Santiago Arias no tuvo un apego especial con el balón. En los primeros años de la infancia solo quería jugar a los carros con su amigo Jorge Andrés Arteaga, el amigo que perduró hasta la fama. A los 6 años, cuando entró a estudiar al Colegio Calasanz de Medellín –por donde pasaron Andrés Escobar, David González y Alexis García–, su papá Raúl Arias lo animó a estrenarse en el fútbol.Mónica Naranjo, la madre, tiene en su apartamento una pequeña sala de estar donde aparecen las huellas del milagro: fotos en la pared donde Santiago carga trofeos, lleva medallas en el pecho, se ve congelado en medio de una carrera por el balón. Cuenta que en el colegio su hijo también entrenaba atletismo y solía ganar todas las carreras. El profesor Luis Fernando Zapata Sierra, su primer técnico, vio en Santiago Arias la habilidad latente: “Al mismo tiempo que era futbolista corría y se ganó el apodo de la Gacela”.Vea aquí el especial multimedia El valor del fútbol de SEMANA y Canal CapitalCuando tenía 15 años Santiago entró a jugar con el Club Alexis García en 2007, una de las canteras más importantes del fútbol paisa, donde se formó con miras a convertirse en un jugador profesional. Allí lo entrenó Ceferino García, quien estuvo a su lado por dos años hasta que se lo recomendó a su hermano Alexis. “En la mañana del día del debut de Santiago murió el papá”. Santiago pasó el luto, pensó en dejarlo todo, pero resistió y continuó.

Luego vinieron los triunfos: estuvo dos años en La Equidad. En 2011 el Sporting de Lisboa se lo llevó a Europa, donde jugó con el equipo de segunda; sin embargo, brilló en el torneo Esperanzas de Toulon, que ganó la Selección Colombia Sub-20. Así terminó en el holandés PSV Eindhoven por 1,6 millones de euros. Allí se convirtió en un ídolo y en un infaltable en la Selección Colombia.