piensan distinto profundizando la desconfianza de los grupos de interés en el sector.

Sin embargo, en contra de todo pronóstico, en medio del debate político nacional, la favorabilidad de la industria minero-energética en Colombia ha alcanzado niveles muy positivos. De hecho, se ha cerrado la brecha entre la opinión de aquellos que no viven en regiones productoras y los habitantes de los municipios productores de minerales e hidrocarburos creando un ambiente propicio para hacer propuestas de desarrollo minero novedosas, como lo es la participación del sector en la transición energética.

Jaime Arteaga, director de Jaime Arteaga y Asociados. | Foto: NO USAR, USO EXCLUSIVO MEJOR COLOMBIA, Especial Mejor Colombia, Inversión Social, Jaime Arteaga de Brigard

La discusión sobre la transición energética justa ha llevado al país a reflexionar sobre lo que significa que sea “justa con Colombia”. El colombiano promedio ahora sabe que el país contribuye con solo el 0,4 por ciento de los gases de efecto invernadero, mientras que la pobreza afecta al 30 por ciento de nuestros compatriotas. Esta pobreza se ha visto agravada por una pandemia que, si bien ha generado importantes reflexiones sobre las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, también ha puesto de manifiesto la capacidad de nuestra especie para cooperar de manera inteligente frente a un desafío global tan relevante como el cambio climático.

Ahora bien, la confianza que han ganado los sectores mineros y de petróleo y gas no se ha logrado de manera repentina. La Brújula Minera y el Barómetro Petrolero muestran que, si bien hay años en los que la opinión pública es más crítica con el sector, los sentimientos de la gente hacia la industria extractiva se basan en una mejora en la forma en que vean que es posible llevar a cabo la explotación responsable de los recursos naturales.

Además, el sector minero y petrolero en Colombia ha experimentado cambios significativos desde la expedición de la Constitución de 1991. Durante más de 30 años, el país ha contado con un marco legal que garantiza los derechos y promueve la participación ciudadana que hace más de tres décadas incorporó elementos que hasta ahora llegan a otros países a través del Acuerdo de Escazú. A pesar de los enormes retos que enfrenta, Colombia ha trabajado en la construcción de instituciones que, si bien imperfectas, han sido moldeadas a partir de lecciones aprendidas y respaldadas por un capital humano técnico cuyo desarrollo no ha sido fácil.

Si los mineros y petroleros continúan mejorando continuamente sus procesos de relacionamiento, si siguen aumentando sus esfuerzos en comunicación y escucha, y si los grupos de interés reconocen el valor del aprovechamiento de los recursos naturales, Colombia puede tener una industria exitosa. Este escenario es muy posible, como lo muestran el Barómetro Petrolero y la Brújula Minera, que afortunadamente se destacan por su rigurosidad técnica y seriedad, gracias al Centro Nacional de Consultoría.

*Director de Jaime Arteaga y Asociados.

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