Además de los cerros de Mavicure, el símbolo representativo del departamento de Guainía es la flor de Inírida, una especie endémica que se da únicamente a los alrededores del río Atabapo, en la frontera con Venezuela. Las condiciones del ecosistema en el que habitan las convirtieron en “flores eternas”, pues soportan inundaciones y sequías intensas. La flor de Inírida, además de formar parte del paisaje y de las leyendas de la región, se convirtió en un medio de desarrollo económico sostenible.

Desde hace 27 años, Martha Toledo incentiva procesos educativos y de desarrollo ambientalmente sostenibles en el Guainía, el tercer departamento más grande del país. Según explica, la sociedad aún no ha entendido lo que significa el territorio amazónico en términos de riqueza ambiental y cultural. “Más que hablar de la Colombia profunda, es hablar de la Colombia desconocida”, agrega.

Toledo es la directora de Akayú, una iniciativa que involucra biólogos, comunidades indígenas y locales que trabajan para que el Guainía sea un departamento ambientalmente sostenible y las personas de la región puedan comercializar la flor de Inírida. “Estamos demostrando que se puede conservar un ecosistema nativo mediante su conocimiento y manejo sostenible, es decir, que la tierra se puede desarrollar económicamente sin dañar el ecosistema. Sin sostenibilidad no hay desarrollo”, precisa.

En el 2018 comenzaron a comercializar la flor de Inírida desde la empresa Liwi, que significa flor en la lengua del pueblo curripaco, una de las comunidades indígenas del departamento. La plantación es ciento por ciento sostenible, pues la flor se siembra donde naturalmente crece. Según Mateo Fernández, el biólogo del equipo, desde el 2010 han experimentado diferentes formas de propagación de las flores y actualmente tienen casi cinco hectáreas de cultivo. “Para Colombia, la flor de Inírida es una oportunidad única de visibilizar y comercializar especies totalmente nativas, exclusivas y ornamentales de la región”, advierte.

Laura Carianil, hija de Toledo e integrante del pueblo indígena curripaco, recalca que comercializar esta flor permite que las personas de la región puedan ser autosostenibles, y al mismo tiempo, conservar su ecosistema. “Todos sabemos que Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo, pero poca gente sabe por qué. Por eso la flor de Inírida se debe visibilizar, porque es un símbolo de los pueblos indígenas, de la región y del país”, comenta.

Este proceso ha logrado que las personas cuiden lo que es de ellos, y sobre todo la flor que hoy es un símbolo de productividad positiva y de conservación; que además ha tenido una gran acogida en los mercados de Bogotá, Medellín, Pereira y Bucaramanga.