La Escuela Robótica de Chocó, creada en 2016, ganó el reto Skill Drive de RoboJam Perú, un torneo que reúne equipos de Argentina, Ecuador y México, entre otros países, para competir en el desarrollo de un robot basándose en conocimientos de programación, ingeniería y mecánica; que debe atravesar por una pista de giros pronunciados en el menor tiempo posible. Juan José Valencia, Andrés Mosquera Chaverra y Yomar David Martínez ganaron la medalla de oro de la mano de sus entrenadores Mauricio Fonnegra Mazo y Jhordan Moreno.
“El talento del Pacífico sigue creciendo”, dice emocionado Jimmy García Caicedo, fundador y director ejecutivo de esta organización. Detrás de ese logro hay años de trabajo y mucha dedicación, pero también obstáculos. García le contó a SEMANA que el domingo, día de la competencia, se fue la energía en Quibdó desde las 6:00 de la mañana. Los niños estaban muy preocupados porque pensaban que no iban a poder competir. Empezaron a transmitir en vivo con el celular, pero se cayó el internet y la imagen se congeló.
Cerca de las 2:30 de la tarde, en el momento preciso, justo antes de que los descalificaran, llegó la luz y el Wifi. “Pudimos transmitir, poner luz para que no se viera oscuro y participar. Estos son los retos reales que hay en el Pacífico”, comenta García. Sin embargo, los problemas no pararon ahí. Uno de los alumnos de la escuela aseguró que un jurado, cuando se enteró que había un equipo del Chocó, dijo: “Allá no deben saber ni manejar un control”. A lo que él mismo le respondióa: “Precisamente eso es lo que estamos haciendo desde la Escuela Robótica de Chocó, cambiar esos imaginarios porque aquí hay mucho talento”.
De Chocó para el mundo: la historia de un proyecto que transforma
Jimmy es ingeniero de sistemas y actualmente cursa una maestría en creación de empresas. La idea de llevar la robótica a su natal Quibdó surgió mientras vivía en Medellín. “Yo salía a torneos, competencias, ferias de robótica y no había negros, a veces yo era el único o había otra persona de una ciudad principal. Siempre me preguntaba por qué no estaban niños y jóvenes del Chocó”, recuerda.
Finalmente un día llegó a la conclusión de que alguien debía hacer posible esos espacios. Así que en 2016 comenzó a organizar jornadas a las que invitó a niños y niñas de personas que conocía a participar armando robots con un kit que le había donado un amigo. Los niños se entusiasmaron e invitaron a su vez a familiares y amigos de su edad. Muy pronto el número de asistentes empezó a crecer.
Después de un tiempo ya tenían cerca de 200 niños. Gracias a que Jimmy siguió asistiendo a talleres de formación pronto se dio cuenta que su iniciativa tenía potencial para generar impacto social. Entonces decidió formalizarla como una organización sin ánimo de lucro. Consiguió apoyo con programas y entidades de cooperación internacional como USAID y Acdi/Voca, el Gobierno de Canadá, la iniciativa Detonante, organizaciones como Manos Visibles y empresas privadas que se animaron a sumarse a esta estrategia que busca el cambio social a través de la tecnología y la educación.
Jimmy está convencido de que la Escuela de Robótica es un lugar en el que los niños aprovechan mejor el tiempo libre, pero también se ha convertido “en un ambiente protector de la vida de estos jóvenes que no están en los barrios a merced de la delincuencia o de la violencia”. Uno de sus mayores logros llegó en 2019, cuando la Escuela representó a Colombia en el RoboRave, un mundial de robótica en China.
En estos cinco años han trabajado con más de 1.300 niños, niñas y jóvenes del Pacífico, no solo del Chocó. Esas mismas alianzas estratégicas que impulsaron el fortalecimiento del proyecto le han permitido trasladarlo a otras zonas. La robótica llegó a Buenaventura, Tumaco y ahora a Timbiquí, pese a las dificultades de acceso.
En Quibdó está la sede principal, donde constantemente se abren cupos para los talleres, pero también se creó la Escuela de Robótica de Imbili, en Tumaco, y está en camino de abrirse la de Timbiquí, un municipio caucano en donde estarán de forma presencial dentro de cuatro meses. Hasta estos territorios trasladan sus equipos y metodologías. En alianza con instituciones educativas adecuan los laboratorios y tejen redes para que los proyectos perduren en el tiempo. El objetivo también es que los niños y niñas generen soluciones para las problemáticas de su entorno.
Una de las frases que más repiten es “mirar a las necesidades como oportunidades”, pensar alternativas para solucionar una problemática en su casa, barrio o colegio desde la tecnología. Jimmy reconoce que al principio en Quibdó le dijeron que estaba loco por pensar en una escuela de robótica y que pasa lo mismo en cada territorio al que lleva el proyecto, pero siempre lo logra.
“Cuando ya hemos despertado el interés les planteamos problemas. Por ejemplo, en el malecón de Timbiquí las murallas se las lleva el río cuando crece. ¿Qué pueden hacer para ayudar a la comunidad?, les preguntamos y surgen alternativas que se materializan con mecánica, electrónica, programación. Ahora los niños están hablando de que quieren generar una data con los niveles del río en el año para más o menos predecir su comportamiento”, cuenta Jimmy.
Otro de sus programas es Innovation Girls, dirigido a niñas y jóvenes. La idea de generar este espacio de tecnología, liderazgo, empoderamiento e innovación nació luego de identificar que asistían pocas niñas a los talleres. En las cinco versiones han participado 150 que incluso reciben mentorías de grandes empresas.
Queda mucho camino por recorrer y, seguramente, muchos reconocimientos por recibir. El oro que ganaron este domingo les da un cupo para el RobaJam All Stars en octubre, una competencia entre todos los ganadores.
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