En medio de un cielo azul empieza a alzar vuelo una ballena jorobada que parece estar nadando en el aire. En tierra, un grupo de 10 personas con guantes y camisetas blancas va soltando cuerda y coordinando que ningún detalle falle, pues se trata de una cometa gigante que supera los 20 metros de largo. Aun así, no es la más grande de Kogui Club, un grupo de aficionados a las cometas que este año cumple 25 años de vuelo.
“Siempre nos preguntamos por qué las personas solo volaban cometas en agosto, si es algo que se puede hacer todo el año”, dice Jorge Beltrán, quien combina el diseño gráfico con el vuelo de cometas desde 1996, cuando empezó a reunirse todos los domingos, sin importar el mes, con Luis Ruiz, Nilza Riveros, Leonardo Bermúdez y Nicolás Civetta para volar cometas en el Parque Simón Bolívar, en Bogotá.
Durante esos encuentros nació la idea de crear un club de cometas al que llamaron Kogui, fundado en noviembre de 1996. “Íbamos al Parque el Tunal, al Embalse del Neusa, a Tominé, pero nuestra sede principal era el Simón Bolívar hasta que los árboles crecieron mucho, entonces se redujeron los espacios de vuelo”, recuerda Beltrán.
Aunque al inicio solo volaban cometas tradicionales, no los enormes ejemplares que usan hoy, el club no tardó mucho tiempo en ganar simpatizantes, pues la curiosidad de ver en el cielo una cometa en abril llamó la atención de más de una veintena de personas que decidieron unirse. “Unos se han retirado, otros han llegado, pero siempre tenemos un grupo base de 20 personas”, agrega Beltrán. Entre los miembros del club hay ingenieros, comerciantes, arquitectos, amas de casas, jóvenes estudiantes y familias.
Uno de ellos es Yezid Vargas, quien desde muy pequeño se interesó por volar y fabricar cometas artesanales. Con el paso de los años empezó a hacer cometas más elaboradas y en un festival en Francia descubrió Kogui Club. Ya lleva 12 años formando parte de esta familia de aficionados.
Ser una actividad familiar y al aire libre son cualidades fundamentales de esta actividad para Vargas, quien advierte que el mundo de las cometas es muy amplio. “Existen distintos tipos, cada una con sus características que las hacen tener vuelos únicos”, comenta.
Cometas especiales
En 1997 se celebró la primera edición del Festival de Verano de Bogotá, un evento gracias al cual comenzaron a visitar la ciudad cometeros internacionales para vuelos de exhibición y de competencia; sin embargo, sus cometas lucían muy diferentes a las locales. “Cometeros de Europa y Estados Unidos traían cometas inflables y eso nos llamó mucho la atención”, señala Beltrán. Por eso empezaron a investigar sobre la forma como se fabrican, los materiales y la mecánica de vuelo. Al poco tiempo las estaban armando o trayéndolas del exterior.
Un cometa gigante puede costar cerca de 3.000 dólares y, dependiendo de su complejidad, tardar varios días en fabricarse. “El problema son los materiales, porque el tipo de tela con la que vuelan mejor y tienen mejor vida útil (ripstop nylon) no se consigue aquí”, explica Beltrán.
A pesar de lo complejo que puede ser el proceso de armarla, los cometeros disfrutan verlas volar. “Hicimos una cometa inflable a principios del año 2000 que medía 10 metros de alto por 9 de fondo, decorada con lunares de colores. La llamamos Pepa”. Al poco tiempo se convirtió en la cometa insignia del club. Su último vuelo fue en la Guajira. “Las condiciones de viento eran tan fuertes que no soportó más”, recuerda Vargas.
Tras un año sin vuelos debido a la pandemia, el club se prepara para un reencuentro en los próximos días, y espera con ilusión que pronto regresen los eventos, como el tradicional Festival del Viento y las Cometas de Villa de Leyva, donde en una ocasión elevaron un pulpo de 65 metros, una de las cometas más grandes del país. “Esa cometa representa un reto por su tamaño y características, entonces requiere de todo el club para elevarla”, detalla Vargas.
Llegar con estas cometas a lugares donde nunca se ha visto volar algo semejante es un suceso especial para integrantes del club como Beltrán. “Recuerdo con cariño un vuelo en Sincelejo. Nos invitaron al Festival del Barrilete. Las cometas que se hacían allá eran artesanales, muy lindas, así que ver ese contraste con las nuestras fue increíble”.
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