El 25 de julio de 1992, en el marco del Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinas y Afrocaribeñas realizado en República Dominicana, se instituyó esta fecha como un referente de la lucha por la inclusión, la justicia e igualdad en América Latina. En esta oportunidad, además de la celebración, se conmemoran 170 años de la abolición de la esclavitud en Colombia, una fecha fundamental en la lucha antirracial de las mujeres del Caribe y del Pacífico colombiano.
Josefina Klinger es activista feminista y directora de la Corporación Mano Cambiada, una organización que promueve un modelo de desarrollo local a través del ecoturismo que se lleva a cabo en Nuquí, Chocó. Desde su labor por la defensa de los derechos humanos explica que uno de los principales desafíos que deben resolverse en su comunidad es la desconexión entre el área urbana y rural. Asegura que las mujeres del campo aún sufren una brecha de desigualdad por la violencia y la política tradicional que las ha sumido en condiciones de desesperanza.
Al respecto, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) estableció en 2019 que las mujeres de la zona rural reciben un 20 por ciento menos ingresos en comparación con los hombres que desempeñan el mismo trabajo y a las mujeres de las comunidades negras se les paga un 12 por ciento menos que a los hombres en las mismas labores. Klinger opina que la celebración de esta fecha puede contribuir a visibilizar nuevos referentes: “La idea es poder dar a conocer más historias acerca de lo que se puede imitar y lo que no. Esta fecha permite generar nuevas reflexiones para seguir creando visión de futuro en las nuevas generaciones y para que las niñas conozcan cómo recuperar la riqueza natural del entorno”, explica la líder social.
Asimismo, desde Buenaventura, Valle del Cauca, la poetisa, narradora oral y docente de literatura, Mary Grueso, destaca los avances y luchas de las mujeres negras en Colombia. Recuerda que solo hasta 1957 las mujeres fueron reconocidas como ciudadanas, fecha en la cual algunas personas como ella pudieron empezar a desarrollarse en roles distintos a los que les habían asignado. Asegura que desde entonces hasta ahora es evidente que las nuevas generaciones reconocen avances: “Las niñas están empoderándose, están asumiendo quienes son, se están educando, realizando distintas acciones para afianzar sus conocimientos y ocupar espacios de decisión en este país”, asegura la líder cultural.
Además, afirma que el principal reto de las mujeres negras en este momento debe ser la política, porque no han accedido a suficientes cargos que les permitan tomar posiciones equitativas. También explica que la violencia, por lo menos en Buenaventura, ha generado la pérdida de raíces de las comunidades y ha impedido las manifestaciones culturales en los territorios a los que han tenido que desplazarse. Este puerto del Pacífico es un caso excepcional, pues el 88,5 por ciento de la población se identifica como afrodescendiente y, al mismo tiempo, es uno de los municipios del país con el mayor índice de pobreza extrema.
La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas determinó en 2020 que el hecho victimizante que más ha afectado a los pueblos negros es el desplazamiento forzado, con un total de 1.783.889 personas, una cifra significativa, teniendo en cuenta que la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera en Colombia es de 4.671.160 habitantes.
Aunque los datos demuestran realidades preocupantes para la población afrocolombiana, Jenny de la Torre, lideresa social cartagenera y Mujer Cafam 2018, asegura que esta es la oportunidad para reconocer las particularidades y diversidades de las mujeres de América Latina. “Aunque falta mucho, Colombia ha avanzado, estos reconocimientos y reflexiones que permiten un enfoque diferencial para las mujeres negras nos llevan a una visión de lo que debemos construir como Estado”.
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