Seis departamentos entretejidos en una especie de cordón umbilical, que se extienden por un inmenso y verde tapiz, le apuestan al turismo ancestral, natural y aventurero. De la mano de sus comunidades negras e indígenas avanzan en el proceso de consolidación y promoción, pues descubrieron que esta actividad les permitirá mostrarles a Colombia y el mundo el rostro mágico y bello de sus territorios.

En el caso del Putumayo, el reciente auge turístico ha impulsado proyectos como el de Juan Pablo Ramírez Huaca, presidente de la Corporación Turística Fin del Mundo, para promocionar escenarios como las cascadas del Fin del Mundo y visitas al cabildo de la comunidad inga, en donde los indígenas ofrecen sus artesanías, comida y un legado cultural único.

Por su parte, Andrés Solarte se apoya en siete familias campesinas para hacer crecer el turismo de naturaleza sobre el río Vides, conocido como la esmeralda más pura del Putumayo. El Rincón del Vides es el nombre del emprendimiento que desarrolló para ofrecer servicio de guía, alojamiento en cabañas con capacidad para 20 personas y platos típicos de la región como sancocho de gallina y pescado sudado, frito o en hoja.

Etnia Inga, en Mocoa, Putumayo. | Foto: Getty Images

En Puerto Limón, un centro poblado ubicado en la cuenca del río Caquetá y Mocoa, la operadora Suma Selva (‘selva hermosa’, en lengua inga), se enfoca en el turismo de naturaleza, cultural y de aventura. Los viajeros pueden disfrutar de pasadías por los ríos Mocoa y Caquetá, con senderismo y tubing. Los servicios de restaurante están a cargo de la comunidad afro, mientras que el manejo de las lanchas, salvavidas y asistencia durante los recorridos lo realizan miembros de la comunidad indígena. “Adicionalmente hay espectáculos de bailes tradicionales. Se hace un simulacro de carnaval y se invita al viajero a danzar con ellos. Las comunidades afro presentan una muestra musical, con sus arrullos, tambor y marimba”, contó Luis Carlos Paredes, director de Suma Selva.

Otro de los atractivos del departamento es la gastronomía. Entidades de cooperación internacional y el reconocido chef de la región Mauricio Velasco –quien tiene un emprendimiento de investigación de comida amazónica– vienen promoviendo capacitaciones dentro del territorio. La acogida ha sido tan grande que entre el 26 y 31 de julio se realizará el primer tour gastronómico por la paz.

Vichada ancestral

En el segundo departamento más grande de Colombia, al que sus ancestros se referían como witzara o ‘donde la sabana se convierte en selva’, trabaja desde hace diez años la asociación Matawani Deiyu, que ofrece la experiencia de turismo comunitario en la selva de Matavén, en el municipio de Cumaribo. “Tenemos un plan de ocho días, que se realiza entre enero y abril, y recibe 11 grupos, cada uno con diez turistas. El mayor atractivo es la pesca deportiva y, con ella, la pesca del pavón o tucunaré, un pez que cuidamos y protegemos de la pesca ilegal, incluso con el diseño de anzuelos que no le causen daño”, precisó Héctor Francisco Puentes, asesor de la comunidad.

Los viajeros llegan a Puerto Inírida, la capital del departamento de Guainía, desde donde se desplazan en un trayecto de dos horas por el río hacia la selva de Matavén, en el Vichada. Durante una semana realizan competencias y conocen de cerca la pesca ancestral. Al final, se premia al mejor pescador. El alojamiento es en un sitio estratégico dentro de la jurisdicción y para garantizar que no se les escape ningún detalle cuentan con el apoyo de 50 personas que trabajan como motoristas, guías, en la cocina y el hospedaje. “Uno de los objetivos de este proyecto es el apoyo económico para la educación y salud de las familias de nuestros colaboradores”, recalcó Puentes.

Sabiduría y tradición en Guainía

Josué Peña o Jota, como lo conocen, lidera con su familia Kenke Parque Natural de la Guainía, en la comunidad indígena Berrocal Vitina, de la étnia curripaco. El objetivo de Kenke (que significa conuco o porción de tierra en donde se cultivan los alimentos) es compartir la sabiduría y enseñanzas que recibieron de sus abuelos y ponerlos a disposición de los visitantes. “Llevamos al turista a cazar como los antepasados, con arco y flecha. Hacemos caminatas por los campos ancestrales de la Flor de Inírida y les hablamos de los roles del hombre y la mujer”, contó Jota.

