La mayoría del Congreso del Perú estuvo de acuerdo en destituir a Pedro Castillo de su puesto como presidente de la república. Sin embargo, para suerte del mandatario los votos no alcanzaron: 55 votos votaron por la vacancia, 54 en contra y 19 se abstuvieron. Pero eran necesarios 87 votos, muy lejos de lo que se consiguió.
Castillo respiró aliviado al no tener que ser obligado a dejar la presidencia en su segundo intento de vacancia. En su discurso de defensa resaltó sus logros en el agro y en el plan de vacunación. Sin embargo, la oposición lo acusa de corrupción, vínculos con el terrorismo y de incapacidad moral. Todo terminó de estallar con las denuncias de que sus sobrinos estaban manejando los contratos en el Ministerio de Transportes.
Pero todo ha sido cuestionamientos para Castillo. Por ejemplo, su primer ministro (de los cuatro que ha nombrado en ocho meses) fue acusado y obligado a renunciar después de defender abiertamente las acciones del grupo guerrillero y terrorista Sendero Luminoso. Además, sumió al país en una crisis política sin precedentes al ser incapaz de mantener un gabinete cohesionado.
Lo que se podría pensar que es una victoria para Pedro Castillo y su Gobierno de izquierda, es más bien un triunfo agridulce para el mandatario. Porque a pesar de tener un poco más de tiempo para intentar recomponer el rumbo, está muy lejos de conseguir una administración estable y próspera.
El presidente aún tendrá que hacer malabares para defenderse de las denuncias contra su Gobierno, luchar contra una dura oposición en el Congreso, mandar a sus ministros para conseguir las metas propuestas y lograr persuadir a quienes participan de duras manifestaciones en su contra en las calles. Todo esto mientras intenta levantar su popularidad, que a duras penas llega al 24 por ciento, según la firma Ipsos Perú.
Castillo está lejos de cualquiera de sus objetivos, y seguramente no será el último proceso de vacancia que atravesará al tener tantos escándalos en menos de un año de mandato. En cualquiera de los intentos de destitución puede cambiar la situación, ya que la bancada que apoya al presidente es bastante joven y variada en movimientos de izquierda y centroizquierda. Además, no querrá echarse la soga al cuello y hundirse junto al Gobierno.
Perú sigue buscando estabilidad en medio de fracasos reiterados de Gobierno tras Gobierno y de una crisis institucional total que ha llevado a que el país haya tenido cinco presidentes en cinco años. La siquiera posibilidad de que Castillo abandone el cargo y se adelanten elecciones solo sería un coctel perfecto para una degradación institucional aún mayor y una pérdida de representación para los más de 8 millones de personas que votaron por el presidente.
“Saludo que hayan primado la sensatez, la responsabilidad y la democracia. Reconozco a los parlamentarios que votaron en contra de la vacancia y respeto la decisión de quienes sí lo hicieron. Llamo a todos a cerrar esta página y trabajar juntos por los grandes desafíos del país”, dijo Castillo en su cuenta de Twitter al terminar el proceso de destitución en el Congreso.
Castillo tendrá una nueva oportunidad de recomponer el rumbo de Perú. Sin embargo, la pregunta que ronda es ¿cuántas más tendrá el presidente? El tiempo se agota y la suerte se le acaba.