Artista plástico de profesión, Hernán Jimébez terminó en el mundo de los negocios por azar y por el nacimiento de su primera hija María José, quien hoy ya tiene 18 años. Ella junto con su hijo Jacobo de 13 años, Emilia de 2 años y medio, Agustín, de 7 meses, y su esposa, con quien está desde hace 23 años, han sido el motor e inspiración de su empresa de entretenimiento nocturno (discotecas, bares, restaurantes y eventos) y el motivo para levantarse todos los días a trabajar y sortear los obstáculos que le ha dejado la pandemia.
Antes de empezar la emergencia sanitaria, tenía siete establecimientos: cinco en Bogotá, de los cuales tuvo que cerrar tres y sobrevivieron el restaurante bar Candelario en el Centro de la ciudad y Sabrosito, en la Calle 85; y dos restaurantes en Cartagena, llamados Espíritu Santo. “Desafortunadamente, algunos de estos no resistieron y tuvimos que cerrar tres en Bogotá. Realmente lo que más lamentamos es la pérdida de empleos que no pudimos sostener. Arrancamos la pandemia con un total de 110 empleados y bajamos a 45 personas. En este momento pudimos enganchar algunos adicionales y estamos trabajando con alrededor de 60 personas”.
Dado que su sector todavía no ha podido reactivarse completamente, las fiestas y los eventos llevan 15 meses sin poderse realizar, por ejemplo, ha tenido que hacer malabares para mantenerse a flote. Se acogieron a lo que pudieron: subsidios del gobierno, préstamos, que en su momento fueron un alivio, pero que hoy sufren porque ya se están empezando a cobrar o a acumular intereses sin tener aún una reactivación real.
“Yo sí estoy convencido de que la virtualidad no va a poder reemplazar el contacto físico que necesitamos: mirarnos a los ojos, compartir una comida juntos, bailar, besarnos. Todo eso va a volver, seguramente nos va a tomar un poco más de tiempo, pero entonces ahí estaremos cuando llegue el momento. Para los que nos gusta trabajar duro, si ya salimos adelante una vez, podremos volver a empezar muchas veces”, concluye.
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