Por: Marcela Díaz Sandoval*
Yorleidy Parra Torres, 15 años, nació en Quibdó. Cursa noveno grado en el colegio Isaac Rodríguez del barrio El Reposo, una de las zonas más marginales de la ciudad, forma parte del reconocido colectivo de baile Black Boys y es una de las integrantes de la iniciativa Empowered Woman, de la Escuela de Robótica del Chocó. En febrero de 2020 recibió una noticia que la tomó por sorpresa: fue seleccionada entre las 15 jóvenes colombianas que viajarán a Houston (Estados Unidos) a conocer las instalaciones del Centro Espacial de la Nasa, donde sumará a sus conocimientos temas más complejos de robótica y programación.
“Esta es la oportunidad más grande que se me ha presentado en la vida. Cuando nos dieron la noticia mi mamá y yo no lo podíamos creer. La felicidad nos iba a matar. Mi mamá se puso a llorar y me dijo que se sentía muy orgullosa. El rector del colegio me felicitó y mis amigos de baile me animaron mucho, decían que iba a volver convertida en una estrella. El viaje se aplazó por la pandemia para abril”, cuenta Yorleidy.
— ¿Ha sido el momento más feliz de su vida?
— “Lo hubiera sido si mi papá y mi tío estuvieran conmigo celebrando este logro. A mi papá lo mataron hace dos años y a mi tío lo asesinaron tres días antes de que me dieran esta gran noticia. Él era como mi hermano mayor. Así que tuve que ir al cementerio a contarles lo que me estaba pasando”.
Las circunstancias que ha tenido que enfrentar Yorleidy a su corta edad no han logrado opacar la convicción que la define. “Ya logré perdonar a los que nos hicieron ese daño porque sé que el rencor no me deja avanzar. Aún no supero la muerte de mi tío, pero qué hago yo pensando en la venganza, en vez de eso estudio, porque estudiando soluciono muchas cosas que con la maldad no voy a poder hacer. Aunque me quitaron a mi papá, decidí seguir adelante”, cuenta mientras espera su turno para ensayar la coreografía.
Al igual que Yorleidy, son cientos los jóvenes quibdoseños y chocoanos que desde muy pequeños han tenido que enfrentarse a realidades violentas y desafiantes en su territorio. Y, aun así, la etapa más difícil resulta siendo la del perdón. Desde la Fundación para la Reconciliación explican que “el perdón tiene dos hermanas: la justicia que restaura y la compasión que fortalece. De hecho, el perdón es la auto-restauración más poderosa que un damnificado puede convidar. Sin este proceso, la víctima se queda víctima para siempre”.
En la Fundación también creen que es posible promover cambios culturales partiendo del quehacer cotidiano, promoviendo reflexiones y ejercicios prácticos que invitan a superar la parálisis que genera la violencia en las víctimas y victimarios.
Para contribuir a este proceso, la Coordinación de Víctimas de Quibdó trabaja en una iniciativa denominada Amor Desmenuzado. Ana Rosa Moreno Hinestroza, coordinadora de víctimas, explica que “la idea nació de una jornada de atención a las víctimas en la que muchos jóvenes nos manifestaron los vacíos afectivos y emocionales que tenían, y que al no encontrar el afecto en su hogar lo buscaban en la calle. Entonces lo que hacemos es brindarles ese amor y el cariño que necesitan, los motivamos a que escriban cartas, a que vuelvan a abrazar a su mamá y fortalecemos el rescate de esos valores que se han ido perdiendo”.
Moreno Hinestroza también advierte que “solo en Quibdó hay 34.000 víctimas, la mayoría provenientes de municipios cercanos e incluso de departamentos como el Valle del Cauca y Antioquia. En muchos casos, el trabajo va más allá de un tema económico y se enfoca en reparaciones mentales y emocionales”.
Precisamente en la Fundación para La Reconciliación parte de los esfuerzos se concentran en encontrar nuevas rutas que permitan superar las secuelas de los conflictos y aprender a manejarlos e incluso evitarlos. Para ello, advierten, resulta fundamental que “los individuos sean conscientes de sus acciones y adquieran habilidades ciudadanas que les permitan abordar los conflictos desde una perspectiva restauradora y dialógica”.
Andrew Serazin, presidente de Templeton World Charity Foundation y de Forgiveness Forum, reflexionó en un artículo publicado por la revista Time sobre los efectos positivos del perdón en la salud. “Existe evidencia de que las personas con una mayor propensión a perdonar tienden a tener mejor salud. Como cualquier rasgo humano, el perdón varía de una población a otra (…) La disposición al perdón se ha asociado con reducciones de ansiedad, depresión y otros trastornos psiquiátricos. Aún más sorprendente, las personas que perdonan tienen una respuesta cardiovascular más saludable al estrés”.
*Periodista
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