“Pasarán un par de meses antes de que el presidente tenga una reunión presencial o invite a un líder extranjero a reunirse en persona aquí, en la Casa Blanca”, anunciaba esta semana la portavoz de Joe Biden, Jen Psaki, una decisión en línea con los protocolos sanitarios por covid-19. Para Biden, que tampoco prevé viajes al exterior en el futuro cercano, mantenerse aislado también es una muestra de ejemplo en medio de la pandemia y una declaración de intenciones del demócrata, que desde que se posesionó reconoce el valor simbólico de sus acciones. Pero más allá del aislamiento voluntario, Biden tiene mucho trabajo por hacer a miles de kilómetros de distancia, por lo que ya ha contactado a decenas de mandatarios de todo el mundo. Las primeras conversaciones de Biden con sus homólogos se han vuelto noticia, y no es para menos.
La intriga nuclear
En materia internacional, el asunto más urgente a corto plazo para la administración Biden es la crisis con Irán. El tema fue central en la primera conversación telefónica entre el demócrata y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Según la Casa Blanca, los dos dirigentes destacaron la “importancia de mantener consultas estrechas sobre los asuntos de seguridad regional, especialmente Irán”.
La intensificación de los intercambios se produce días antes de un plazo preocupante: en virtud de la nueva legislación aprobada en diciembre, el Gobierno iraní planea restringir el acceso de los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) a algunas instalaciones si Estados Unidos no levanta sus sanciones, impuestas desde 2018.Las relaciones amenazan con crisparse más de la cuenta tras un ataque con cohetes contra una base aérea en el Kurdistán iraquí, que alberga a Fuerzas Militares estadounidenses. El bombardeo dejó varios muertos y heridos, y fue reivindicado por un grupo autodenominado Awliyaa al Dam (los Guardianes de la Sangre), que se cree que es una fachada para ocultar a conocidas facciones proiraníes que quieren que las fuerzas de la coalición abandonen el país. En todo caso, Irán negó firmemente los rumores según los cuales estaría implicado en el ataque.
En una reunión de emergencia para calmar las aguas alrededor de la crisis nuclear, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, participó por videoconferencia con sus pares en Europa. En el encuentro en París estuvieron también el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian; el alemán, Heiko Maas, y el británico, Dominic Raab, quienes instaron a Irán a volver a cumplir “plenamente” el acuerdo nuclear de 2015 y dijeron que sería “peligroso” que Teherán limite el acceso a algunas instalaciones a los inspectores internacionales, como prevé hacerlo en los próximos días. Lo más importante: Biden anunció que estaba dispuesto a reunirse con los mandatarios iraníes y renunció a imponerles nuevas sanciones en la ONU al país de Oriente Medio, lo que supone una oferta clave para impulsar la diplomacia nuclear.
Dos horas con Xi Jinping
Su primera conversación era muy esperada. Biden y su homólogo chino, Xi Jinping, arrancaron su nueva relación con una extensa llamada telefónica en la que, al parecer, cada uno quiso marcar su territorio. “Pasé dos horas al teléfono sin interrupción con Xi Jinping”, contó Biden desde el Despacho Oval, mostrando su voluntad de ser firme frente a Pekín. “Si no hacemos nada nos aplastarán”, dijo sobre este diálogo inusualmente largo para tratarse de los dirigentes de las dos primeras potencias mundiales.
Las llamadas de Biden son claras muestras de diplomacia, pero han estado lejos de la cordialidad lavada. Ante Xi, no ocultó su preocupación sobre asuntos como la represión en Hong Kong, las amenazas de Pekín a Taiwán y la represión a la minoría musulmana uigur. Biden se mostró muy tajante sobre los temas sensibles actuales, expresando sus “profundas inquietudes” sobre la defensa de los derechos humanos.
Como era de esperarse, la respuesta desde Pekín fue firme. Según los medios estatales chinos, Xi invitó a Biden a mantenerse alejado de las cuestiones que recaen sobre la “soberanía de China y su integridad territorial”, subrayando que “debe respetar los intereses fundamentales de China y actuar con prudencia”. También, en una retórica más cercana a la del Gobierno anterior, Biden denunció en la llamada las prácticas económicas “injustas y coercitivas” de Pekín. Aunque el demócrata quiere distanciarse de la política exterior de Donald Trump, la relación comercial con China es uno de los pocos asuntos en los que podría promover una cierta continuidad respecto a su predecesor. Es probable que se mantengan los aranceles impuestos por la administración republicana a los productos chinos, a la espera de una revisión global de la estrategia comercial estadounidense.
¿Teléfono rojo?
Uno de los primeros en intercambiar palabras con Biden fue el presidente ruso, Vladímir Putin. El mandatario estadounidense tampoco se escondió en aquella ocasión, en la que expresó su apoyo a Ucrania frente a la “agresión” de Moscú y su preocupación por el “envenenamiento” del opositor ruso Alexéi Navalni. Psaki reveló que Biden convenció a Putin de prolongar el tratado de desarme nuclear New Start, que expiraba el 5 de febrero. Pero, a pesar de este acuerdo, las diferencias parecen insalvables.
El tema Navalni ha puesto a la defensiva a Rusia, que denunció la supuesta “retórica muy agresiva” de Biden, quien aseguró haber dejado claro a su par ruso que “la época en que Estados Unidos se sometía a los actos agresivos de Rusia se acabó”. Según el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, Putin espera que se mantenga “una base para la cooperación, pese a la enorme cantidad de diferendos y diferencias en temas claves”.
A Biden también le quedan llamadas pendientes. Si el orden en el que el presidente estadounidense contacta con sus pares es un espejo del estado de los lazos bilaterales, el turco Recep Tayyip Erdogantiene que estar preocupado: un mes después de ingresar a la Casa Blanca, la llamada aún no se ha producido. Tampoco Blinken se ha puesto en contacto con su homólogo Mevlut Cavusoglu. El diálogo entre Washington y Ankara ciertamente no pasó por sus mejores momentos durante los últimos cuatro años, pero Trump y Erdogan “tenían una cálida relación personal”, recuerda el investigador Steven Cook, del grupo de expertos del Consejo de Relaciones Exteriores estadounidense. Biden también estaría pensando en “revaluar” su relación con Arabia Saudita.
En Latinoamérica hay trabajo por hacer. Su gabinete ya contactó a la mayoría de mandatarios, como es el caso de Brasil, en donde ha expresado abiertamente sus diferencias con el presidente Jair Bolsonaropor su manejo de la pandemia y la deforestación de la Amazonia. Bolsonaro ha afirmado que la postura de Biden en estos asuntos pone en riesgo la “convivencia cordial” entre los dos países.
En todo caso, el plan de Biden es hacer una gira por el continente en junio, cuando también visitaría Colombia y cuando espera que la pandemia haya reculado finalmente. Mientras tanto, el mandatario ejerce su influencia en la distancia, una noticia que muchos reciben con los brazos abiertos tras cuatro años en los que imperó el aislacionismo internacional y las malas compañías en la Casa Blanca.