Atarceder en el muelle de Inírida. | Foto: Archivo Semana

Para quienes disfrutan de la fotografía, el plan es adentrarse selva adentro para observar aves y ver de cerca al Hormiguero del Yapacana, símbolo del departamento. El alojamiento que acondicionaron es rural y consiste en una cabaña, hamacas y camping. La comida es un bufé típico a base de carnes y pescados. Su anhelo es lograr “replicar este modelo, que seamos un punto de partida para apostarle a esta nueva economía y dejar otras actividades que tanto daño han causado”, aseguró Jota.

La Asociación de Habitantes de la comunidad indígena El Venado también ofrece sus servicios a los turistas. Estos incluyen un recorrido de dos horas hasta la cima del cerro Mavicure, desde donde se observa un imponente paisaje. En este programa participan 83 familias, en cada una hay un guía y, según Caro, todos se turnan con respeto y profesionalismo.

Turismo comunitario en Caquetá

En este piedemonte andino-amazónico se han formado asociaciones como Corcaraño, conformada por campesinos que los fines de semana llevan sus cosechas a las plazas de mercado, en un colorido y típico festín. También está la Reserva Paraíso Amazónico, que cuenta con un trapiche para que los visitantes participen del proceso de elaboración de la panela: desde la molienda de la caña hasta ver y degustar los productos recién sacados del horno.

El turismo de ancestralidad también ha cobrado relevancia. En ello están trabajando comunidades como los huitotos, en la Maloka Clan Caimo. El plan que ofrecen incluye un viaje al pasado, gastronomía típica y artesanías. “Esperamos que a futuro se vuelva una industria que se respete y florezca. Eso sí, conservando la cultura y los escenarios naturales”, advirtió William Wilches, director del Museo Caquetá.

Vaupés, al natural

El misterio que encierra el departamento está en sus cerros, caños, cuevas y senderos. Son 27 las etnias que habitan este territorio y que desde hace algún tiempo vienen organizándose para ofrecer un servicio turístico seguro y de calidad. Los planes duran entre dos y cinco días, y se realizan en zonas muy cercanas a la capital, Mitú, debido a que solo hay un hospital y prefieren no correr riesgos. “Frente al río Vaupés está la comunidad de Cubay. Allí las familias muestran una de sus tradiciones ancestrales, la alfarería, enseñándole al viajero la técnica para elaborar ollas y utensilios de barro. Al final comparten un desayuno tradicional con ellos”, contó John Alexánder Trujillo, profesional de apoyo del sector de turismo en el territorio.

Otro de los planes es con la comunidad Yurupaí. Son viajes de hasta siete horas en lancha por el río Vaupés, que incluyen visitas para conocer otras etnias, disfrutar del paisaje y la gastronomía. “Nuestro objetivo es ofrecer seguridad al viajero y comprometer a las 254 comunidades en un turismo sostenible. Porque cada una de ellas tiene su motivo para visitar y mucha sabiduría para compartir”, concluyó Trujillo.

Guaviare: arte rupestre y flora

Un gran secreto comparten las comunidades del Guaviare con los viajeros: su arte rupestre, a través del cual dan a conocer un pasado de más de 12.000 años de historia. “Brindamos hospedaje en la vereda Nuevo Tolima, en tres fincas campestres con capacidad para 25 personas. Hacemos caminatas de casi dos kilómetros en un recorrido que incluye fauna, flora y arte rupestre”, detalló Duván Vera, intérprete local y líder operativo de turismo de la vereda Nuevo Tolima.

Yacimiento arqueológico Cerro Azul, Guaviare. | Foto: Getty Images

Andrés David Grisales, quien administra la finca Ecoturística Trankilandia (a 12 kilómetros de la capital del departamento), acompaña a los visitantes a través de este paradisiaco lugar que cuida y conserva como la niña de sus ojos: la Macarenia Clavigera, la planta marina más preciada de la región. “Llevamos 12 años de funcionamiento. Nuestros visitantes pasan un día con nosotros y realizan caminatas, almuerzan y visitan el imponente Caño Sabana, muy similar a Caño Cristales, pero de menor caudal. Eso sí, no entran a sus aguas, que son nuestro mayor tesoro”, reveló Grisales.

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