Ceni Cortez viste un overol amarillo, botas negras y guantes verdes. A simple vista tiene el atuendo de alguien que va a manipular una sustancia peligrosa. En realidad es el uniforme que usa todos los días para extraer miel de las 21 colmenas que hoy le dan vida al emprendimiento familiar Apiarios el lago, que nació hace ocho años y en el que también participan activamente su esposo e hijas.
“Desde muy pequeña siempre me gustaron las abejas, pero nunca tuve una persona que me guiara”, cuenta Ceni, quien aprendió los principios básicos de la apicultura en un curso del Sena, gracias al cual finalmente tomó impulso para tener su propio apiario. “Las capturamos en lugares donde estaban causando problemas y las traíamos aquí”, recuerda.
El proyecto comenzó con ocho colmenas y aunque se perdieron cuatro durante el proceso, Ceni no desistió y siguió buscando la manera de aprender a garantizar un entorno saludable para estos insectos. “A medida que iba conociendo más también conservaba mejor a las abejas. Hoy ya llegamos a 21 colmenas”, comenta con orgullo.
El reconocimiento que recibió Apiarios el lago por parte de la Universidad Industrial de Santander (UIS) le permitió a Ceni inscribirlo para participar en el proyecto Honey Bee Impact, liderado por el científico colombiano German Perilla. “Él vino hasta La Primera, nuestra finca, para enseñarme una nueva metodología en el manejo de las abejas”, recuerda Ceni. Esas recomendaciones le permitieron pasar de producir 16 kilos de miel a 30 kilos por colmena al año.
Junto a Ceni, 20 apicultores más en tres municipios de Santander fueron capacitados con el apoyo del Banco BBVA y la Universidad George Mason, en donde Perilla es profesor. “Les dimos tres colmenas para abejas apis que estaban pintadas de amarillo, verde y azul, las cuales debían ser manejadas según una cartilla que les suministramos”, explica Perilla.
Los apicultores empezaron a notar que siguiendo las indicaciones de Perilla las colmenas producían mayor cantidad de miel en comparación con las técnicas que usualmente manejaban. “Sin decirles que cambiaran su forma, sino dejando que ellos mismos se dieran cuenta de los resultados pudimos cambiar la cultura apícola por técnicas más favorables para todos”, sostiene.
El programa ya se ha expandido a otros 12 municipios de Santander y hoy cuenta con 220 familias inscritas y 4 colegios participando. El único requisito es ser apicultor y campesino. “No admitimos personas que no tengan experiencia en esto porque la idea es apoyar a quienes tienen interés en aprender”, puntualiza Perilla y agrega que Honey Bee Impact se enfoca en la mujer rural. “Ellas son el motor del desarrollo comunitario”.
Este año esperan expandirse al departamento de Sucre, que tiene la mayor producción de miel del país y en donde hay interés de los apicultores por aprender técnicas con abejas apis y meliponicultura (abejas sin aguijón). El proyecto buscará crear en ese territorio una empresa social para evitar los intermediarios.
Perilla advierte que Colombia cuenta con la diversidad genética necesaria y el potencial para desarrollar líneas de producción adaptadas específicamente a cada región. “La oportunidad más grande que tiene el país es el campo porque es donde se produce la vida. Si lo incentivamos y le damos el valor que merece, tendremos futuro”, concluye.
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