No es un secreto que la industria de la seguridad ha sido históricamente un sector dominado por hombres. Hasta hace muy poco, las posiciones operativas y estratégicas estaban casi completamente reservadas para ellos, mientras que las mujeres ocupaban principalmente roles de apoyo en áreas administrativas o de atención al cliente. Esta división reflejaba la visión tradicional sobre los roles de género, que impactaba, sin duda, también el mundo profesional.
Por fortuna y de una manera inesperada, la vida me ha llevado a ser protagonista de la transformación de esta industria. Soy médica de profesión y al comienzo de mi carrera ejercía en la compañía americana Seguridad Burns, con sede en Colombia y liderada inicialmente por mi tío y luego por mi padre, coroneles retirados del Ejército Nacional. Ante el fallecimiento de mi padre, me vi obligada a asumir las riendas de la organización que entró en una profunda crisis financiera tras su partida. Tuve que encarar las deudas con los proveedores y el reto de garantizar el salario de los empleados, con la idea de que no estaría al frente por más de tres meses.
Esa corta proyección se convirtió en 18 años. La compra en Estados Unidos del Grupo Securitas a Burns fue el salvavidas para la compañía. Permanecí a la cabeza por decisión de los nuevos dueños y durante 12 años fui la única mujer liderando un país, dentro de las diferentes sedes del conglomerado de origen sueco. Sin duda la mirada crítica sobre mi capacidad por ser mujer y no provenir de un entorno tradicionalmente asociado a la seguridad era constante. No solo estaba liderando una empresa de seguridad, sino que lo hacía siendo médica, un campo completamente distinto.
Hoy, cuando miro hacia atrás, tengo la certeza de que la clave para avanzar en este camino desafiante ha sido siempre la misma: autoconfianza. Sabía que nadie me iba a dar el lugar si yo no lo tomaba por mí misma. Fue este enfoque el que me permitió ganarme el respeto de mis colegas, y de esta manera, demostrar que la capacidad no tiene género. Los años de trabajo me enseñaron que la transformación no solo depende de las políticas o las normas empresariales, sino de la perseverancia y la creencia firme en mis propias habilidades.
Predicción y no reacción, clave del enfoque femenino a la seguridad
En este proceso de cambio, una de las razones clave por las que las mujeres pueden y deben ocupar posiciones de liderazgo en la industria de la seguridad, tiene que ver con un aspecto fundamental de la estrategia corporativa: la protección. La seguridad en el ámbito tradicional se entiende muchas veces de manera reactiva: enfrentar el peligro cuando ya se ha manifestado.
Las mujeres, especialmente en roles de liderazgo, tienden a tener una visión holística de los problemas, priorizando el análisis preventivo sobre la reacción ante los hechos. Es aquí donde la perspectiva femenina tiene un valor único: una capacidad para liderar con empatía, tomando decisiones que no solo consideran el riesgo, sino el bienestar general de las personas y las organizaciones.
Esta capacidad de ser predictiva y no reactiva se refleja también en la forma en que las mujeres pueden ser la imagen de la empresa de seguridad. Ya no se trata solo de resguardar lo que ya ha sido amenazado, sino de prevenir, de crear entornos seguros y de aportar una visión más inclusiva y consciente a la industria. ¡Somos la nueva cara de la seguridad!
Hoy en día, puedo decir con orgullo que no solo he sido parte de este cambio, sino que también he sido testigo de cómo la industria está abriendo más espacios para que más mujeres lideren y definan el futuro del sector.
El camino hacia la igualdad de género en la seguridad está lejos de ser fácil, pero con esfuerzo, autoconfianza y políticas inclusivas, estamos construyendo una industria más equitativa y representativa para las generaciones venideras.
Sandra Carvajal Villamizar, country president de Securitas Colombia y Ecuador