Durante una caminata por el Jardín Botánico de Bogotá, la bióloga María Ángela Echeverry se dio cuenta que al caer la tarde los rayos del sol se reflejaban en la estructura de vidrio del nuevo tropicario. “Esto va a ser un problema”, se dijo cuando pensó en las aves que llegaban hasta esta zona, pues la estructura podría representar una trampa para ese óptimo hábitat urbano.

“El jardín, junto al Parque Simón Bolívar, son el mejor refugio para los pájaros en Bogotá”, comenta Echeverry, quien llevó la preocupación a la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), de la cual forma parte desde hace más de 20 años. “Descubrimos que a nivel mundial hay estimativos de que cerca de tres millones de aves al año se estrellan contra ventanales” y advierte que a la velocidad que vuelan un choque ocasiona graves consecuencias.

Para Echeverry hay dos hipótesis principales que explican por qué las aves chocan. La primera es que al ser vidrios transparentes son asimilados como espacios continuos que estas no distinguen. La segunda consiste en que en las zonas donde se encuentran árboles, el vidrio refleja la vegetación y las aves se confunden. Las dos posibles teorías se aplican a las características de la estructura del tropicario.

El Jardín Botánico atendió el llamado de alerta de la ABO y empezó a monitorear casos de aves afectadas. Martha Perdomo, su directora, recuerda que la situación era dramática. “Entre enero y octubre del 2020 registramos 46 muertes o accidentes graves de diferentes tipos de aves en la zona cercana al tropicario”.

El nuevo tropicario del Jardín Botánico es una gran estructura de vidrio a la que hubo que ponerle stickers especiales en ciertas posiciones para evitar que las aves chocaran. | Foto: Cortesía Jardín Botánico

Rápidamente se comenzó a recopilar información de investigaciones a nivel mundial y se hallaron varias soluciones. La más efectiva, económica y práctica consistía en poner stickers sobre los vidrios en una disposición especial. “Tienen un orden específico y no son obstructivos a la visión de las personas, pero las aves los identifican y entienden que ahí no pueden pasar”, señala Echeverry.

Esta técnica consiste en la instalación de una película adhesiva de pequeños círculos que generan de adentro hacia afuera un bloqueo del brillo solar sobre los cristales que conforman las estructuras circulares del nuevo tropicario.

A principios del 2021 se completaron los stickers en los seis domos y fue posible controlar los accidentes de las aves. Los cálculos indican que con esta medida se está salvando la vida de entre 50 y 60 aves al año, entre las cuales hay búhos, toches, colibríes, azulejos, jilgueros andinos, sirirís, cuclillos piquigualdos, tángaras rojas migratorias, zorzalitos de Swainson, reinitas de manglar, tángaras rojinegras migratorias y vireos ojirrojos.

“El Jardín Botánico es muy consciente de que no es simplemente conservar plantas encerradas, sino conservar relaciones”, señala Echeverry, para quien el vínculo entre estas y los pájaros es inseparable.

Por otra parte, Perdomo destaca el interés de diferentes sectores de la sociedad civil para contribuir a los procesos de conservación de la biodiversidad, lo cual representa una gran oportunidad para generar alianzas estratégicas con el fin de solucionar problemas concretos.

El tropicario del Jardín Botánico de Bogotá obtuvo el Premio Mundial Hábitat Social y Desarrollo en la Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito 2020. “Es un ejemplo exitoso y tangible para los constructores de edificios y estructuras de vidrio en Colombia y el mundo”, afirma Perdomo. Además cuenta con 70 familias, 240 especies y 675 individuos vegetales que representan una buena parte de la biodiversidad del país, desde la selva húmeda amazónica chocoana hasta el bosque seco tropical.

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