El 31 de marzo de 2020, la última familia de billetes emitida por el Banco de la República cumplió cinco años en circulación. Un total de seis billetes, con imágenes representativas de la biodiversidad colombiana y de personalidades como Gabriel García Márquez, Débora Arango, José Asunción Silva, Virginia Gutiérrez y los expresidentes Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Michelsen, se convirtieron en el cambio número 17 del papel moneda desde 1900, cuando todos los billetes que circulaban tenían la cara del entonces presidente Rafael Reyes.
La historia del papel moneda en el país está llena de tropiezos. Por falta de planeación y debido a la corrupción, Colombia padeció la emisión de billetes desde el momento de la independencia. “Nosotros no teníamos una identidad económica”, comenta Esperanza Rincón, directora del programa de Administración Financiera de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y una de las autoras del libro Colombia: una historia cotizada en billetes.
Solo hasta 1819, tras la batalla de Boyacá, los líderes políticos se interesaron por la economía y eso incluyó un debate en torno a cómo se llamaría nuestra moneda y su valor. Sin embargo, hasta 1836 quedó estipulado en la Constitución Política que se llamaría peso colombiano.
En cada región comenzaron a crearse entidades financieras. “Así nació el Banco de Bogotá y en Medellín el Banco de Colombia; los dos más antiguos y que aún existen”, precisa Rincón. En Cartagena apareció el Banco del Márquez y en el área de Boyacá el Banco de Sogamoso; también Panamá abrió una institución financiera.
El manejo individual de cada región se prestó para disputas de poderes, que resultó en una negativa de los bancos de intercambiar billetes entre sí. “La economía volvió a caer y se perdió la confianza en estas instituciones”, comenta Rincón. En 1881 apareció el Banco Nacional para unificar la moneda con aprobación del Congreso. “Los integrantes de la mesa directiva emitieron billetes para su beneficio. La corrupción fue tan grande que el Gobierno lo cerró en 1896”, recuerda.
En 1905 llegó el Banco Central, pero la corrupción fue el doble. “De todo el efectivo que circulaba en el territorio nacional, el 42 por ciento era de impresión ilegal y estaba en manos de los integrantes de la mesa directiva”, afirma Rincón.
La decisión entonces fue contratar a la Misión Kemmerer, un pull de abogados y economistas a quienes se les encargó evaluar cuál era la estructura económica que más le convenía al país. De este estudio se originó una nueva entidad: el Banco de la República, inaugurado en 1923. “Desde entonces tenemos una identidad económica que se ha hecho muy fuerte y nuestra economía es admirada en Suramérica”, puntualiza Rincón.
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Arte en el papel
“Un billete refleja historia”, advierte el analista financiero Omar Fernando Vásquez, quien participó en la investigación del libro junto a Rincón, y para quien los billetes permiten visualizar cómo van transcurriendo los hechos de un país en un momento determinado. “Durante mucho tiempo estuvieron los próceres, de tal modo que hay una gran cantidad de billetes que reflejan nuestra independencia”.
En muchos países se criticó la aparición de figuras políticas en el papel moneda. Rincón pertenece a esa corriente. Para ella, estos personajes no simbolizan la identidad de un territorio, “por eso se han incluido paisajes, artistas y elementos culturales”. Vásquez, en cambio, cree que los billetes siempre han proyectado conceptos de poder. “En Roma se utilizaba la figura del César o del gobernante de turno. Para el caso colombiano no fue diferente, aquí Bolívar y Santander fueron los primeros en estar en los billetes”.
A pesar de la constitución del Banco de la República, los billetes se imprimían en Europa y Estados Unidos. Allí también se diseñaban y el resultado no necesariamente representaba a plenitud la identidad colombiana. Fue hasta 1979 cuando el emisor tuvo participación en ese proceso. Diseñadores y técnicos colombianos fueron capacitados por Mario Biardi, uno de los grandes grabadores de billetes de la era moderna.
“Nosotros no entendemos el valor artístico que tiene un billete, sólo reconocemos el adquisitivo, pero detrás de cada diseño hay un trabajo de simbolismo”, afirma Vásquez. En su opinión, hubo una intención cuando se escogió la imagen de Jorge Eliecer Gaitán para el billete de mil pesos. “No es casualidad que haya aparecido en el billete de menor denominación, en realidad lo que se quería era que todas las personas lo pudieran tener”, complementa Rincón.
Vásquez asegura que el futuro del uso del papel moneda es incierto; los canales electrónicos pueden comenzar a restarle valor. “Todo ese dinero se sabe que está, pero físicamente no se traslada de un sitio a otro, entonces lo importante será tener recursos que tengan un respaldo”, concluye.
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