San Félix es la muestra viva de la resiliencia, la creatividad y la perseverancia. Sus habitantes, la mayoría sobrevivientes a los crudos años de la violencia, llevan más de cinco años trabajando para atraer a nuevos visitantes y hoy es habitual ver en las calles turistas extranjeros a caballo admirando los paisajes, recorriendo la ruta gastronómica o adoptando una palma de cera.

Este bello corregimiento se encuentra a tres horas en carro de Manizales y solo a 40 minutos del municipio caldense de Salamina, su cabecera municipal. Es conocido por muchos como el rincón cundiboyacense del norte de Caldas por su clima frío, propicio para los cultivos de papa y la producción de lácteos, y por sus diferencias culturales con otros municipios en los que crecen árboles frutales y se siembra café y plátano.

Juana Rodríguez Carmona, sanfeleña, licenciada en ciencias sociales, estudiante de historia y maestrante en estudios territoriales de la Universidad de Caldas, precisa que en el corregimiento hubo un movimiento migratorio y una colonización cundiboyacense ligada a la tradición del centro del país. “Esto generó un auge en las tradiciones de clima frío y un interés por el tejo”.

Hace más de 30 años los habitantes de San Félix vivieron momentos difíciles. En el departamento crecía la presencia de grupos armados ilegales y aunque todos se fueron desde 2002, Rodríguez Carmona asegura que este contexto es importante porque demuestra la resiliencia de sus habitantes que han impulsado el crecimiento del corregimiento.

“Es una población que fue relegada al olvido por la violencia, pero renacer después de esa etapa contribuyó a que las personas del pueblo le dieran el significado a la herencia cundiboyacense y del conflicto”, detalla Rodríguez Carmona.

El clima, los paisajes, los platos derivados de la papa y el uso típico de la ruana son algunos de sus principales atractivos. Además trabajan en la conservación de una zona en la que crecen palmas de cera, algunas desde hace más de 150 años, y otras que siembran los turistas, quienes pueden adoptar una palma.

El creador de esta experiencia, Jhon Alexander Abril, fundador del Mirador Valle de la Samaria y uno de los principales promotores del turismo en San Félix, cuenta que este proyecto inició hace cinco años. Desde entonces, asegura, han llegado más de 12.000 personas de unos 50 países.

En el mirador le apuestan al turismo personalizado, es decir, buscan que las personas puedan disfrutar de los recorridos educativos, aprendan a conservar la palma de cera y vivan una experiencia individual.

“El corregimiento se ha catalogado como “el pesebre de Caldas” porque los sanfeleños son personas amables y cordiales que están dispuestos a tender la mano a quien lo necesite. Cuenta con el hermoso bosque del Valle de la Samaria y personas que demuestran lo que es San Félix y Salamina”, asegura.

Los turistas también pueden conocer las rutas de ordeño, los procesos de producción de queso, leche y otros derivados. O, si lo prefieren, jugar tejo, recorrer el páramo, ver el nacimiento del río Guarinó, pescar trucha y realizar visitas guiadas para observar la fauna y flora típica de la región.

El padre Jairo Carmona, oriundo del corregimiento y autor del libro Historia y Anécdotas, un texto que reúne las características más atractivas de San Félix, cuenta que “hace 20 años ver un extranjero en la zona era como ver un dinosaurio”. Ahora es muy común encontrar en las calles a visitantes de otros países tomando fotos y conociendo.

“Nuestro corregimiento de San Félix es un lugar mágico, ejemplo vivo de resiliencia, pujanza, civismo. Es un remanso de paz. Este lugar de ensueño que se ha levantado pese a tantas dificultades es además ejemplo de emprendimiento empresarial para toda la región. Sus calles, paisajes majestuosos y la calidez de su gente son dignos de admirar y disfrutar. Palmas de cera centenarias engalanan sus montañas y hacen de este un lugar único y muy especial”, asegura Juan Pablo Ospina Rosas, alcalde de Salamina.

La unión ha hecho la fuerza en San Félix y tanto sus habitantes como quienes han estudiado la historia del corregimiento lo reconocen como un lugar único de Caldas.

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