En el complejo tapiz de la vida empresarial y personal, las mujeres navegamos por un laberinto de desafíos, muchos de los cuales se esconden en las sombras de los sesgos inconscientes.
Estos prejuicios arraigados, tanto en nosotras mismas como en los demás, pueden frenar nuestro avance, minar nuestra confianza y limitar nuestras oportunidades.
Es hora de arrojar luz sobre estos obstáculos invisibles y no solo empoderarnos, sino tomar acción frente a los demás, para romper las barreras que nos impiden alcanzar nuestro máximo potencial.
Del primero que quiero hablar es del sesgo de la doble carga en el que la expectativa de que las mujeres cumplan con las responsabilidades domésticas y de cuidado, además de sus responsabilidades profesionales, puede limitar su avance y oportunidades en el trabajo.
En el sesgo de la falta de confianza, la tendencia a subestimar las habilidades y conocimientos de las mujeres, puede llevar a que se les nieguen oportunidades o se les asignen tareas menos desafiantes.
En el sesgo de la interrupción existe una tendencia a interrumpir o ignorar las ideas y opiniones de las mujeres en reuniones o conversaciones, lo que puede socavar su confianza y limitar su participación. Este sesgo tiene mucho que ver con el sesgo de la explicación, en el cual los hombres tienden a explicarle a las mujeres el “otras palabras” lo que ellas mismas han dicho, para que los “otros entiendan” o lo que otros han dicho “para que ella entienda”.
Un sesgo del que poco se habla es del sesgo de la edad (edadismo) que consiste en a discriminación basada en la edad, que puede afectar a las mujeres de manera desproporcionada, especialmente a medida que envejecen y se enfrentan a estereotipos sobre su apariencia, capacidad y relevancia.
El sesgo de confirmación refuerza estas creencias, ya que tendemos a buscar información que respalde nuestras ideas preconcebidas, ignorando la evidencia que las contradice.
El sesgo de atribución también juega un papel, ya que a menudo atribuimos los éxitos de las mujeres a factores externos, como la suerte, mientras que los éxitos de los hombres se atribuyen a su talento y habilidad.
El sesgo del halo es otro obstáculo insidioso en la medida en que se juzga a una mujer por solo una característica de ella, lo que puede llevar a una evaluación superficial de sus verdaderas capacidades.
Por el contrario, el sesgo de los cuernos puede llevar a que se juzgue negativamente a una mujer por una sola característica negativa, como ser percibida como “difícil” o “mandona”.
El sesgo de afinidad puede llevar a que las mujeres sean excluidas de oportunidades importantes, ya que tendemos a favorecer a aquellos que son similares a nosotros.
El sesgo de la belleza puede llevar a que las mujeres sean juzgadas más por su apariencia que por sus logros, mientras que el sesgo de la maternidad puede hacer que se asuma que las mujeres con hijos son menos comprometidas con su carrera.
Finalmente, no puedo dejar de referirme a los sesgos más conocidos, pero que se encuentran, desafortunadamente, muy arraigados en nuestra sociedad.
El sesgo del techo de cristal es una barrera invisible que impide que las mujeres alcancen los niveles más altos de liderazgo. Aunque hemos logrado avances significativos en la igualdad de género, todavía queda mucho por hacer para romper este techo y crear un mundo en el que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres.
El sesgo de los pisos pegajosos dificulta que las mujeres asciendan en sus carreras, manteniéndolas atrapadas en puestos de bajo nivel o con pocas oportunidades de crecimiento.
Por otro lado, el sesgo de las escaleras rotas puede limitar el acceso de las mujeres a roles de liderazgo, ya que a menudo se les niega la oportunidad de adquirir la experiencia y las habilidades necesarias para ascender.
Es crucial reconocer que estos sesgos no son solo un problema externo, sino que también pueden internalizarse, llevándonos a dudar de nosotras mismas y a limitar nuestras propias aspiraciones. Es hora de desafiar estos prejuicios, tanto dentro como fuera de nosotras, y de crear un futuro en el que todas las mujeres puedan prosperar y alcanzar su máximo potencial.
La lucha contra los sesgos inconscientes requiere un esfuerzo continuo y multifacético. Debemos educarnos sobre estos prejuicios, cuestionar nuestras propias creencias y desafiar las normas sociales que perpetúan la desigualdad. Al trabajar juntas y apoyarnos mutuamente, podemos crear un mundo más justo e igualitario para todas las mujeres.
Por: Claudia Sterling, vicepresidenta de Asuntos Corporativos y Comunicaciones de FEMSA Salud en Colombia