La moto azul y blanca era una Honda C70 con espacio suficiente en la canasta frontal para unos tres instrumentos y las partituras. Hugo Candelario González nunca la olvida. En ella, mientras vestía una bermuda y calzaba chanclas o Converse, llegaba a ensayos, toques y fiestas en la Cali de los ochenta, siempre con el firme propósito de expandir la marimba en la capital del Valle del Cauca.
“Me radiqué en el 85 en Cali y me vine con mi marimba de chonta. Me tocó abrirle camino acá, tratar de incluirla en el conservatorio, en las agrupaciones de danza de las universidades. La fui metiendo en teatro, ballet, televisión y centros nocturnos”, recordó el músico de 57 años, uno de los mayores exponentes de la marimba en el país.
Popularizar el sonido acuoso del instrumento insignia de su amado Pacífico se convirtió en el proyecto de su vida al iniciar su carrera universitaria en Cali. El proceso fue de todo menos rápido. Su primer obstáculo apareció cuando la marimba, que había traído de Guapi, una doblable hecha con tablones de madera de la misma palma que da el chontaduro, quedó muda.
Al afinarla a oído para poder tocar con otros músicos en Cali, lo que logró fue concederle un sonido seco y arrebatarle la melodía tradicional que evoca el correr del agua y sus caídas, que rememora la tradición del Pacífico y sus fiestas patronales, y que nos transporta a la tierra mojada y la selva húmeda. Candelario regresó a su natal Guapi a buscar soluciones.
Fueron 25 minutos en avión hasta su pueblo, donde nació el 12 de febrero de 1967 a pesar de un incendio que impedía el paso hacia el hospital, y gracias a que su mamá se fue por el río Guapi en una lancha conducida por José Antonio Torres, quien años después se convertiría en el maestro de Hugo Candelario en el arte de tocar marimba.
Al llegar a casa, no tardó mucho en salir: “Me fui para donde Silvino Mina, que me había construido la marimba. Yo le dije: ‘Don Silvino, me tocó afinar su marimba, la que usted me hizo, pero se quedó muda’. Resulta que yo le corté a la chonta, y no a la guadua que va debajo de cada tabla y es la que da la resonancia. Entonces me explicó la relación física entre la chonta y la guadua, y me dijo: ‘córtele a la guadua también para que suene otra vez’”.
Hugo Candelario acató, golpeó los tablones con los tacos de caucho natural, y su alma volvió a estremecerse por el viejo deseo de bailar y reencontrarse al tiempo. “La marimba de chonta es agua que entra al cuerpo, pero por los oídos. Es música que nace en la selva, interpretada por quienes toman agua de la lluvia. Al oírla yo siento el anhelo de libertad, siento el lamento de nuestros antepasados y la dura historia ancestral. Además, siento la conexión espiritual y la liberación de la mente. Uno siente todo eso”, explicó.
Una vez tuvo la marimba afinada, recuperó su intención de transmitir esos sentires en Cali. Lo logró mientras estudiaba en la Escuela de Música de la Universidad del Valle y en el Conservatorio Antonio María Valencia, así como en la bohemia de la ciudad y en templos de la rumba como La Taberna Latina, Saperoco y Tintindeo. El sueño adquirió mayor fuerza al fundar, en 1987, una agrupación junto con Fernando Valencia, su vecino en el barrio El Templete. Después de muchos fines de semana tocando y muchos miércoles ensayando frente a la Gobernación, en la sede de un directorio político que ahora es un parqueadero, lanzaron Grupo Bahía en 1992.
La primera edición del Festival Petronio Álvarez —organizado en Cali desde 1997— recompensó tanto esfuerzo y consolidó su idea de que la marimba no era exclusiva de Buenaventura, y de que este instrumento podía viajar lejos del Pacífico sur a seguir contando su historia. “Tocamos con el corazón, el primer currulao orquestado. Yo sudaba. Le metimos trompeta, saxofón y batería a un currulao, el ritmo madre de mi tierra. Pensé: ‘Me van a desterrar’. Pero cuando sonaron los primeros acordes, la gente sacó pañuelos blancos. Ahí dije: ‘La hicimos’”.
Ese año fue elegido como mejor marimbero y Grupo Bahía se quedó con los premios a mejor conjunto y mejor canción. Mientras el dinero sirvió para grabar esta última y para cambiar la Honda C70 por una C90, el reconocimiento los fue convirtiendo en escuela y faro de otros artistas del Pacífico que incluirían la marimba en sus propuestas musicales, como Chocquibtown, Herencia de Timbiquí y Esteban Copete.
Los marimberos también empezaron a tocar las puertas de otros géneros. “Acá en Cali la marimba ha sufrido sus máximas transformaciones. Yo he participado en proyectos de electrónica, jazz, latin jazz, salsa, música andina y clásica. También he tocado en sinfónica y he visto mucho joven llevando la marimba hacia el reguetón”, dice. Los bajos del bordonero y las notas altas del requintero se adueñaron de la ciudad. Desde hace años ya no solo suenan durante el Petronio Álvarez y su remate en los arrullos del barrio Ciudad Córdoba. Retumban todo el año en escenarios que hace décadas parecían inaccesibles.
“A mí me sorprende gratamente que la marimba ya la puedes ver en matrimonios, en el Club Campestre, en academias, en el conservatorio y universidades… Ya no solo se contrata mariachi, también cuarteto de marimba. La clase alta de Cali ya consume mucho esta música para sus fiestas y momentos especiales. Poco a poco ha ido ganando su espacio”, relata. Su asentamiento en esta ciudad en el 85, cuando llegó bajo el brazo de Hugo Candelario González, tiene mucho que ver en ello.