“El buen hijo vuelve a casa”, reza un viejo y popular refrán que se ajusta a lo que sucedió con Mónica Macia, una colombiana que a los 14 años partió hacia Estados Unidos y durante una buena parte de las siguientes cuatro décadas, literalmente, recorrió el mundo mientras estuvo al frente del mercadeo y las relaciones públicas de una línea aérea europea. Al regresar al país luego de la muerte de su padre, el reencuentro con una propiedad familiar en el departamento de Boyacá la motivó a quedarse. “Él siempre me dijo, no vayas a perder esa tierra”.

El plan nunca fue vivir en Bogotá. Arrendó una casa campesina en el municipio de Duitama que ha ido transformando a su gusto. Siempre quiso habitarla y no convertirla solo en un lugar de descanso para las vacaciones o los días festivos. Las hectáreas del predio familiar ahora forman parte de una de las 66 Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) en Boyacá. “Son ciudadanos comunes que se convierten en guardianes ecológicos de terrenos de media hectárea, un cuarto de hectárea, treinta, mil y hasta más”, detalla Macia.

Las RNSC son la categoría privada de conservación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), en la que participan personas interesadas en cuidar los recursos naturales desde sus predios. A sus 62 años, Mónica conforma el grupo de mujeres que lidera entre el 70 y el 80 por ciento de estas reservas en el departamento de Boyacá. “Coincidimos en que esto no es una finca, sino un sitio para proteger y de acuerdo a ello hemos adoptado un estilo de vida: consumir la electricidad de maneras distintas, realizar bioconstrucciones, alimentarnos con lo que producimos en la huerta e intercambiar saberes”, explica Macia y cuenta que los días se le pasan investigando y aprendiendo sobre el entorno que la rodea. “No soy bióloga, así como tampoco la mayoría de quienes convivimos aquí”.

La vida rural por la que se decidió hace seis años la ha transformado. Quizá por esto cuando visita Bogotá quiere “salir corriendo”. En su tránsito hacia este nuevo estilo de vida logró sobrevivir a la ausencia de señal telefónica e Internet. “Apenas el año pasado un operador instaló una antena; además aquí la carretera nunca la han pavimentado, es una trocha”, comenta. En la vereda Santa Helena, donde habita, sólo residen 13 familias y las casas quedan muy lejos una de otra. Desde las 3:00 p.m. la neblina los deja sin visibilidad; pese a esto Macia confiesa sentirse segura y protegida.

Por la vía entre los municipios de Duitama y Charalá, donde reside, solo pasa el bus ‘El Lechero’. “Uno llama a Fabio, el conductor, y le encarga lo que necesita. Es él quien va de casa en casa llevando las noticias”, relata. “Estar aquí es una bendición y pasar la pandemia en este lugar me convierte en una privilegiada”.

Las buenas intenciones no se limitan a un número de hectáreas. Con el transcurso del tiempo los líderes de las reservas de la provincia de Tundama se han integrado a los del Alto Ricaurte para evaluar la viabilidad de proyectos turísticos o de restauración. Crear corredores ecológicos o contribuir con la conservación de los existentes es parte de las tareas que se fijaron en colectivo.

Pero Marcia siempre ha querido aportar más. Recientemente participó en la liberación de un osa de anteojos, que se llevó a cabo entre el Santuario de Fauna y Flora Guanentá Alto Río Fonce y la Reserva Natural de la Sociedad Civil Corazón de la Montaña, que ella dirige. Pensilvania es el primer ejemplar hembra al que se le instala un collar de telemetría, en una labor conjunta entre el Instituto Humboldt, la Fundación para la Investigación, Protección y Conservación del Oso Andino (Wii); y la Corporación Autónoma Regional de Boyacá (Corpoboyacá).

Vocación

Un reciente descubrimiento abrió las puertas a un nuevo proyecto para el centro de investigación que Macia lidera desde la reserva natural: “cuando buscaba el lugar ideal para liberar la osa de anteojos me encontré que tenemos micos cariblancos”.

Mónica Macia, ambientalistas asentada en Boyacá, comenta que en los bosques del municipio habría monos cariblancos. | Foto: Getty Images

Así que a la protección de esta especie dedicará ahora parte de su tiempo y esfuerzo, además de sacar adelante el proyecto de papas nativas que tiene en desarrollo. “Ya trabajé, hice mi vida profesional, crié, he sido esposa y este es mi tiempo como mujer para hacer lo que yo quiera hacer. Esta es mi vocación, lo que ahora me hace feliz”, concluye.

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