Fabián Gómez ha vivido en carne propia las historias que su abuelo le contaba sobre los avatares que debía sortear la gente de La Palma, Cundinamarca, su pueblo natal, para comercializar los alimentos producidos en sus fincas.
Conductor, hace una década, de un vehículo utilitario, Gómez viaja por diferentes lugares entre La Palma, Pacho, Yacopí y 56 veredas con el fin de transportar personas y productos como panela, plátano y yuca. A veces termina yendo a Bogotá, donde el costo del viaje le puede salir en más de 300.000 pesos.
“Esto es para guerreros”, dice Gómez, de 31 años. A diario se enfrenta al estado de las vías y al atraso que causan. “El problema grave es cuando hace invierno, porque las vías son verdaderos caminos de herradura, en los que el barro y las trochas hacen que cada viaje se vuelva eterno e inseguro”.
Manos a la obra
Gómez asegura que casi nunca se ha quedado enterrado en las cunetas, pero sí ha visto lo que les ha pasado a otros, quizás menos avezados. El dilema aquí, al igual que en el resto del país, es quién responde por los 142.284 kilómetros de vías terciarias.
El Departamento Nacional de Planeación (DNP) sostiene que las terciarias representan el 69,5 por ciento de total de las carreteras del país. De estas, 100.000 kilómetros son responsabilidad de los municipios, 27.577 kilómetros, de la Nación, y 13.959 kilómetros, de los departamentos.
En ese sentido, el director del Invías, Juan Esteban Gil, asegura que el Gobierno está comprometido con la conectividad entre el campo y los principales centros urbanos, y, para superar el hecho de que el 90 por ciento de estas vías se encuentran en mal estado, ha invertido un total de 3,7 billones de pesos en la ejecución de obras.
“Ahora la meta es hacerles mantenimiento a 30.000 kilómetros y mejorar 8.000 kilómetros de vías, de las cuales ya se han puesto al servicio 1.050 kilómetros”, afirma. A la fecha, se han financiado y se encuentran en ejecución 10.670 kilómetros y 62 puentes; de ese total, 10.237 kilómetros pertenecen a corredores municipales, y 433 kilómetros, a corredores departamentales.
Miles de colombianos necesitan con urgencia el cierre de esa brecha. Para Gómez, por ejemplo, llevar a alguien de La Palma a una vereda cercana debería tardarse solo diez minutos, pero puede durar hasta una hora en invierno.
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