Son seres diminutos, numerosos e imperceptibles al ojo humano (aunque están presentes en los suelos, el agua y la atmósfera -desde el punto más frío del planeta hasta el más cálido). También interactúan permanentemente con todos los seres vivos que habitamos en la tierra. Se trata de los microorganismos, los “pequeños gigantes” que podrían jugar un rol predominante para preservar el medioambiente.
Existen diversas formas, tipos y tamaños. Se estima que, por cada gramo de suelo, hay de 100 a 200 millones de individuos, según la revista ‘Elementos: ciencia y cultura’ (2020). Si estos se quieren abordar desde el aporte que han hecho directamente a los humanos, se puede pensar en la fabricación de medicamentos que contienen hongos, las “bacterias buenas” que tienen alimentos como los yogures -que proporcionan vitaminas- y las que son utilizadas en el proceso de elaboración de bebidas alcohólicas, como la cerveza y el vino.
Luego, desde un punto de vista ambiental, se debe resaltar que brindan servicios ecosistémicos fundamentales, como el control de plagas. Si bien los químicos son la opción más fácil y rápida de acabar con ellas, la afectación al entorno es muy alta, por lo que hacer un control biológico, en el que se hace uso de un organismo natural para exterminarlas, siempre será una mejor opción, teniendo en cuenta, además, que no tiene repercusiones en la salud humana ni de la fauna.
También son clave en el suministro de sustancias de nutrientes para las plantas. Los hongos micorrícicos, por ejemplo, están presentes en, aproximadamente, el 97% de las plantas terrestres y –además de facilitar la obtención de nutrientes que difícilmente lograrían conseguir en condiciones extremas- favorecen la producción de sus semillas y su crecimiento, por lo que cientos de árboles y diversidad de flora que encontramos en los bosques, en parte, se debe a la labor de estos organismos microscópicos.
Además, reducen la degradación de los suelos y tienen la capacidad de retener el agua en los mismos, manteniendo la vegetación natural, convirtiéndose en potenciales reforestadores de las selvas.
Adicionalmente, regulan los ciclos biogeoquímicos: en 2019, el estudio ‘La advertencia de los científicos a la humanidad: los microorganismos y el cambio climático’, de la ‘Revista Nature’, reveló que en entornos marinos “la producción primaria microbiana contribuye sustancialmente al secuestro de dióxido de carbono”, a la vez que mitigan la emisión de contaminantes y actúan como descomponedores de desechos orgánicos.
Como se sabe, la actividad humana actual tiene casi que desbordada la capacidad del planeta, pues cada vez se agotan más rápidamente los recursos naturales que la Tierra puede regenerar en un año. En ese sentido, reconocer las posibilidades que nos ofrecen los microorganismos es un paso fundamental que puede marcar la diferencia entre la prolongación de la vida o su posible final.
No obstante, uno de los grandes retos es, precisamente, destinar recursos para que se investigue más sobre la materia y así identificar de qué manera se pueden explotar las funciones clave de los microorganismos en beneficio del medioambiente como, por ejemplo, la generación de energía a partir del metano y la creación de tecnologías que permitan recuperar la biodiversidad y desarrollar nuevos fármacos a base de estos.
Igualmente, según miembros de la comunidad científica, los humedales artificiales podrían jugar un papel fundamental, pues servirían para producir biocombustible celulósico “utilizando nitrógeno residual del tratamiento de aguas residuales (…) si se utilizaran todos los residuos de China, se podría suministrar el equivalente al 7% del consumo de gasolina de ese país” (Revista Nature, 2019).
Valoramos lo que vemos con nuestros ojos e invisibilizamos lo que no es tangible para la vista humana, sin embargo, ¿te has llegado a preguntar qué requiere un bosque para que crezca? No solo se necesita de tierra, agua, sol y semillas para que surja la magia de la vida. Los microorganismos, como lo he señalado, hacen parte de procesos biológicos imprescindibles para el equilibrio ambiental. En últimas, contamos con la “empatía” de la naturaleza, que aporta permanentemente a la conservación de la vida.
*director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá
Twitter: @JDPalacioC
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