Una de las principales preocupaciones de los padres en los procesos de formación y ciclos naturales de la vida, una vez nacen sus hijos, es darse cuenta en qué momento están listos para empezar a caminar y hablar. Lo claro y natural es que todos, primero, balbuceamos y después damos nuestros primeros pasos, para hacer uso de la libertad que merecemos de desplazarnos de un lugar a otro, así al principio sea de manera lenta y torpe.

Cada vez las ciudades son más propicias para los peatones. Por ejemplo: eliminamos barreras para ser más incluyentes, pues hasta hace un tiempo la forma de cruzar los lugares peligrosos por la velocidad de los automotores se resolvía con puentes y hoy tenemos semáforos y pasos a nivel que suspenden los ciclos de conducción de los rodantes para que las personas crucen las calles, indistintamente de las limitaciones físicas que tengan. Esto significa que en la planificación somos asertivos, si solo pensamos en el bienestar humano y nuestra seguridad. Incluso, en el discurso, hemos manifestado que las vías deben ser para los transeúntes. ¡Y cómo no pensarlo, si caminar y transitar es la fiel expresión de comodidad y libertad!

Sin embargo, es hora de evidenciar que trasladarse no es solo de la gente, sino que también es una necesidad de la fauna. Sí, esa que incluso vemos en las zonas conurbadas, como las ciudades, conviviendo con nosotros y que son víctimas de atropellamientos cada día. Para hacernos una idea: más de 220 millones de animales silvestres mueren atropellados cada año en Europa, según un estudio científico de la organización Frontiers in Ecology.

En Colombia no tenemos cifras claras, pero algunos estudios han señalado que los mamíferos, aves y reptiles son las víctimas más frecuentes de esta situación. Y dentro de esos grupos, las zarigüeyas, sapos, gallinazos, zorro perros son las especies más afectadas en las carreteras del país.

Debido a estos hechos, se hace necesario pensar de manera más planificada el diseño de las ciudades y vías del territorio. Generalmente, con las obras de infraestructura se origina una fragmentación de los hábitats, pero si consolidamos unas verdaderas biodiverciudades, que integren armónicamente su planeación urbana con la riqueza natural, mantendríamos la competitividad, la calidad de vida de las personas y de las condiciones ambientales.

Así las cosas, es prioritario que en todo el planeta –y principalmente en nuestro país, que es el segundo con mayor biodiversidad en el mundo- construyamos pasos de fauna, que son estructuras como túneles, viaductos, puentes, escaleras, azoteas verdes y tendidos de cable o cuerda que permiten a los animales cruzar autopistas u obstáculos que interrumpen las conectividades naturales por el desarrollo que impulsamos los humanos. Estos son acondicionados con vegetación que permiten llegar a los hábitats adyacentes a la vía.

Pueden tener diversos diseños: subterráneos, a nivel y aéreos. Y, además de proteger a los animales, sirven para que entendamos que todos los seres sintientes deberían tener la oportunidad de gozar –como nosotros- de libertad a la hora de moverse, para mantener en equilibrio los servicios ecosistémicos que son imprescindibles para los humanos. Por ejemplo: gran parte de las especies que mueren atropelladas son dispersores de semillas.

¡Qué bueno sería ver pumas o zorro perros caminando tranquilamente por los corredores biológicos existentes y no muertos a un lado de las vías después de haber sido arrollados por carros y motos! ¡Qué bueno sería que las fotos y videos que publican en las redes sociales sean de la belleza natural que se logra obtener de las cámaras trampa y darnos cuenta de que la vida es una y que se debe cuidar en todos los casos en su máxima expresión!

Actualmente hay un proyecto de ley cursando en el Congreso de la República de Colombia, “por medio de la cual se establecen los pasos de fauna como una estrategia para implementar acciones en las vías terrestres para la prevención y mitigación de atropellamiento y cualquier otro tipo de daños o desmejoramiento del bienestar animal por causa de la construcción en una determinada vía y se dictan otras disposiciones”. El Gobierno nacional debería apoyarla y tramitarla lo más rápido posible porque cuidar el medioambiente debe ser un compromiso de todos: para la construcción de una política pública sólida que protege la vida silvestre se requiere del trabajo articulado del Estado, el sector privado y la ciudadanía.

Entre todos podemos escuchar, construir y no dividir, pues quien gana cuidando y conservando la fauna es el planeta. Es un tema de consciencia y responsabilidad ambiental pues ellos cuidan y aportan a nuestra existencia y nosotros debemos cuidar de ellos, como lo hacen nuestros padres en los primeros meses de vida -cuando aprendemos a caminar- e incluso en todo momento, aun después de llegar a la edad adulta.

*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá

@JDPalacioC

Lea también: Adoptar en vez de comprar, la estrategia que le cambió la vida a más de 700 perros y gatos en San Andrés, Providencia y municipios del Atlántico

Lea también: Así se ha transformado Bogotá en una ciudad más amigable para los perros