Cuando veo un diente de león me dan ganas de acercarme y soplarlo fuertemente. Es como si esa acción tan básica me regresara a la niñez, a un momento de inocencia y pureza, en el que el deseo de aprender me llevaba a ver cómo una simple planta blanca podía deshacerse cuando yo expulsaba el aire, dejando ligeros fragmentos volando a mi alrededor. Era mágico.
Hoy en día veo a adultos y niños que, incluso en las ciudades, buscan a las dormilonas para tocarlas delicadamente y luego mirar cómo se cierran. Ese es su mecanismo de defensa, pero su movimiento es tan evidente que las personas anhelan encontrarlas en todas partes. Y, ¡cómo no pensar también en los cadillos! Son sinónimo de haber caminado sobre el pasto.
Para los más técnicos, los anteriores escenarios son algunos ejemplos de las arvenses, es decir, de la satanizada maleza que -aunque la conocemos como un conjunto de plantas indeseadas que podrían afectar los cultivos y deterioran el ornato y paisajismo- en realidad se encarga de cubrir con rapidez las tierras devastadas por las inundaciones o incendios.
Pero nuestro desconocimiento y descalificación por los elementos de la naturaleza nos pone en riesgo como humanidad: la constante utilización de herbicidas y químicos afectan los suelos e impactan directamente a otros seres sintientes, como las abejas. Y los más osados activan la quema como mecanismo de destrucción de los rastrojos, como lo denominan algunos, ocasionando llamaradas que se salen de control y que terminan afectando la flora y la fauna en su máxima expresión.
El refrán de “mala hierba nunca muere”, que solemos utilizar de manera despectiva, debería ser para los humanos, pues con nuestras acciones erradas ponemos en riesgo a los ecosistemas. Estas plantas de mala reputación ayudan a evitar la erosión de los suelos, controlan la acumulación del agua y en algún momento de nuestra historia fueron utilizadas en los cultivos de café como una trampa de lluvia para evitar la afectación del suelo y cuidar las semillas.
Hoy son los ecólogos los que saben su verdadera importancia, y se hace necesario generar conciencia ambiental para todos porque es vegetación que, además de las cualidades ya mencionadas, previene incendios, es el hogar de animales descomponedores y depredadores y es vital para la sostenibilidad del medioambiente. También es el abono o tratamiento natural para nuevos cultivos y ¡ni hablar de sus propiedades medicinales!
En conclusión: los recursos naturales son tan poderosos y valiosos que merecen toda nuestra atención y cuidado. Muchas veces lo que consideramos incómodo es potente en términos de educación, balance de la naturaleza, transformación social e incluso la economía.
*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá
Twitter: @JDPalacioC
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