Se levanta el legendario telón de la Sala Colón. El silencio inunda la sala y las luces perfectamente direccionadas permiten divisar únicamente las manos de cuerpos que se comunican a través de señas. Así inicia la obra de teatro inclusivo ‘Solo cuando tengas frío’, que durante el mes de diciembre se presentó en el Centro Nacional de las Artes (CNA) de Bogotá ante público sordo y oyente.

La obra bilingüe, escrita y dirigida por Candelaria Gabriel Torres, traza un diálogo entre la lengua de señas y el español, creando una apuesta necesaria y significativa por hacer más inclusiva la cultura en el país.

“Esto más que ser una oportunidad es un derecho. La cultura es un derecho”, afirma Torres, haciendo referencia a que a lo largo del proceso de creación y en escena estaban presentes actores sordos y oyentes.

‘Solo cuando tengas frío’, texto ganador de la Beca Bogotá Ciudad Escenario en la categoría de dramaturgia que entrega Idartes, presenta la historia de Agustín, un niño de diez años que descubre que es sordo y que a lo largo de su aventura nos muestra problemáticas que vivencian a diario personas de la comunidad sorda.

“El atender un simple resfriado, o un embarazo para una mujer sorda es muy difícil”, señala Alfonso Herrera, quien hizo parte de la nómina de actores sordos en escena y fue traductor del guión a lengua de señas.

Este montaje, coproducido por el CNA y Siempreviva Teatro, no solo enmarca un gran hito para las artes escénicas del país, sino que como lo menciona Lorena Lorenzo, intérprete y actriz de la obra, es un gran paso para la comunidad sorda que lleva más de 30 años tratando de posicionar su lengua como una lengua natural y propia.

Además de Siempreviva Teatro, en el país existen varios colectivos artísticos inclusivos como ConCuerpos o La Rueda Flotante, que visibilizan la diversidad.

Lorena Lozano, actriz oyente; Alfonso Herrera, actor sordo y Candelaria Gabriel Torres, quien dirigió la obra. | Foto: Alejandro del Castillo y Santiago Rincón

Eventos artísticos como este, que no son muy frecuentes en la agenda cultural de la ciudad, permiten abrir la discusión sobre las barreras comunicativas que enfrentan las personas sordas asociadas a sus derechos: acceso a la salud, la educación y la cultura.

“Si yo voy siempre a una obra de teatro y no entiendo, qué pasa ahora si tú vienes a mi obra de teatro y no entiendes lo que yo estoy diciendo. Es cambiar esta posibilidad y percepción del no poder y el no ser capaz”, reflexiona Herrera a través de Lorena Lozano, la intérprete que hizo posible esta entrevista.

Durante su temporada, la obra fue vista por alrededor de 2.200 personas. | Foto: Siempreviva Teatro

Durante el ciclo de formación, el colectivo se esforzó en asegurar que las personas sordas no solo hicieran presencia en el escenario, sino que contaran con herramientas para poder representar a su comunidad, ya que como afirma Herrera, “finalmente lo que hace la obra es ser un puente comunicativo entre las dos comunidades, un puente que se construye y que impacta”.

Los retos del montaje

La representación de las comunidades y los estereotipos son un tema delicado, ya que como explica Lozano, en Colombia se tiene la idea errónea de que todos los sordos son mudos, por ende, términos como ‘sordomudo’ son incorrectos e incluso despectivos. En varios momentos de la obra los actores sordos usaban su voz para desbaratar la idea y naturalizarla.

Alfonso Herrera, actor y traductor de la obra a lengua de señas. | Foto: Siempreviva Teatro

Un reto logístico fue la ubicación entre los actores y espectadores, debido a que las personas sordas siempre se están mirando, observando los gestos y su comunicación es frontal.

Con respecto a la traducción del guión, Herrera menciona que fue retador ya que era un texto lleno de metáforas propias del español y la lengua de señas cuenta con las suyas propias, “pero son diferentes porque culturalmente personas sordas y oyentes entendemos el mundo de manera diferente”.

En términos de inclusión, Torres expresa que una obra como esta contribuye a generar conciencia sobre la importancia que tiene para la comunidad de sordos acceder a espacios como estos. Es un derecho que deben poder disfrutar.

Durante los 70 minutos que duró la obra, en medio de señas y las voces de sus protagonistas, el mensaje fue claro: la comunidad sorda, así como muchas otras comunidades invisibilizadas en Colombia, merecen y pueden hacer parte de espacios creados para y por ellos.