¿Qué pasaría si la historia de Don Quijote de La Mancha se desarrollara en Bogotá? ¿Andaría a caballo o en moto por las congestionadas calles de la ciudad? ¿Quién sería su Sancho Panza? Esas preguntas rondaban por la cabeza de la directora de cine y docente de la Universidad Nacional, Libia Stella Gómez, cuando era una estudiante de la Escuela de Cine y Televisión de esta institución.

En ese entonces veía una clase que se llamaba Cervantes y el Quijote, que dictaba el profesor Aguirre, un inolvidable maestro que entraba al salón personificando a Don Quijote. “Nunca se paraba a dictar clase, solo recitaba fragmentos del texto de Cervantes de memoria y nosotros teníamos que identificar en qué parte del libro estaba”, recuerda Gómez.

A partir de esa experiencia empezó a fantasear con la vida de un profesor de la Universidad Nacional obsesionado por esa obra literaria y al finalizar su pregrado escribió la primera versión del guión de la película Un tal Alonso Quijano. “Sin embargo, no había podido cerrar la historia, porque no lograba encontrar la causa de la locura de este señor que llegaba a clase como Don Quijote. Justo en ese momento leí un libro de Alonso Salazar, No nacimos pa semilla, que cuenta la historia de un niño sicario de Medellín que lo contratan para hacer una vuelta en Bogotá. Ahí encontré la respuesta: el profesor, como muchas personas de este país, es una víctima silenciosa de esta violencia que nos consume a todos y no poder procesar adecuadamente su luto es lo que genera su locura”.

El actor Álvaro Rodríguez interpreta a Santos Carrasco. | Foto: Andrés Castilla

En la película escrita por Libia, Alonso Quijano es un profesor experto en el Quijote de La Mancha. Un día, en medio de una clase, cruza el límite entre la cordura y la locura y viaja al pasado para investigar los motivos del delirio del hidalgo. En lugar de Sancho Panza, su cómplice en esta aventura es Santos Carrasco, un antiguo bibliotecario que trabaja en la veterinaria de la universidad y con quien se reúne para interpretar escenas de la obra de Cervantes. Dulcinea es Lorenza, una alumna del profesor Quijano que busca su identidad en el punk.

Con la historia por fin terminada, Gómez buscó financiación. No fue fácil, pues había decidido mezclar la música punk con la estética del Quijote, y a los productores les parecía una sinergia riesgosa. Así que como docente de la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad Nacional, decidió presentarle una novedosa propuesta de investigación a la institución: el rodaje de una película profesional que llegara a las salas de cine, pero que tuviera como jefes de departamento a estudiantes de la carrera.

“En la primera reunión que hicimos con todas las cabezas del equipo yo les estaba hablando de las tramas, de las subtramas, y de pronto los veo a todos desorientados. De golpe se me ocurre preguntarle a uno de ellos: ‘¿Usted ha leído alguna vez en su vida un guión de largometraje?’ Y me dijo ‘no’. ¡El primer largometraje que ellos leían en su vida era el que iban a realizar!”, recuerda y asegura que el proceso de producción fue un gran reto, pero que no se arrepiente de nada: “Esas locuras son las que terminan siendo grandes posibilidades creativas”.

Fueron los mismos estudiantes quienes la animaron a continuar con el proyecto cuando estuvo a punto de caerse, pues como reconoce Gómez, “a esta película, como al Quijote de La Mancha, le ha tocado enfrentarse a varios molinos de viento”. Cuando faltaban 10 escenas para terminar el rodaje, el actor Manuel José Sierra, uno de los protagonistas de la historia, falleció en un accidente, por eso la cinta está dedicada a él. “Decidimos buscarle solución y terminar la película. Yo eliminé dos escenas del guión que eran innecesarias y las otras ocho las resolvimos con un doble y está muy bien camuflado, no se nota el percance y eso hace que el espectador no se salga de la trama. Pero claro, el proceso de realización fue bastante complejo”, cuenta.

Faltando 10 escenas para finalizar la producción de la película, el actor Manuel José Sierra falleció en un accidente. | Foto: AndresCastilla

Superado el incidente y finalizada la etapa de posproducción, Un tal Alonso Quijano estaba lista para estrenarse en mayo del 2020 en salas de cine del país. Sin embargo, en marzo de ese año, cuando ya estaba firmado el contrato con la distribuidora y en ejecución el presupuesto para publicidad, llegó la pandemia y los cines cerraron. Así que por iniciativa del productor, Sebastián Caballero, decidieron lanzar la película en plataformas digitales el primero de julio del año pasado. Fue todo un éxito.

Durante los 15 días en los que estuvo disponible en Youtube, 500.000 personas la vieron. Fue catalogada como el lanzamiento digital más exitoso de la historia del país. Pero aún faltaba un paso de este gran proyecto: proyectar la película en las salas de cine. Un anhelo que se materializa a partir de este 29 de julio. Una experiencia aleccionadora para los jóvenes que participaron, pues se enfrentarán a otro tipo de público y podrán ver de una manera más crítica los resultados de su trabajo en la pantalla grande.