El Museo del Vidrio de Bogotá es un museo vivo. Ubicado en una casa blanca en la localidad de San Cristóbal, este espacio de un solo piso conserva la historia de un material milenario y trascendental para la humanidad: el vidrio. Su colección guarda múltiples expresiones artísticas y utilitarias hechas con este material, además de una serie de relatos comunitarios sobre la práctica vidriera y artesana en Bogotá.
“Desde 2014 abrimos las puertas de la Casa La Eneida en San Cristóbal, que es patrimonio distrital. Esta exhibición es el resultado de la construcción participativa de la comunidad”, explicaron desde el museo.
Son seis las salas de exposición: Fuego, Vidrio, Eneida, Sílice, Tienda el Espejo y Taller Fenicia. Entre todas cuentan la historia del vidrio, sus múltiples posibilidades de uso y de expresión; las herramientas que se utilizan para su fabricación, entre otras cosas.
Los visitantes también pueden vivir una experiencia inmersiva con el vidrio y participar en el Taller Fenicia, en el que hay actividades dirigidas por maestros del vidrio como confección de collares y creación de vitrales.
“Somos un museo comunitario que trabaja con un patrimonio fundamental: los seres humanos que conservan la técnica del vidrio. Este año ya tenemos más de 50 personas referenciadas en el país. Además, la comunidad vidriera no es la única que se acerca, también participan mujeres o poblaciones vulnerables que, por medio de proyectos, se vuelven parte del museo”, subrayó Sandra Solano, su directora.
Cada una de las piezas de la colección de este museo cuenta una historia comunitaria: puede ser una copa, una lámpara o un vitral. Hace 10 años se hizo un llamado a la comunidad para que compartiera vidrios que estuvieran en buen estado y que contaran una historia. Luego, se reunieron maestros, artesanos y museólogos para determinar el lugar de las piezas.
“Mi proceso de aprendizaje empezó cuando tenía 14 años. Empecé como aprendiz con el señor Julio Forero, un soplador de los más antiguos. Fue de los primeros que empezó a hacer equipos de laboratorio en el país. En esa época él hacía avisos de neón, su especialidad era esa”, recordó Mario Maldonado, artista vidriero de la localidad.
Maldonado es un referente del arte del vidrio: muchas de las piezas que se exhiben en el museo son suyas. Incluso, su historia se cuenta en las paredes. Actualmente, los maestros que participan en las demostraciones del arte de vidrio con soplete fueron instruidos por Maldonado.
El maestro John Jairo Conde es uno de ellos. Lleva más de 30 años practicando el arte del vidrio con soplete y ahora su familia continuará el legado: su hijo adora el vidrio y el fuego.
“Esta técnica se trabaja con un soplete para vidrio. Yo lo hago con una pieza del museo que tiene más de 70 años. Trabajamos con gas propano de cilindro y con oxígeno. Se hace con un vidrio importado que soporta todos los cambios de temperatura. Es bastante plástico y no suelta químicos corrosivos”, afirmó Conde.
“No es un museo estático. El museo va hasta las personas con experiencias y sensibilización, contando esa historia de vida de los artesanos y artistas que trabajan el vidrio. Asimismo, se han formado agrupaciones como los Vigías del Patrimonio o los Amigos, que son personas que generan proyectos para la visibilización del museo”, agregó Solano.
Otro de los grupos que conservan el legado del museo es el de Mujeres Unidad en Acción Comunitaria, un grupo de mujeres que trabaja para que la talla de vidrio se mantenga vigente. Integrado por tatuadoras, literatas o artesanas, esta agrupación forja el espíritu comunitario y mantiene con vida la tradición.
“Las personas que conocen el museo se conectan con esos seres humanos y se dignifica el trabajo de los artesanos”, concluyó Solano.