La ciudad se llama Cali. La ciudad tiene un río. Más o menos así comienza uno de los cuentos del inmortal Andrés Caicedo. Me lo contó su hermana Rosario y me pidió buscarlo. En el libro de cuentos, me dijo. Pero yo me quedé con esa frase, pensando que Andrés estaba equivocado, pues la ciudad no tiene un río. Tiene siete: Cali, Cauca, Pance, Cañaveralejo, Meléndez, Aguacatal y Lilí. Y por esos siete bajan pájaros todas las mañanas y en los árboles de sus orillas viven loros que gritan histéricos todas las tardes.

Cali se llama la ciudad y huele a flores. A lo que huele cuando llueve y sale el sol de nuevo. A tierra mojada. Y en esa tierra vive gente loca, que rompe estigmas, que anda por la vida como si nada importara más que caminar así, con ese desparpajo, por esa ciudad de pavimento hirviendo.

Esa gente es alegre, habla duro, tiene acento especial, heredado de los antepasados españoles, que reemplaza la J por la S y la N por la M, dice “ve”, “oís”, “mirá”, “vistes”; no pide el favor, habla golpeadito, parece regañando todo el tiempo, pero cuando uno entra en su universo de soles feroces, de cielos azules, de días ardientes, de tardes anaranjadas y de esa brisa de las cinco de la tarde que se mete por los balcones alborotando los manteles de las mesas, entiende por qué esa gente es así.

“Cali está en mí”, suspira Rosario Caicedo. “Que nunca se te olvide de dónde eres, decía mi mamá”. Andrés pudo universalizar la condición humana a través de Cali. Han pasado casi 50 años desde la publicación de ¡Que viva la música! y el libro sigue de moda. Él creó una estatua de Cali en su literatura. Tan sigue de moda que “Cali es la ciudad pilar del cine colombiano, donde se hizo la primera película sonora, la primera película política; donde surgió el grupo de Cali de Carlos Mayolo, Luis Ospina y Andrés Caicedo, semilla de todo lo que ha pasado en el cine colombiano. Cali es la ciudad de la fantasía, de los vampiros, del gótico tropical, de todo ese universo mitológico que representó la literatura de Andrés, que sigue siendo un ícono. Pero, además, Cali es una ciudad afro, capital del Pacífico, con toda su influencia cultural que nos toca. Cali tiene sangre indígena, española y, sobre todo, sangre afro, que nos conecta con la música, con prácticas paganas, con una alegría, una estética y una culinaria muy única. Sin lo afro no seríamos la ciudad que somos”, dijo Jorge Navas, cineasta y parte de ese movimiento contemporáneo junto con Simón Brand, Carlos Moreno, Andy Baiz y muchos más. La ciudad tiene, incluso, el primer museo cinematográfico de Colombia en plena Avenida Belalcázar, llamado Caliwood.

Rosario Caicedo, hermana de Andrés Caicedo, confiesa emocionada al hablar de su ciudad: “Cali está en mí”. | Foto: Carlos Julio Martínez

Esa Cali Solar también está en mí, es parte de mi ADN, de todo lo que he sido, lo que soy y lo que seré. Cali y yo somos una sola cosa, parte la una de la otra, conectadas en cada átomo. Y resulta que así es para muchos. “Cali significa el lugar donde se reúnen todos los vientos del Pacífico. No solo los que bajan por sus laderas en atardeceres de oro fundido, sino también los que hacen converger la diversidad cultural, las músicas, los talentos, los sabores y las visiones de la Región Pacífica. Eso es Cali como capital de una región espléndida que reúne aquí retos sociales y oportunidades económicas y culturales. Cali como epicentro de esperanzas y sueños realizables”, dijo Andrés Mompotes, director de El Tiempo.

Para Andrés Mompotes, director de El Tiempo, Cali es epicentro de esperanzas y sueños realizables. Capital de una región espléndida. | Foto: Juan Carlos Sierra

“Cali es infancia feliz, amigos del colegio, el clima, el deporte y la rumba. Cali es el sereno de la tarde, la pizza de Salerno, el sancocho de la casa, Compromiso Valle, La Tertulia y Delirio. Cali es su gente y la nostalgia de no estar allá”, aseguró el empresario David Yanovich. Y su esposa, la periodista María Elvira Arango, dice que “lo mejor que tiene Cali es que David es de allá, tengo la suerte de que él tiene la bacanería, que es totalmente caleña y un bailao sabroso. Me gusta la brisa de la tarde, el verde y la belleza de la vegetación”.

La vegetación. Esa vegetación exuberante que se mete por las puertas, por las ventanas, por el piso de las casas, de los almacenes, de los restaurantes y de los centros comerciales. Tan impresionante y tan resiliente. Cali tiene 276 árboles notables. Quizás el más icónico es el de La Tertulia. El museo no existe sin el samán ni el samán sin el museo. Esa vegetación hace parte de sus barrios viejos y del río que la atraviesa, del que salen serpientes, iguanas, zarigüeyas, guatines, aves de todos los colores y murciélagos de las fantasías del gótico tropical, que vuelan sobre sus aguas por las noches.

