El 80 por ciento de los psiquiatras en Colombia se encuentra en las ciudades, pero además hoy en día solo hay un profesional por cada 38.000 habitantes. Una realidad preocupante, pues las enfermedades mentales siguen siendo una epidemia silenciosa y trastornos como la ansiedad y la depresión son dos de las principales causas de discapacidad en el continente, según la Organización Panamericana de la Salud.
Esto ha generado que los especialistas enfrenten una demanda de consultas muy alta y se vean obligados a atender más pacientes en menos tiempo, lo cual afecta la calidad y continuidad de los tratamientos; además de dificultar su seguimiento.
Laura Ospina, psiquiatra y profesora asistente del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, explica que una de las causas es el número limitado de plazas de formación y de residencias. A esto se suma que en los pregrados de Medicina el entrenamiento en psiquiatría es muy básico.
También está el Síndrome de Burnout o Síndrome de Desgaste Ocupacional, una enfermedad laboral reconocida por la Organización Mundial de la Salud, que se ha vuelto cada vez más común entre estos profesionales. “Esta profesión tiene altas cargas emocionales a comparación de otras especialidades en medicina. Además del amplio relacionamiento con las familias de los pacientes, se requieren otros esfuerzos como realizar prescripciones médicas que necesitan cierta documentación”, señala Ospina.
Efectos en la población
No tener acceso oportuno a un especialista en salud mental se puede traducir en hospitalizaciones prolongadas, rehospitalizaciones y, en algunos casos, suicidios. Según Ospina, en promedio el tiempo de espera para una consulta psiquiátrica es de un mes en los adultos y entre 6 y 8 semanas para niños y adolescentes.
Para la psiquiatra Patricia Rodríguez otro de los efectos de la escasez de profesionales en salud mental es su distribución en el territorio. Según la Asociación Colombiana de Psiquiatría (ACP), la mayoría de especialistas (80 por ciento) se concentra en las ciudades capitales, dificultando o limitando el acceso a las consultas en los lugares más apartados. Esto afecta especialmente a las poblaciones vulnerables, los adultos mayores, niños y adolescentes, entre otros.
Laura Villamil, miembro de la ACP, advierte que no iniciar un proceso terapéutico y farmacológico adecuado por la imposibilidad de acceder a un psiquiatra puede terminar en desenláceses fatales como intentos de suicidio o suicidios consumados. Además una persona con síntomas psicóticos que no consulta a tiempo está condenada al deterioro cognitivo.
¿Por qué prefieren las ciudades?
El área de salud mental, en general, no cuenta con grandes recursos económicos y en muchos hospitales distritales se han cerrado las unidades. Villamil explica que como sociedad aún no se ha comprendido “el impacto social, económico y personal que puede generar que la población se enferme”. Pero además, asegura que en las zonas rurales o lugares apartados no siempre hay garantías laborales.
Muchas veces en los municipios los sueldos son similares a los de las ciudades, pero no se tiene en cuenta que los profesionales deben desplazarse e incurrir en otros gastos económicos que los terminan afectando. Por eso después de uno o dos años muchos terminan regresando a las áreas urbanas.
La baja inversión en salud mental se evidencia a nivel mundial. La OPS reporta que el gasto en servicios de salud mental representa un 2.8 por ciento del gasto total destinado a la salud en general. En países de bajos ingresos el presupuesto asignado a salud mental representa el 0.5 por ciento del presupuesto general en salud, mientras que en los países de altos ingresos este porcentaje asciende a 5.1 por ciento.
Educar en salud mental
“Si bien es cierto que hacen falta muchísimos psiquiatras en el país, la salud mental no debe depender de ellos. La psiquiatría es uno de los compenentes que acompaña a la psicología, el trabajo social, la terapia ocupacional, la educación, la recreación, la cultura y el deporte”, opina Miguel Ángel Sabogal, médico psiquiatra y presidente de la Asociación Colombiana de Salud Mental.
Por eso desde hace 19 años, esta institución se ha propuesto fortalecer la salud mental a través de la psicoeducación y de la formación de la población y de líderes comunitarios en diferentes sectores sociales, educativos, culturales, deportivos, espirituales y ONG.
Ospina comparte esta posición e, incluso, propone entrenar a agentes comunitarios como peluqueros, tenderos, madres o docentes en temas de salud mental y prevención del suicidio; realizar intervenciones en las comunidades y en las escuelas, y fortalecer aún más las consultas por telemedicina.
Uno de los objetivos del Ministerio de Salud es propiciar escenarios de conversación y construcción de acuerdos en el orden territorial e institucional. La meta es proteger, cuidar y promover la salud mental, sobre todo en un contexto de pospandemia y reconciliación para la paz.
Finalmente Rodríguez recuerda que una de las tareas pendientes es lograr disminuir el estigma que existe alrededor de la enfermedad mental, el cual hace que muchas personas no consulten o busquen ayuda a tiempo.
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