Todos los miércoles, a las ocho de la noche, un grupo de cartageneros se encuentra para compartir conocimientos, experiencias, habilidades, gustos y aficiones. Lo doy porque quiero es el nombre de este espacio en el que las personas pueden expresarse libremente y liberar tensiones. “Estamos acostumbrados a hacer las cosas porque nos toca, no porque queremos”, puntualiza Gustavo Sands, quien se animó a replicar en Cartagena esta idea que descubrió en Medellín por casualidad.

Sands asegura que son muchos los desencuentros que tenemos en el día a día y muy pocos los lugares para el encuentro. Justamente ese ha sido el éxito de esta iniciativa que además contribuye a generar lazos de confianza entre los habitantes de una misma ciudad. Andrés Smith fue el físico que inventó el concepto y junto a un grupo de antioqueños lo materializó en bares, cafés y lugares públicos de Medellín. Compartir sin esperar nada a cambio ha sido la filosofía que desde el comienzo los inspiró.

En Cartagena comenzó a tomar fuerza gracias a la constancia con la que todos los miércoles convoca Sands. Ya se realizaron 200 encuentros en los que han participado invitados como Alberto Abello Vives, la escritora Vanessa Rosales, Funkcho Salas de la agrupación Caribefunk y el actor John Narváez entre otros.

Los jóvenes también se han animado a dirigir sus propias “parlas”, como le dicen a las charlas en donde se abren al público y comparten sus conocimientos, experiencias, dudas existenciales y hasta tesis de grado. “Una ciudad poco constante como Cartagena y con muchas actividades se deja sorprender fácilmente con la constancia de una sola”, afirma Sands.

La charla con Alberto Abello Vives es una de las que más recuerdan los asistentes, pues les enseñó a ver el Caribe con otros ojos. | Foto: Cortesía LoDoy

Ruben Egea Amador fue el primer invitado a Lo doy porque quiero. En su charla habló sobre diversidad, un tema que lo conectaba directamente con Sands. “Yo conocí a Gustavo por una noticia terrible que sucedió muy cerca de mi casa donde le propinaron heridas con un arma blanca por defender a un amigo suyo de un ataque de homofobia”, relata Egea, quien le escribió por redes sociales destacando su valentía. “Ese es el tipo de aliados que las personas LGBT de la ciudad necesitamos”, afirma.

Egea destaca el ambiente tranquilo en el que se dan las charlas. “Hablar es importante en cualquier lugar del mundo, porque la conversación construye permanentemente”, afirma y define este espacio como un lugar para el ocio “como lo hacían los griegos: hablar y generar ideas como detonantes, conexiones, polinizaciones cruzadas, enfrentamientos, construcciones”.

Actualmente los participantes se encuentran en la Selina y la Alianza Francesa, que por ser lugares amplios permiten conservar el distanciamiento. Antes de la pandemia se reunían en hostales, centros culturales, el desaparecido Centro Periferia, parques y plazas. “Alguna vez cerraron una plaza de la ciudad para que la gente no se sentará a dialogar afuera de una iglesia. Nos pareció curioso y allí nos sentamos, demostrando a la policía que en los espacios públicos se construye la vida”, recuerda Sands.

Lo doy porque quiero también ha sido un espacio de inspiración para darle forma a proyectos que buscan trabajar por la ciudad. Por ejemplo, Songo sorongo, una iniciativa para resignificar la plaza principal de mercado; Urban sketchers, que a partir del dibujo promueve una nueva concepción de Cartagena o La Pachanga, gracias a la cual locales y turistas conocen y visitan las tiendas de barrio. “A raíz de todo esto han pasado cosas extraordinarias”, reconoce Sand con alegría.

En agosto Lo doy porque quiero cumplirá cuatro años. “Es un proyecto que ya tiene piernas, brazos y anda solo, yo simplemente soy el vehículo para que se concentren los interesados”, concluye Sands.