Mucho se habla de transición energética como respuesta a la crisis climática, pero poco debate se genera sobre la necesidad de una transición hídrica que permita adaptarse a la realidad del cambio climático. Mientras el camino de la transición energética está claramente trazado con el fortalecimiento de las capacidades de generación mediante las fuentes no convencionales de energías renovables, la transición hídrica es un tema incipiente.
Según el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos publicado en 2023, la demanda mundial del agua ha venido aumentando cerca de un 1% cada año en las últimas cuatro décadas y esta proyección se podría sostener hasta el 2050. El mismo informe -para la vigencia 2024- señala que aproximadamente la mitad de la población mundial sufre escasez severa de agua durante al menos una parte del año.
Si bien estas cifras nos ubican frente a un escenario preocupante con un aumento sostenido de la demanda de agua y reducción de su oferta, para algunos puede ser una lectura exagerada, alejada de la realidad de su territorio.
No obstante, basta con mirar las grandes urbes con estrés hídrico en los últimos años: Ciudad del Cabo (+4 millones de habitantes) tuvo una crisis severa en 2018 que llevó a las autoridades a declarar el “Día Cero” en el que se quedarían sin agua en las tuberías; Monterrey (+5 millones de habitantes) también tuvo “Día Cero” en 2022. Santiago de Chile (+8 millones de habitantes) lleva más de 10 años enfrentando de manera exitosa una sequía extrema. Ahora Bogotá se enfrenta a un desafío similar por primera vez en su historia reciente.
Las soluciones en torno a la adaptación a eventos de estrés hídrico se pueden focalizar en tres ejes: 1) Optimización de los consumos y reducción de las pérdidas. 2) Reutilización de las aguas residuales. 3) Aprovechamiento del agua lluvia e infraestructura verde.
Es importante señalar que según el Informe Sectorial de los Servicios Públicos Domiciliarios de Acueducto y Alcantarillado de la vigencia 2022 publicado por la Superservicios, Colombia consume cerca de 99 m3 por segundo de agua potable, de los cuales se pierden cerca del 47%. Esto se materializa en el Índice de Pérdidas por Usuario Facturado (IPUF) que es de 10,51 m3/suscriptor/mes para 2022, cifra que se ubica muy por encima de los 6 m3/suscriptor/mes que es el valor máximo definido en la regulación nacional.
Es necesario fortalecer la gestión institucional de los prestadores del servicio para reducir los consumos y las pérdidas de agua mediante el uso de tecnologías avanzadas soportadas en inteligencia artificial y trabajar en la gobernanza del agua con enfoque en el control de los desperdicios por parte de la población. Buenos ejemplos de control de pérdidas se encuentran en los sistemas de acueducto de Tunja y Palmira con IPUF cercanos a 4 m3/suscriptor/mes.
A 2022 Colombia generaba cerca de 105 m3 por segundo de aguas residuales, de las cuales eran tratadas el 44% en más de 700 sistemas de tratamiento. Actualmente se reutiliza menos del 6% de las aguas residuales tratadas en actividades asociadas a agricultura e industria (cerca de 2 m3 por segundo). Si bien estos resultados son positivos, es necesario iniciar un debate en torno a la reutilización del agua residual para consumo humano, lo que requiere la optimización de los sistemas de tratamiento, incluyendo tratamiento terciario (hoy sólo 19 plantas lo tienen) y la adopción en las edificaciones residenciales de sistemas de reuso de las aguas grises provenientes de lavamanos, lavaplatos, duchas y zonas de labores.
Pero más que esto, el verdadero cambio debe darse en nuestro comportamiento como ciudadanos, entendiendo que el agua es un recurso escaso en muchas zonas, por lo que debemos aceptar que, con el tratamiento adecuado, las aguas residuales pueden ser reusadas en nuestros hogares. No es un reto menor para un país en donde gran parte de su población no consume el agua potable directo del grifo, aún cuando en más del 50% de los municipios el agua es clasificada como apta para consumo humano.
Por su parte, el agua lluvia, más que nunca debe ser una aliada del desarrollo de las regiones. El ordenamiento territorial debe considerar aspectos relacionados con su almacenamiento y aprovechamiento mediante sistemas de drenaje urbano sostenibles que incluyan la construcción de infraestructura verde en las ciudades.
Las crisis a veces llegan de manera inesperada pero no es el caso de la crisis hídrica. Tomémonos el agua en serio.
*Por Judith Buelvas, directora de Veolia para Colombia y Panamá.