Fue una travesía. No existe otra manera para definir la historia de Tesoros Nativos, una empresa que, fundada por el boyacense Pedro Briceño, rescata la tradición de las papas nativas en Colombia. Una clase de tubérculos coloridos, ampliamente desconocidos, cuyo sabor es comparable al dulzor de una victoria. Puede sonar exagerado, pero para Briceño no hay mejor metáfora.
Pedro Briceño nació en Ventaquemada (Boyacá) en 1958 y su destino estuvo signado desde el comienzo por la papa. Su padre, campesino, sembraba papas nativas en la finca y destinaba la cosecha para el consumo familiar. Desde entonces, Briceño estuvo acostumbrado al sabor dulce de la tucana, la carriza, la andina y la quincha, especies del tubérculo ampliamente desconocidas.
“Mi padre murió a los 90 años. Era productor de papa; tenía cuatro clases de papa nativa que cultivó durante toda su vida. Con eso, él se hacía la plata para comprar sus fincas. Después, esas papas no se comercializaron mucho y las tenía para su consumo: sembraba maticas en las esquinas. Desde 1970 comenzaron a perder fuerza”, recordó Briceño.
Al preguntarle a Briceño por su historia —sus intereses, sus miedos o su origen—, su memoria se remite inmediatamente a la historia de Tesoros Nativos. De forma casi que simbiótica, la historia de su vida es la historia de su empresa familiar. A los 45 años, en la plenitud de su adultez, este hombre le dio un giro completo y riesgoso a su destino: abandonó las oficinas municipales y persiguió otro sueño.
“Yo me dedicaba a ser tecnólogo en producción agropecuaria, pero desde 2008 me convertí en pionero de la producción y el rescate de las papas nativas. Se acabó mi contrato en la Alcaldía de Ventaquemada y decidí emprender un proyecto. Quería que fuera algo raro, que no existiera en Colombia, y entonces recordé los tiempos de mi niñez”, relató.
Ese año pasaron muchas cosas en Colombia, pero dos de ellas marcaron un precedente en la memoria de Pedro Briceño: la suscripción del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos, y el Paro Agrario. Ambas coyunturas nacionales impulsaron a este campesino a confiar su vida a unos tubérculos desconocidos.
“Comencé a sembrar nuevamente papitas en la finca. Llegaban mis amigos y se sorprendían por el color de las papas. También comencé a recorrer otros municipios paperos de Boyacá y encontré otras clases nativas. Cada pueblo tenía sus papas de colores y eran tubérculos que estaban solo en las manos de personas mayores. Solo los campesinos viejitos las conservaban”, explicó el fundador.
Y así comenzó un viaje por la tierra de Colombia. Briceño visitó el Parque Nacional Natural El Cocuy y algunos municipios paperos como Socotá y Sativanorte. También llegó hasta Cundinamarca y Nariño. Y entonces confirmó sus sospechas: Colombia era tierra de paperos. En toda su travesía, Pedro Briceño recolectó 50 clases diferentes de papa nativa.
“Intercambiábamos las papas con los demás campesinos. Era como revivir la época del trueque. Eso fue una cosa impresionante que permitió rescatar las papas e introducirlas al mercado”, agregó el fundador.
Las cifras más recientes sobre producción de papa en Colombia son dicientes. De acuerdo con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, se producen más de 3 millones de toneladas de papa al año en más de 141 mil hectáreas. Además, se benefician cerca de 100 mil campesinos y cultivadores, y más de 250 mil personas dedicadas a la producción del tubérculo en 280 municipios.
Tunja (Boyacá), Ipiales (Nariño), Villapinzón (Cundinamarca), Pasto (Nariño), Zipaquirá (Cundinamarca), Une (Cundinamarca) y Túquerres (Nariño) son los municipios que lideran la tabla de abastecimiento de papa en el país.
Ante un panorama de producción similar, Briceño, un campesino de corazón, empacaba en sus maletas 25 kilos de papa, bajaba a la autopista y emprendía un viaje en bus hasta Bogotá. Su imaginario era tocar las puertas de los restaurantes, ofreciéndoles este manjar de la tierra.
“Nadie ponía atención al principio. Entonces, membreté unas tarjetas que decían “Papas Nativas. Pedro Briceño. Teléfono”, y las entregaba en los restaurantes con un kilo de papa. Les pedía a las cajeras que invitaran a los chef a probarlas. Luego restaurantes de la Zona G de Bogotá me llamaron”, aseguró Briceño.
En 2017 hicieron las pruebas de las papas chip y las sacaron al mercado bajo la empresa Tesoros Nativos. Hicieron el lanzamiento en AgroExpo Bogotá e iniciaron la comercialización en mercados campesinos de la capital, restaurantes, tiendas y almacenes pequeños circundantes a la Vía Bogotá - Tunja. Hoy, la producción alcanza la tonelada semanal.
En el marco del Festival Internacional de la Cultura Campesina en Boyacá, Pedro Briceño participó el pasado 16 de noviembre en la Feria de las Cosechas, un evento cuyo propósito central fue visibilizar las iniciativas locales e impulsar su comercialización. Pedro y sus hijos presentaron con orgullo el producto más reciente de Tesoros Nativos: las papas nativas precocidas.
“Este año comenzamos a trabajar en otro producto industrializado: la papa lista. Son papas casco congeladas. Una línea exclusiva para restaurantes, hoteles y familias. Todavía no está lista para las góndolas de los supermercados, pero tiene su registro Invima y su tabla nutricional”, comentó Briceño.
Tesoros Nativos es un trabajo de tiempo completo. Además de los cuidados requeridos para obtener una cosecha provechosa, Pedro y sus hijos reúnen esfuerzos para crear productos que sorprendan a los comensales y que involucren a los colombianos más jóvenes en la cadena productiva de estas papas coloridas.
De ahí que el Biomuseo de la Papa en Ventaquemada (Boyacá) viera la luz. En la finca de la familia Briceño se inauguró este espacio dedicado a la difusión de la historia de las papas nativas. Se restauró la casa y se estableció un nuevo lugar para el turismo papero.
“Recibimos a todos los turistas. Es una finca con muchísima historia, que a las universidades, a los colegios y a los extranjeros les interesa. De hecho, vienen colegios muy prestigiosos como el Nueva Granada de Bogotá o los más importantes de Cali”, contó el fundador.
Tesoros Nativos es una empresa familiar: todos los socios son hijos de Briceño y su esposa. Luego de nueve años de insistencia, hoy son un ejemplo de perseverancia. Un trabajo hecho con las uñas que, entre otras cosas, revivió un tesoro olvidado por la historia.