Cuando a Verónica Ramírez le preguntaban qué quería ser de grande, ella respondía con un ramillete de profesiones. Sin embargo, la definición llegó con los años, cuando la antropología y geología le abrieron paso al mundo de las cavernas. Desde estas, Ramírez se ha dedicado a investigar los cambios climáticos de los últimos 100.000 años en Colombia, un trabajo que realiza al estudiar a fondo las estalagmitas que se han formado en la cueva Los Carracos, en el municipio del Peñón, Santander.

“La imagen que tenemos del interior de una caverna es que allí hay unas rocas que salen del techo, como si fueran góticas”, comenta Ramírez y señala que a estas formaciones se les denomina espeleotemas. “Hay varios tipos, los que crecen desde el techo hacia el suelo se llaman estalactitas y las que crecen desde el suelo en dirección al techo se llaman estalagmitas”, explica.

Estos últimos son los que Ramírez estudia principalmente; sin embargo, hay muchos tipos de espeleotemas: algunos muy finos, otros con forma de columnas o de pitillo. La investigadora señala que estas formaciones se crean por la interacción entre el agua que llega de la lluvia o por las reservas hídricas que hay en la parte superior de la caverna, que fluye entre las fisuras de la roca, en un proceso que puede tardar miles de años.

Al estudiar las estalagmitas, en el campo específico de la paleoclimatología, se pueden hacer relaciones de cómo ha cambiado la cantidad de lluvia en un área específica. “En nuestra investigación lo que hemos hecho es ver en los últimos 100.000 años cómo cambió la lluvia en la región centro-oriental de Colombia”, comenta Ramírez. Allí, han visto cómo el aumento o la disminución en los casquetes polares influye en las lluvias que llegan al país. “Lo que hacemos es ver todo el sistema climático y empezar a identificar cómo las cosas que pensamos que son muy lejanas también nos afectan”, añade.

Para la investigadora, no se puede hablar de un clima estable en la región, ya que se han presentado muchos cambios. “Por ejemplo, entre 60.000 y 30.000 años atrás hubo unos cambios muy fuertes que estuvieron asociados a la temperatura superficial del mar, donde se presentaron periodos más secos y húmedos, en ciclos muy cortos de 1.500 años”, afirma Ramírez y señala que esto estuvo relacionado con cambios en la temperatura de Groenlandia.

Veronica Ramírez (izquierda) es antropóloga y geóloga. Actualmente cursa sus estudios de posdoctorado en la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Aquí está junto Melissa Martinez, colombiana que trabaja con espeleotemas de Venezuela. | Foto: Cortesía Verónica Ramírez

Ramirez explica que como en los últimos 2.6 millones de años siempre han habido en la tierra casquetes polares, por lo menos en Groenlandia, es posible detectar cuál era la temperatura atmosférica y del agua cuando se formaron, al hacer un registro del hielo. De esta forma, se ve cómo ha cambiado la temperatura, si -por ejemplo- el agua era más o menos salada, entre otras características que permiten hacer relaciones. “Con lo que pasa en Groenlandia se han definido muchos eventos importantes a nivel global”, añade.

Para la investigadora, las cavernas son una posibilidad de mirar al pasado y conocer muchos datos que permiten el conocimiento en varias ramas del saber: la formación y las características de las cavidades interesan a los geógrafos y geólogos; los cursos subterráneos de agua a los hidrólogos; la fauna a los bioespeleólogos; los vestigios del hombre prehistórico a los antropólogos y arqueólogos y los fósiles de animales a los paleontólogos, entre otras.

Por esta razón es importante su cuidado. “Lo que más me duele de las cavernas en Colombia es que generalmente uno llega y todo está rayado, hay mucha basura, la gente coge las estalactitas o estalagmitas y se las lleva de recuerdo a la casa”, comenta Ramírez. En este contexto, destaca las iniciativas de turismo comunitario en torno a estas cavidades naturales. “Son proyectos muy bonitos donde las personas se interesan en realizar un turismo no destructivo, así que debemos apoyarlos”.

Colombia ha comenzado a profundizar en su estudio, a través de los desarrollos en los métodos de datación y secuenciación de ADN, que facilitan el entendimiento de todas las relaciones ecológicas que hay dentro de las cavernas; y de las geológicas, que permiten la creación de estos espacios. “Las cavernas son otro mundo, porque en ellas se pueden experimentar nuevas sensaciones, agudizar los sentidos”, concluye Ramírez.

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