Imagínate por un momento que la vida no es esa lucha constante que muchos nos han hecho creer. No es una batalla épica en la que debemos convertirnos en guerreras, soportar las cargas más pesadas y salir victoriosas, sino algo mucho más amable, más liviano. ¿Qué pasaría sí, en lugar de “soportar” la vida, simplemente la “sostenemos”? Suena diferente, ¿verdad? Suena a que puede ser un juego. Quiero invitarte a resignificar algunas palabras y conceptos que, sin darnos cuenta, nos están haciendo la vida más pesada de lo necesario.
La neurociencia del lenguaje: más que palabras
Desde la neurociencia, sabemos que las palabras que usamos no solo comunican, sino que moldean nuestra realidad. El cerebro no es indiferente a la forma en que hablamos de nuestras experiencias; responde con reacciones químicas y emocionales que afectan nuestro estado de ánimo y nuestras decisiones. Por eso, decir “tengo que sanar” puede hacernos sentir como si estuviéramos enfermas, cuando en realidad estamos evolucionando y descubriendo nuevas posibles historias de nosotras mismas.
Esta capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar con nuestras palabras y pensamientos se llama neuroplasticidad. Resignificar el lenguaje con el que nos hablamos puede transformar la forma en que vivimos, llevándonos de una perspectiva de carga a una de liviandad.
Del sacrificio a la inversión: cambiando el chip
Otro ejemplo: “Trabaja duro y lo lograrás.” Esta frase, tan repetida, suena como una sentencia: debes sufrir, sacrificarte, dejar el alma en ello. Pero, ¿y si en lugar de hablar de “trabajo duro” hablamos de “dedicación constante”? Lo primero suena agotador; lo segundo, más como una inversión en lo que realmente importa. Y es que trabajar duro no garantiza el éxito, pero dedicarnos de manera inteligente a lo que amamos, sí.
Al resignificar el “sacrificio” como una “inversión,” cambiamos la carga emocional que esas palabras llevan consigo. Una inversión implica un retorno, crecimiento y expansión, mientras que el sacrificio suena a pérdida.
Fluir en lugar de luchar: cambiando la metáfora
También es crucial cómo percibimos nuestras dificultades. Se nos dice que tenemos que “luchar” contra las adversidades, pero la lucha sugiere resistencia, una pelea constante que desgasta y agota y tensiona el cuerpo al permanecer en modo “fight”. Si, en cambio, optamos por “fluir,” elegimos movernos con las corrientes de la vida, en lugar de contra ellas. Fluir no significa rendirse; significa adaptarse, aprovechar la energía de lo que nos rodea y dirigirla hacia donde queremos ir.
Este cambio de perspectiva nos permite ver las dificultades no como enemigos a vencer, sino como oportunidades para crecer y evolucionar.
Resignificar nuestras creencias: del defecto al asombro
Hay una palabra en particular que me gustaría resignificar: “sanar.” Decir que debemos sanar propone que algo está roto en nosotras. Pero, ¿y si en lugar de sanar, nos dedicamos a descubrirnos? Conocernos a nosotras mismas no debería ser una tarea que emprendemos porque algo está mal, sino porque es asombroso. El autoconocimiento es un viaje increíble, no una búsqueda para reparar defectos.
En esta resignificación, no estamos ignorando los desafíos, pero podemos cambiar la narrativa que dice que estamos defectuosas. Es aquí donde te invito a “jugar” resignificando la creencia de verte “CREíDA” y no ver esta palabra desde lo que aprendimos, sino como una afirmación de ser una mujer excesivamente orgullosa de sí misma, que se ve segura y capaz, y que hace visible lo posible. Ser “CREíDA” es saber que somos mujeres que creen en sí mismas y que, desde ese lugar de seguridad, pueden dar lo mejor al mundo. En otras palabras, ser “CREíDA” significa CREER en ti misma Y DAR desde ese poder interior.
La resignificación: una herramienta de empoderamiento
Este proceso de resignificación no es simplemente un ejercicio de semántica. Es una herramienta de empoderamiento que nos permite elegir cómo queremos vivir nuestras vidas. Como empresarias y líderes, a menudo nos encontramos en situaciones que requieren fuerza, determinación y resiliencia. Pero la verdadera fuerza no está en soportar cargas inmensas, sino en sostener lo que realmente importa con liviandad y gracia.
Así que no te digas más que eres una guerrera, porque no viniste a luchar la vida, sino a disfrutarla. No es cuestión de soportar, sino de sostener con elegancia y serenidad lo que realmente importa. Elige resignificar cada experiencia, convirtiendo la vida en un juego donde el poder está en cómo decides jugarlo.
Al final del día, se trata de saber que ese día pudo haber sido el último y que la experiencia vivida fue una elección tuya. Asegúrate de que cada momento cuente y que tu vida sea una celebración, no una batalla. En esa elección, reside nuestra verdadera libertad.
Por: Gloria Alzate, CEO Gloria Alzate Coaching & Mentoring - CREÍDAS