Vamos en la dirección correcta para pasar la página y dejar, ojalá, solo en los libros de historia el registro de los devastadores efectos de la pandemia sobre el tejido familiar y empresarial. De sobra se sabe que en el sector de la construcción la llegada de la pandemia y las medidas de confinamiento generaron efectos críticos. Se frenó la ejecución de 2.500 proyectos, se cerraron 3.600salas de venta, más de 700.000 puestos de trabajo entraron en cese de actividades, con una consecuente caída del PIBd el sector de -30 por ciento. Sin embargo, con un tejido empresarial resiliente y comprometido, fuimos el primer sector en contar con un protocolo de bioseguridad en obras y el primer sector, no esencial, en reactivar sus actividades productivas. Nuestras empresas sostuvieron su dinámica comercial mediante canales virtuales, con 15.000 viviendas comercializadas entre abril y mayo.

Pasada la fase crítica de confinamiento hemos tenido una positiva senda de reactivación comercial en el mercado de vivienda nueva. Las ventas y lanzamientos de nuevos proyectos crecen a tasas superiores al 30 por ciento y el empleo en el sector volvió a recuperar las tasas prepandemia. Los determinantes de este positivo desempeño han sido, por un lado, una sólida política de vivienda, con credibilidad y oportunidades para la inversión de los hogares de menores ingresos. Por otro, un contexto de tasas de interés para la financiación de vivienda en mínimos históricos. A esto se suma una amplia y diversa oferta de proyectos en todo el territorio nacional, que mantiene el ideal colectivo de que comprar vivienda es la mejor opción de inversión y de fortalecimiento patrimonial.

El desafío es hacer sostenible esa realidad. No solo con la suficiencia de recursos para financiar los subsidios, sino con el decidido concurso de las entidades territoriales para habilitar suelo urbanizable. Otras formas de activar el sector son las grandes oportunidades en el desarrollo de proyectos exclusivos para la renta, modelo que toma cada vez más fuerza e interés entre las empresas e inversionistas. Igualmente, el desarrollo de proyectos para atender nichos del mercado como senior living y vivienda estudiantil.A este conjunto de oportunidades se suman nuevas dinámicas como todo el ecosistema de soluciones digitales, Proptech, (uso de la tecnología para refinar, mejorar o reinventar cualquier servicio dentro del sector inmobiliario).Cientos de emprendimientos brindan servicios tecnológicos para la construcción y la gestión de bienes inmuebles.Y por último, y no menos importante, la oportunidad de canalizar inversión de remesas a la vivienda, donde 5 millones de colombianos residentes en el exterior envían más de 8.000 millones de dólares anualmente, recursos claves para ampliar la frontera de inversión de nuestro sector. Por eso la vivienda demuestra una vez más ser un poderoso instrumento económico y social, que desde el entorno familiar, empresarial, regional y desde la política pública, seguirá haciendo de la crisis una fuente de oportunidades.

*Presidenta ejecutiva de Camacol.

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