¿De qué forma las empresas pueden aprovechar más el conocimiento que es capaz de generar la universidad?
ISABEL GUTIÉRREZ: Por ejemplo, el desarrollo de la ciencia es súper costoso; se requiere de mano de obra altamente calificada y de equipos y laboratorios de altísimo nivel, y esto es algo con lo que cuenta la universidad, que además está al servicio de las empresas. Sin embargo, es muy importante que las grandes industrias puedan estar en la capacidad de buscar en la universidad lo que necesitan, de llegarle con planteamientos a los investigadores.
¿Cómo ha venido avanzado Eafit en este proceso?
I.G.: Varias empresas que se han asentado en nuestro campus, como Argos y Premex, por mencionar dos casos, han llegado con propuestas de desarrollo en mente y con base en esto nuestros grupos de investigación desarrollan prototipos, de los cuales salen patentes y nuevos productos. Sin embargo, en el país cada vez más empresas tienen que aprovechar esa capacidad, no solo de la Eafit sino de otras universidades.
¿Cuáles de estos desarrollos de Eafit se destacan hoy por su impacto?
I.G.: Son muchos, pero podría mencionar, por ejemplo, el Sistema de Bicicletas Públicas del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que hoy se implementa en distintas ciudades del país, además del monitoreo de la calidad del aire. Adicionalmente, la Eafit produce nanopartículas y algunos de sus tejidos los usa el Metro de Medellín para el control de emisión de gases. Por ejemplo, en tiempos del covid-19 desarrollamos videolaringoscopios, respiradores y nutracéuticos, que daban la posibilidad de mejorar las condiciones del sistema inmune, entre otros productos.
¿De qué manera le aporta a la comunidad educativa esta sinergia entre la academia y el sector empresarial?
I.G.: A la formación de un liderazgo notable. Es por eso que es posible identificar en nuestros estudiantes y trabajadores personas con capacidad de conectarse, de hacerse visibles frente al otro, de jalonar procesos y generar transformaciones. Creemos que la presencia de empresas en el campus ha contribuido a consolidar este elemento diferenciador de la Universidad Eafit; como parte de nuestro propósito de influir en los procesos organizacionales, en los asuntos públicos, en el ecosistema de emprendimiento.
También ha sido determinante la diversificación de la oferta educativa…
I.G.: Absolutamente. La universidad de hoy brinda posibilidades distintas a un pregrado o a volverse ingeniero. Se aprende también con una certificación que entrega unas competencias específicas en cualquier momento de la vida. Como centro de pensamiento, en Eafit nos preguntarnos de forma permanente por las tendencias, lo que pasa en el mundo y lo que demanda el mercado laboral. Como respuesta a esos interrogantes creamos por una parte Nodo, para atender la demanda (entre 50 mil y 150 mil empleos) que surge debido al crecimiento exponencial de nuevas empresas basadas en tecnología, con una formación dirigida a personas que aún cursan el colegio hasta aquellas que quieren cambiar de trabajo. Por otra parte, desarrollamos todo un ecosistema de emprendimiento que incluso facilita las conexiones.
¿Qué tan efectiva está siendo esta estrategia para impulsar la empleabilidad?
I.G.: Tenemos resultados de empleabilidad muy sorprendentes, superiores al 80 por ciento, con estos programas de competencias digitales (backend, frontend, cybersecurity, nube o desarrollo de software) que pueden durar entre tres meses y un año. Tenemos estudiantes graduados en nuestras rutas de Nodo trabajando en las grandes compañías de tecnología, con salarios muy competitivos.
Ustedes también tienen un programa que no tiene evaluaciones dirigido a quienes buscan aprender de otros temas y por lo general ya están jubilados o en etapa de prejubilación…
I.G.: Saberes de Vida cumplió unos 20 años atendiendo a aquellas personas que están buscando el deleite intelectual y el amor por el ocio en Eafit. Es un programa que se cursa sin exámenes. Un día toman una clase sobre Imperio Otomano, otra noche van a un restaurante a conocer la gastronomía turca, y al mes siguiente se van de viaje a Turquía, con un profesor de Historia. Participan, incluso, freelancers que quieren dedicar algo de su tiempo al cultivo del espíritu.
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