“Si cierras los ojos y vas caminando, no te vas a perder: el olfato y el sonido te guiarán. Oirás vallenato y porro sabanero. Por cada local que pases escucharás la música que proviene de diversos radios que suenan al mismo tiempo. También sentirás el aroma del río. Si das un paso más podrás oler la gallina guisada y el sancocho de bocachico, y más adelante la paja seca de los canastos o el anís estrellado”. Así describe Humberto Buvoli, un arquitecto de 33 años que ha pasado toda su vida en Lorica, uno de sus recorridos habituales por el Mercado Público, el centro de comercio, reunión y memoria de este municipio cordobés, ubicado a 61,9 kilómetros de Montería.

El edificio de arquitectura republicana con ciertos visos árabes, que ocupa una manzana entera del centro histórico, fue construido en 1929 por mano de obra cartagenera y la iniciativa del vicario Lácides C. Bersal. Al menos eso aseguran los loriqueros, porque no hay registro escrito del hecho. Con esta edificación se quería mejorar la infraestructura del mercado popular del pueblo, que era tan solo un rancho rústico de madera. El recuerdo de aquellas épocas sigue vivo entre sus habitantes, quienes aún lo llaman el Ranchón.

“En esos tiempos la vía de transporte era el río Sinú y el mercado era un espectáculo porque tú llegabas en las embarcaciones y veías un edificio esplendoroso. Siempre fue un epicentro de encuentro, un sitio social. Hubo una época en que le llamaban el Salón Rosado porque ahí se celebraban fiestas populares y fandangos”, dice Luis Eduardo Puche, arquitecto y defensor patrimonial de la Academia de Historia de Córdoba. Este sitio era fundamental para abastecer de productos a Cartagena.

A partir de los años cincuenta, cuando se empezaron a construir las carreteras en Colombia, el transporte fluvial quedó relegado junto con el mercado. “Se convirtió en un sitio oscuro lleno de cantinas y depósitos”, recuerda Puche. Pero en 1996 la edificación fue declarada Monumento Nacional –el único que tiene el departamento de Córdoba– por el Ministerio de Educación. Y en 2005 el Ministerio de Cultura giró los primeros recursos para iniciar la recuperación de este espacio. “Se hizo en cuatro etapas que llegaron a su final en 2009, y que consistieron en el reforzamiento estructural y la restauración arquitectónica”, agrega Puche.

Hoy el Ranchón es otra historia. Se ha convertido en un mercado regional y artesanal donde se encuentran desde sarapas (un envuelto en hoja de bijao con arroz y carne guisada) y sancocho, hasta canastas, esteras y petates. Además, como dice Buvoli, “es el mejor punto para empezar el día en Lorica, para compartir un tinto por la mañana y estar enterado de lo que ocurre. Es una bendición que se haya recuperado”.

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