EN LOS PRIMEROS DIAS DE MARZO DE 1976, Juan Pablo Montoya tocó por primera vez un timón. Tenía sólo seis meses de edad y su padre lo sentaba en sus piernas para que condujera, con el sueño de que algún día fuera campeón. Esta esperanza, que se le cumple a muy pocos padres, se le comenzó a materializar al de Juan Pablo cinco años más tarde, cuando el pequeño, de sólo seis, se hizo campeón nacional de karts en su categoría. Desde ese momento los triunfos de Juan Pablo en el mundo del kartismo se volvieron casi innumerables. Fue cuatro veces campeón nacional, tres subcampeón, y en seis ocasiones ocupó el primer lugar en Bogotá. Todo esto sin contar una gran cantidad de competencias en las que salió ganador. Además, como si fuera poco, ha sido el único piloto colombiano que ha clasificado a la final de un mundial de karts. Lo hizo en 1990 en Italia, cuando impuso el tiempo más rápido que hasta entonces se había hecho en la pista italiana. Sin embargo, el día de la competencia, mientras ocupaba los primeros lugares de la carrera, una falla mecánica lo obligó a retirarse. Esta hoja de vida impecable del piloto bogotano hizo que los expertos en automovilismo en Colombia siempre hablaran muy bien de él y vieran en Juan Pablo a una gran promesa que por fin acabaría con el mito de Roberto José Guerrero. Y es que para los especialistas, como Alfonso Cano Busquets, "Juan Pablo nació con la suerte de un ganador y tiene todas las condiciones para convertirse en un piloto muy importante a nivel internacional". No obstante, cuando en agosto de 1992 Pablo, su padre, solicitó un cupo para que su hijo participara en la Fórmula Renault, los grandes pilotos colombianos tuvieron una actitud de rechazo. Y era lógico, pues nadie creía que un joven de 16 años, que solo unos meses antes se le había medido a los carros y que no conocía la pista de Tocancipá, fuera un experto con las condiciones necesarias para participar en un torneo tan exigente como ese. Pero esta vez la suerte lo volvió a acompañar: era necesario conseguir a un corredor más para llenar los 18 cupos disponibles en la Fórmula. Y el único que estaba en lista era Juan Pablo. De esta forma logró medirse con los grandes del automovilismo nacional. Cuando todos esperaban que Montoya se chocara en las primeras vueltas de la competencia, el 4 de octubre de 1992 consiguió registrar el mejor tiempo en las prácticas. De las ocho válidas, resultó ganador en tres. Al final, ocupó el tercer puesto en la clasificación general de una competencia que lanzó a nivel profesional. Después participaría en la Copa Swift, en la que ganó siete de las 10 válidas, y en la Copa Lada, en la que ocupó el tercer lugar en la general. UN PILOTO CON ESTRELLALa pregunta que se hacen hoy muchos aficionados es de dónde y cómo salió un piloto con las cualidades de Montoya. La respuesta es sencilla: su familia ha estado siempre en el mundo del automovilismo. Su padre ha sido piloto durante más de 25 años. Participó en tres campeonatos mundiales de karts, fue subcampeón suramericano y en varias ocasiones compitió con el famoso corredor brasileño Ayrton Senna. Un tío, Diego Montoya, fue el piloto nacional más importante después de Roberto José Guerrero, cuando se metió en el noveno lugar en las 24 horas de Le Mans y ganó varias pruebas del campeonato IMSA de Estados Unidos, como Daytona y Riverside. Pero además de los consejos familiares, Juan Pablo tuvo como instructor a Vic Elford, un famoso piloto de los años 60 y 70, que ganó más de 30 carreras importantes como Le Mans y Daytona y que hoy es considerado una de las máximas autoridades mundiales en este deporte. Cuando Montoya estuvo en la escuela de Elford, en 1991, el piloto estadounidense quedó sorprendido con las cualidades del joven bogotano. "Llevo 27 años distando clases -dice Elford-. Y entre los pilotos que han pasado por mi academia, como Alain Prost y Michael Andretti, nunca había visto uno con tanta calidad. Montoya es un fuera de serie. Y sin temor a equivocarme, podría afirmar que Juan Pablo va a ser el campeón mundial de Fórmula 1 más joven de la historia. Incluso, pasando por encima de Emmerson Fittipaldi, quien lo fue a los 22 años". Estas afirmaciones, a los ojos de muchos, parecieron un poco optimistas. Finalmente se referían a un piloto que hasta el momento no había hecho nada que tuviera realmente relieve internacional. Pero el pasado domingo 27 de febrero en la primera válida del Campeonato Barber Saab, en el Gran Prix de Miami, Montoya, al ganar la carrera, demostró que está para grandes cosas. El despegue no ha sido nada fácil. Juan Pablo es un adolescente todavía metido en los libros de cálculo y química en el colegio San Tarsicio, de Bogotá, donde cursa undécimo grado. Aún no viaja en primera clase o en aviones privados, como los pilotos famosos: lo hace en aeronaves de carga. Pero vendrán tiempos mejores. "Montoya es un fenómeno en las pistas -dice Germán Mejía, director del programa radial 'Calentando Motores', de Caracol. Para la carrera en Miami, por ejemplo, si estudió la pista durante 10 minutos, fue mucho. Y cuando llegó la hora de competir, parecía que la hubiera manejado desde pequeño." Y es que la habilidad que tiene Montoya a la hora de conducir hace que muchos de sus adversarios digan que es un loco, un suicida. Pero Juan Pablo sabe muy bien lo que hace. Prueba de ello es que los pocos accidentes que ha tenido en su vida, cada uno de los cuales le han costado una fractura en su brazo izquierdo, fueron montando en patines. En las pistas nunca le ha pasado nada. El mismo Mejía dice que Juan Pablo es el único que puede jugar con el límite, y que quien lo pretenda hacer se accidenta, como le pasó al estadounidense Jerry Nadeau, cuando intentó pasarlo en la tercera vuelta del Gran Prix de Miami. Hoy por hoy, Juan Pablo Montoya es el piloto más importante del país. Si todo sigue así, los colombianos no se tendrán que conformar con los segundos ni con los terceros lugares que alcanzaba Guerrero y, hoy, Diego Guzmán. Por fin hay en el país un piloto que gane y que tenga la suficiente capacidad para ir a competir en las fórmulas de Estados Unidos cuando apenas lleva dos años conduciendo automóviles de carreras.Pero si Juan Pablo Montoya no teme vérselas con más de un rival de peso pesado en las pistas, su principal preocupación está fuera de los pits, pues para alcanzar un podio en los principales autódromos del mundo lo que realmente se necesita es dinero. Sólo las 12 válidas del campeonato Barber Saab cuestan más de 150 mil dólares, y eso que debe tenerse en cuenta que esta es la categoría más barata en el mundo del automovilismo. ¿Qué decir, entonces, cuando se comienza a soñar con la Fórmula 1?-