El hambre es un flagelo que tan solo en América Latina y el Caribe afecta a 42,5 millones de personas, según datos de Naciones Unidas. Aunque para Colombia esta situación no es ajena, desde hace varios años, diferentes instituciones y organizaciones sociales libran una batalla para erradicar por completo la problemática.
Gracias a este trabajo, las cifras de la FAO Colombia indican que, en la última década, el hambre ha cedido de una manera importante. Mientras en el periodo de 2004 a 2006 había 4,2 millones de colombianos subalimentados, entre 2016 y 2018 la cifra bajó a 2,4 millones de personas, que representan un 4,8 por ciento de la población.
Sin embargo, el país tiene varias tareas y retos pendientes. Además de reducir el índice de hambre, es necesario mejorar la nutrición en los más pequeños, pues cerca de medio millón de niños y niñas menores de 5 años tienen baja talla para su edad debido a falencias nutricionales.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible proponen como meta llevar a cero todas las formas de hambre y desnutrición en el territorio nacional para 2030. “Esta tarea implica promover prácticas agrícolas sostenibles a través del apoyo a los pequeños agricultores y el acceso igualitario a la tierra, la tecnología y los mercados”, señalan desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
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En este punto se concentran estrategias como ReSA, que desde hace 18 años promueve la seguridad alimentaria a través de huertas o diferentes modalidades de unidades productivas de autoconsumo. Con este programa también se busca promocionar hábitos de alimentación saludable por medio de la metodología Aprender Haciendo.
Susana Correa, directora de Prosperidad Social, entidad que promueve el proyecto, explica que se trata de “una solución en seguridad alimentaria a través de la producción de alimentos para el autoconsumo de miles de hogares”. La iniciativa está dirigida a poblaciones rurales y grupos étnicos de consejos comunitarios, cabildos o resguardos indígenas.
En cuanto al primer grupo, ReSA tiene como objetivo mejorar el acceso y el consumo de los alimentos mediante el fomento de huertas. Lo mismo sucede con las comunidades étnicas, pero con el complemento de varias estrategias que rescatan los productos locales y tradiciones culinarias ancestrales.
El programa brinda a sus beneficiarios, por más de un año, insumos agrícolas para el montaje de huertas, tanques de almacenamiento de agua, filtro purificadores de agua, huertas demostrativas y un acompañamiento a través de visitas de asistencia técnica, participación en eventos públicos como ferias agroalimentarias, entre otras actividades de intervención.
Tan solo en la zona norte del país, entre los departamentos de Sucre, Bolívar, Córdoba y Norte de Santander, cerca de 3.275 hogares de 15 municipios se han visto impactados positivamente por el proyecto. En varios de los casos, organizaciones como la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) apoyan los procesos.
“El programa me ha parecido muy bueno porque a través de las huertas caseras tenemos alimentos para nuestra familia. Además, nos permite tener la comida en nuestras casas a pesar de que estamos en medio de una pandemia”, comenta Milena Sánchez, una de las beneficiadas en Hacarí, Norte de Santander.
Aida Uribe, lideresa del pueblo indígena Macaguán, en el resguardo de San José de Macarieros, es otra de las beneficiarias de las huertas en Arauca. Cuenta que su etnia, una de las últimas seminómadas en el país, ha mejorado su seguridad alimentaria con este tipo de programas, a pesar de las amenazas de grupos armados que limitan sus costumbres de caza y pesca.
Esta liderea está al frente de los cultivos de caña, maíz y plátano, así como del galpón que produce huevos para el consumo de la comunidad. “Yo les digo a las demás que deben seguir adelante, que no podemos dejar acabar (los cultivos) y que debemos seguir cosechando y criando las aves para el consumo de todos”, cuenta Uribe.
El próximo 13 de agosto Prosperidad Social celebrará los 18 años del programa. Desde la entidad resaltan que en este tiempo la iniciativa ha llegado a los 32 departamentos del país, beneficiando a 1.294.607 hogares, que a su vez representan a cerca de 4,5 millones de colombianos. El promedio de inversión anual ha sido de 33.755 millones de pesos.
La celebración se llevará a cabo con varios mercados campesinos en diferentes departamentos. Adicionalmente se presentará la versión 2021 del proyecto Manos que Alimentan. “Con esta propuesta beneficiaremos a 7.000 familias de comunidades étnicas como aporte a la seguridad alimentaria y con excedentes para intercambio y comercialización”, concluye Susana Correa.
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