Hace algunos años, cuando asumí la posición de liderazgo en una empresa dedicada a la investigación y desarrollo de productos naturales para la salud y el cuidado personal, me embarqué en un viaje emocionante, pero también lleno de desafíos. Ser líder en un sector competitivo como el nuestro requiere valentía, determinación y, sobre todo, resiliencia para enfrentar cada reto. Sin embargo, una de las lecciones más valiosas que he aprendido en este proceso es que el liderazgo no tiene que ser un camino solitario. Al contrario, contar con una red de apoyo sólido ha sido esencial para mi crecimiento personal y profesional.
Las redes de apoyo, especialmente entre mujeres, tienen el poder de transformarnos, impulsarnos y recordarnos que no estamos solas en este camino. A lo largo de mi carrera, he tenido el privilegio de construir y preservar relaciones con mujeres excepcionales, que no solo han enriquecido mi vida, sino que también han sido claves en mi desarrollo como líder. Estas conexiones han sido más que contactos profesionales; han sido verdaderos lazos de sororidad, en los que encuentro inspiración y colegaje.
Uno de los primeros obstáculos que enfrentamos muchas mujeres cuando llegamos a posiciones de liderazgo es la creencia de que debemos demostrar que podemos con todo sin permitirnos ser vulnerables, que podemos resolver cada problema sin apoyo externo. Esa presión puede llevarnos al agotamiento y desconectarnos de nosotras mismas y de quienes podrían ser un gran respaldo. Personalmente, al inicio de este camino, me costaba pedir ayuda; sentía que debía enfrentar los desafíos sola para demostrar que era capaz de dirigir. Fue entonces cuando una mentora —una mujer con experiencia en transformar el comportamiento humano asociado al propósito—, me enseñó algo que cambió mi vida: el valor de las conexiones de valor.
Esta mentoría me ayudó a apelar a la vulnerabilidad y a comprender que el liderazgo se trata también de reconocer nuestras limitaciones y aprender de quienes tienen conocimientos que nosotras aún no dominamos. Desde entonces, he incorporado a mi estilo de liderazgo la buena práctica de pedir ayuda o levantar la mano, así como de ofrecerla cuando alguien la necesita y está dispuesto a recibirla. Esto me ha permitido descubrir un universo de ideas, perspectivas y experiencias que enriquecen mi visión y me permiten tomar mejores decisiones.
Construir redes de apoyo entre nosotras, como el caso del Círculo de Mujeres, no se trata solo de buscar respaldo, sino de crear un entorno donde podamos celebrarnos mutuamente y trabajar juntas hacia metas comunes. Gracias a esta iniciativa, he conocido a mujeres increíbles, algunas en etapas tempranas de su carrera y otras en posiciones de liderazgo consolidado, quienes me han inspirado y enseñado lecciones invaluables. Cada encuentro es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento mutuo, y cada colaboración nos fortalece no solo como líderes, sino como mujeres.
Es por eso que en la compañía que lidero, el apoyo, el aprendizaje y la colaboración son parte fundamental de nuestra cultura. Nos esforzamos por crear un ambiente en el que cada persona pueda sentirse en un entorno seguro en donde se valora tanto el proceso de aprendizaje como el resultado, porque el foco está en aprender y evolucionar. Esta filosofía no se limita a nuestro equipo, sino que se extiende a nuestras relaciones con otras organizaciones.
Mantener una red de apoyo sólida requiere tiempo y dedicación. Estas relaciones no pueden construirse ni mantenerse de forma superficial. Es necesario dar tanto como se recibe, interesarnos genuinamente por los logros y dificultades de quienes nos rodean y estar dispuestas a apoyar cuando sea necesario. Al igual que en la empresa cuidamos cada detalle en el desarrollo de nuestros productos, las relaciones deben ser cultivadas.
A lo largo de mi trayectoria, he aprendido que el verdadero éxito no se mide solo en términos personales, sino en el impacto positivo que podemos generar al apoyar a otras personas en su propio recorrido. En las redes de apoyo mutuo, el liderazgo femenino encuentra una de sus fortalezas más profundas, una que nos permite seguir creciendo y avanzando juntas.
Por: Diana Díaz Castilla, gerente general de Inbiotech