Desde hace más de una década en la localidad de Chapinero, en Bogotá, funciona un mercado aliado con el movimiento internacional Slow Food, el cual inspira proyectos similares en más de 70 países y busca salvaguardar las tradiciones gastronómicas, sus productos y maneras de cultivarlos. Yurany López, coordinadora del Mercado de la Tierra, explica que “el objetivo es que productores y consumidores se beneficien de las prácticas integrales, que no sean las personas que trabajan la tierra quienes tengan peores condiciones para su alimentación, sino que puedan abastecerse de las mismas cosechas que venden”.
Alineados a este propósito, cada domingo los productores le especifican a los clientes las condiciones de riego e insumos que utilizan para que sepan que el precio de los alimentos corresponde a un trabajo riguroso, transparente y justo. Iván Rincón, creador de Siembra por Metro, uno de los emprendimientos de producción desacelerada de frutas y verduras que se promocionan en el mercado, detalla que los que quieren es “ llegar directamente a los consumidores y llevar a cabo un ejercicio de sensibilización que les permite conocer las variedades de alimentos que se cultivan en nuestros territorios. Ofrecemos más de 50 variedades de productos que se producen a menos de una hora de Bogotá”.
Con respecto al propósito agroecológico del mercado, Daniel Bernal, nutricionista y estudioso de la seguridad alimentaria, afirma que estas iniciativas son positivas porque se basan en prácticas agrícolas que implementan procesos pensados en el bienestar de los ecosistemas. Por ejemplo, el mercado trabaja con cultivadores de Cundinamarca para llevar a cabo un proceso recíproco que permita vender en la sabana de Bogotá y minimice el impacto del transporte de alimentos. “Concientiza a todos los eslabones de la cadena por eso busca que los productores también se asuman como usuarios y conozcan a quién le compran los alimentos que ellos no pueden cultivar en este piso térmico”, explica Bernal.
El experto también detalla que el slow food nació para contrarrestar el fenómeno del fast food, es decir, el movimiento tiene como propósito convencer a las personas sobre la necesidad de que sean más conscientes de lo que comen, apoyen la producción local que se esfuerza por cultivar sin químicos. “A diferencia de los mercados tradicionales que en muchas ocasiones le permiten a los intermediarios llevarse gran parte de los créditos y la ganancia económica, estos proyectos se basan en el bienestar de la comunidad, esto incluye pagos justos para los productores y una postura política que apunta a lograr la garantía del derecho a la alimentación en el país”, puntualiza Bernal.
La trazabilidad del mercado y la honestidad de los cultivadores contribuye a mejorar las condiciones alimentarias. Miguel Andrés Mesa, uno de los compradores que se abastece semanalmente en el Mercado de la Tierra de Chapinero, asegura que consumir alimentos orgánicos que respetan el medioambiente es su aliciente para apoyar a los productores y aprender de cada una de las personas que hacen parte del proyecto. Mesa está convencido de que la promoción de alimentos locales contribuye a salvaguardar el patrimonio agroalimentario de las regiones colombianas.
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