Para la periodista María Elvira Arango Cali es infancia feliz, deporte y rumba. “Lo mejor es que David -su esposo- es de allá”. | Foto: Daniel Reina

La vegetación y la arquitectura en Cali son una sola cosa. El tour imperdible inicia en el famoso Gato del maestro Tejada y sus más de 15 gatas, cruza el río y va hacia el Museo La Tertulia, diseñado por Manuel Lago que, junto con Jaime Sáenz, trajeron a Cali todo lo que aprendieron en la escuela arquitectónica norteamericana y europea. Ellos y Guillermo Garrido Tovar, el genio detrás del edificio de Coltabaco. Si uno lo observa con detenimiento, sus ventanas hacen juego con las barandas del Puente Ortiz. “Ese edificio tiene un lenguaje neo mudéjar, es decir, que toma elementos de lenguaje, en particular, de la Alhambra de Granada”, explicó Juan Ricardo Rey, historiador de arte, miembro del Grupo de Investigaciones de Arte Colombiano.

La Torre Mudéjar, la principal joya de Cali, “tiene que ver con una característica del Nuevo Reino de Granada que llevó a que el historiador español Enrique Marco Dorta hablara de ‘Colombia la mudéjar’. Es la única estructura externa que tiene estilo mudéjar, por lo que su valor es inmenso. El resto de obras de este estilo, existentes en Colombia, como el templo de San Juan Bautista de Pasto, la iglesia San Francisco y de La Concepción en Bogotá, la Catedral de Tunja, tienen techumbre, es decir, cubiertas. No es casualidad que el mote de Cali sea ‘la Sultana del Valle’, es decir, una noble árabe”, aseguró Rey.

En la Plaza de Caycedo y sus alrededores hay varios edificios de estilo Republicano, Neoclásico y Art Decó, desde el Palacio de Justicia, el edificio Otero y la Catedral, hasta el Hotel Astoria. En sus calles cercanas están el edificio Garcés, con su estilo Art Decó inconfundible, el Teatro Municipal y el Centro Cultural de Rogelio Salmona que en 1992 recibió el Premio Nacional de Arquitectura. Por ese centro de Cali he caminado mil quinientas veces y me he enamorado de él las mil quinientas. La última vez que lo hice fue de noche. Por todo el Bulevar del Río. ¿No te da miedo?, me preguntó alguien. Como si Cali fuera una de esas mujeres a las que todos los hombres les tienen pavor o como esa relación tóxica que Andrés tenía con ella. “La amaba y la odiaba al mismo tiempo. Quiso irse muchas veces. Pero fue Cali la ciudad que escogió para morir”, concluyó Rosario.

Cali tiene mujeres. “La alegría de la mujer caleña va en su ADN, le gusta arreglarse, verse bien, llevar las tendencias y el clima se presta para muchas cosas, es por eso que Cali es hoy por hoy la ciudad de la moda por excelencia y la que más diseñadores con proyección internacional tiene en Colombia: Johanna Ortíz, Andrés Otálora, María Elena Villamil, Renata Lozano, Cala de la Cruz, Juan de Dios y en joyería, Daniela Caicedo, Tres Almas y Mallarino”, dijo la empresaria Adriana Arboleda, abanderada de la moda en la ciudad.

De hecho, el clúster de la moda lo conforman 1.321 empresas, que solo en 2023 registraron ventas por más de 5,1 billones de pesos; representa el 11,2 por ciento de las exportaciones de moda del país y genera más de 100.000 empleos anualmente. Lo único que le falta a Cali es tener su propia semana de la moda, que la tuvo, pero desapareció. Porque diseñadores con talento y proyección, sobran en esta ciudad.

En Cali habitan más de 500 especies de aves. Es una de las ciudades con mayor riqueza de aves en el país. | Foto: Jorge Orozco

Cali tiene noches estrelladas. Y en esas noches hay gente que baila hasta el amanecer. Somos la capital de la salsa con Delirio, Mulato y las más de 127 escuelas de salsa que congregan 4.200 bailarines y capacitan a cerca de 5.000 estudiantes, según datos de la Alcaldía. Pero también es el sonido del Pacífico. El Festival Petronio Álvarez, que se realiza desde 1997, representa la diversidad cultural colombiana y ha prendido una fiesta afro que hoy trasciende fronteras. ¡Cuántas noches de viche!

Este es el ADN caleño, un universo tan único y tan romántico que tenemos una “portada al mar”, porque algunos dicen que lo único que le falta a Cali para ser perfecta es tener mar. Pero mar tenemos. Somos la portada hacia su magia. Cali es como el amor que describe nuestro adorado Andrés: “El amor es reconocerse más bello que todos, pero en el otro, es como un espejo de la risa, la imagen deformada que siempre hemos buscado”.

*Directora en Cali de la agencia de comunicaciones Libreta Personal.